NFT: el éxito del arte intangible alcanza a uruguayos que se embolsaron más de US$ 100.000 por una sola colección
El comercio de Non Fungible Tokens presenta una oportunidad sin precedentes para todo tipo de artistas.

En 2007, el artista digital Mike Winkelman, que entonces tenía 26 años, se propuso crear una nueva obra online cada día. Desde aquel lejano mayo hace 15 años hasta hoy, con 41 años, no ha habido un solo día en que el autor no publicara una de sus creaciones en su sitio (beeple-crap.com); ni el de su casamiento ni los de los nacimientos de sus dos hijos fueron la excepción.

En enero del 2021, el artista —más conocido como Beeple— llegó a las 5.000 obras, un número redondo que, por fortuna para el artista, coincidió con la explosión del mercado de los NFT (tokens no fungibles), activos digitales certificados mediante la tecnología blockchain.

Beeple, por supuesto, buscó sacar provecho de su casi infinito trabajo: reunió sus miles de obras, armó un collage titulado Everydays: The First 5000 Days, lo publicó en la casa de subastas Christie's y un empresario millonario indio llamado Vignesh Sundaresan se lo compró por US$ 69,3 millones. Fue así como la de Beeple se convirtió en la compra más cara de un NFT hecha hasta el momento.

 

Lo curioso, sin embargo, no es tanto el monto de la compra como el hecho de que cualquier persona con solo googlear pueda contemplar el collage, que está en todas partes. ¿Cómo es posible que alguien desembolse casi US$ 70 millones por algo que todos pueden ver pero que nadie, ni su propio propietario, puede siquiera tocar? En esa pregunta radica, justamente, la gracia de todo este mercado que en 2021 alcanzó los US$ 25.000 millones, y que se estima que en 2030 llegará a los US$ 200.000 millones.

Aunque todos, desde cualquier punto del mundo puedan acceder a una obra de arte digital —no hay que ir hasta una galería o museo puntual para verlas— los NFT, al basarse en la tecnología blockchain, son piezas únicas autenticadas, certificadas y con un único propietario, que es quien tiene derecho a comercializarlas, siempre mediante criptomonedas como bitcoin o ethereum, entre otras. “Se podría decir que es el nacimiento de la propiedad digital”, resume el empresario, inversor y músico uruguayo Martín Alcalá Rubí. Debido a su capacidad de brindar pruebas de autenticidad y propiedad de una obra de arte digital, el de los artistas es uno de los universos que más oportunidades tiene en este mercado.

Los NFT permiten que, por ejemplo, un diseñador gráfico que hasta ahora había volcado su creatividad a la demanda de ciertos clientes pueda desplegar su arte a su gusto y antojo, tokenizar sus creaciones mediante esta tecnología para convertirlas en obras únicas y venderlas online a través de algún marketplace a cualquier persona del planeta.

Escultores, pintores, músicos, diseñadores de moda y hasta arquitectos: cualquier artista puede lanzarse y aprovechar las oportunidades del universo NFT. Incluso en un mercado bajista y golpeado como el cripto —sobre todo, después de que uno de los mayores exchanges de cripto, FTX anunciara su bancarrota— hubo obras de arte digitales que sobre fines del año pasado se vendían a casi un millón de dólares, como el NFT de Bored Ape, una colección de imágenes de simios generadas mediante un algoritmo.

SUSHI DIGITAL

Los casos de éxito están mucho más cerca de lo que parece. Desde Maldonado, Richard Silvera, conocido como Cichero, llegó a vender sus obras por un valor de US$ 107.000.

El artista digital tiene 32 años y trabajó 12 como diseñador gráfico. Se desempeñó como director de arte para productoras digitales, trabajó en el mundo audiovisual entre comerciales de televisión, agencias publicitarias y productoras de información y más tarde creó su propia empresa de postproducción, llamada Modo Studio.

Fue a raíz de la pandemia que Cichero entró de lleno al mundo de los NFTs, cuando el trabajo de su productora se redujo casi por completo y al artista no le quedó otra que buscarle la vuelta. Publicó varios de sus diseños digitales en algunos reconocidos marketplaces de NFT, pero no vendió ninguno.

“Ahí noté que varias colecciones estaban funcionando, que había un auge de juguetes digitales y ese tipo de cosas, y empecé a crear una estrategia como para salir al mercado con algo que fuera vendible y del interés de los coleccionistas digitales, que es muy diferente al del coleccionista de arte tradicional”, relata a Forbes Uruguay.

