Nelson Fernández Salvidio Periodista, docente y escritor
Hay un código que importa para las relaciones políticas, sociales, personales y empresariales, tanto para los negocios con otros como para el manejo interno de la organización: se trata del acercamiento personal y la generación del estado de ánimo propicio para lograr buenos resultados.
El estreno de la serie "Menem", que trata sobre parte de la vida del expresidente argentino que dominó la escena política de su país durante los años noventa, permitió ver y entender el valor de ese código. Lo muestra amable, amigable, seductor, encantador. Eso influye en el manejo de situaciones y le resulta clave para cumplir sus metas.
Siempre es mejor llevarse bien que llevarse mal; siempre es mejor lograr conexión positiva que vínculo de imposición; siempre es mejor caer simpático que ser visto con recelo; siempre es mejor la generación de un buen estado de ánimo, que un clima tóxico. El primer objetivo de un político es ser elegido, el segundo es ser reelecto y eso Menem lo cumplió tanto en su provincia de nacimiento como a nivel nacional.
Carlos Saúl Menem (1930-2021) fue gobernador de la provincia de La Rioja en los períodos 1973-1976 (interrumpido por el golpe de Estado), 1983-1987 (con el retorno de la democracia), 1987-1989 (reelecto, renunció para postularse a las primarias del peronismo para ser candidato presidencial). Fue presidente en 1989-1995 y en 1995-1999. En las elecciones de 2003 fue el candidato más votado, pero renunció al balotaje porque vio que el resto se unía para vencerle por amplia ventaja. Fue electo senador en 2007, 2013 y 2019 (pero el último período no lo completó porque murió en 2021).
Polémico como pocos, por sus logros y sus frustraciones, por su accionar producto de una matriz peronista. Riojano y con un entorno familiar complejo, Menem logró una marca personal indiscutible: el efectivo manejo de las relaciones personales. Eso le fue muy útil para convencer, tanto para pedir el voto a su candidatura como para integrar equipos de gobierno, lograr apoyo a políticas jugadas o implementar planes innovadores. Le fue útil para gobernar. Mirar a la cara, buscar una conexión, lograr cierta complicidad, seducir -en el sentido más amplio-, generar el ambiente propicio para concretar respaldo a sus planteos: eso fue lo destacado por amigos y adversarios, tanto por los que le elogiaron, como por quienes le criticaron.
No se trata de una virtud que le sea ajena a otros, porque hay muchísimos ejemplos de políticos caudillos que hacen de eso su estilo de vida, sino que Menem se convirtió en un símbolo del ejercicio de ese estilo porque lo combinó con dos cuestiones: por un lado, no le importaba caer en supuesto ridículo y, por el otro, siempre acompañaba esos gestos de acercamiento con una sonrisa. Y porque esa sonrisa no era única, impuesta, prefabricada, sino que era una mueca natural de expresiones diferentes, como si emergiera una sonrisa para cada situación.
Con todo ese bagaje de efectos de relación personal, Menem rompió una barrera como no hizo otro: fue un peronista apreciado y hasta amado por no peronistas, e incluso por antiperonistas. Uruguay tiene múltiples ejemplos de líderes políticos que lograron ese plus de acercamiento en la relación personal, desde los primeros caudillos populares, hasta los presidentes de esta era democrática. Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle Herrera, Jorge Batlle, Tabaré Vázquez y José Mujica, para nombrar solo los que ya no están en carrera política, tuvieron a su forma la virtud de la relación personal que atrae, convoca, lidera, convence y también entretiene.
El mundo empresarial tiene en esto una formidable experiencia: el liderazgo corporativo (en la interna de una empresa) y de mercado (en la competencia con los otros), se afirma y afianza en el buen manejo de las relaciones personales. Y si todo puede ser con una sonrisa, será mejor.
*Este artículo fue publicado originalmente en la edición impresa de Forbes Uruguay de agosto de 2025. Para suscribirte y recibirla bimestralmente en tu casa, clic acá.