Así, se le ocurrió construir una colección de sushi digital, y surgió CryptoSushis. “Cada día hacía un sushi nuevo. Ahí la rueda comenzó a girar, cada vez se acercaron más coleccionistas”.

Cuenta que el primer sushi lo vendió a 0,1 ETH (Ethereum, una moneda digital), lo que en aquel momento equivalía a unos US$ 150. La moneda digital empezó a aumentar su valor, al punto de cuadruplicarse; por ende, el valor de sus sushis también escalaba. “Ahí vi el mercado completamente funcionando, con una colección”, señala.

Para Cichero, la clave del éxito fue posicionarse con una colección antes de empezar a vender obras aisladas. “En este mercado no es tan importante ser un artista reconocido o con trayectoria en el mundo físico, sino que lo que importa más es una idea innovadora, algo que atraiga al público”, cuenta. Junto a Bruno Sanders, un reconocido youtuber español, el artista también creó NFT Mastery, “el primer curso de NFT de Hispanoamérica”, que por estos días está por lanzar su segunda edición, NFT Mastery 2.0.

Otro de sus proyectos artísticos icónicos en NFT fue GenerativeMiners, que se vendió por más de US$ 100.000. Se trata de una colección de 1.128 pequeñas esculturas en 3D generadas aleatoriamente por computadora, curadas estilísticamente y guardadas en la blockchain de Ethereum. A través de esas pequeñas esculturas —pepitas— Cichero encontró la forma de vender sus otras esculturas al precio deseado. Por ejemplo, para obtener una de sus esculturas digitales de oro había que tener tres pepitas de oro, y para poseer una blanca había que comprar 10 pepitas de ese color.

Sticky pudding Esta pieza pertenece al juego de cartas coleccionables Magic mushroom, de la artista Maia López. Cada NFT viene acompañado de un mensaje.

“Pensé que claramente la gente no iba a pagar el precio unitario de las esculturas, entonces lo que hice fue crear como acciones. Particiono esa escultura en acciones y obtengo el precio que yo quiero por cada una de las esculturas, pero en una colección más grande. Eso le encantó al público. Fue una colección muy exitosa”, comenta. Hasta que lo contactó un coleccionista de Estados Unidos y, fascinado por su trabajo, le ofrece comprar 800 pepitas, lo que completó el valor de US$ 107.000.

Otro de los hitos fue cuando la marca estadounidense Sugar Bear —de productos para el pelo y uñas, muy promocionada por las famosas Kardashian— lo fichó como influencer. “Me contrataron para que haga un sushi con sus características, con su logotipo, etcétera. Entonces, vi un nuevo tipo de mercado. No tenía redes sociales ni miles de seguidores, pero a ellos les interesaba innovar”, explica.

También desde Maldonado, Maia López lanzó una colección de NFT en marzo. La artista, que estudió Bellas Artes en Buenos Aires y arte digital en Barcelona Academy of Art, cuenta que sintió “mariposas en el estómago” la primera vez que escuchó hablar sobre Non Fungible Tokens.

“Estuve meses mirando mil videos de tutoriales, artículos, leyendo, aprendiendo y creando, hasta que este año lancé mi colección de cartas”, comenta López, que creó 373 cartas con diferentes figuras de monstruos. Publicó en OpenSea —marketplace dedicado a los NFT— las primeras 10 piezas de la colección, a US$ 120 cada una y las vendió todas.

Y lo mismo con las siguientes 10. “Me parecía raro cómo la gente realmente estaba invirtiendo plata en algo que no existía, porque es una imagen que cualquier persona puede hacer una captura de pantalla y la tiene. Creo que es un tema de ego también, porque el original lo tiene uno solo”. Ahora, dice, espera que se estabilice el mercado para continuar publicando obras.

Dos de las ventajas de vender NFT, según López, son que la tecnología permite hacer un seguimiento permanente de su obra —incluso cuando es vendida—, y que siempre que se revenda el creador se lleva un 10% de la ganancia “Es un reconocimiento de que estamos viendo tu obra y vos seguís siendo parte de ella. Seguís ganando, no solo económicamente”.

MÁS INGRESOS

El empresario e inversor Martín Alcalá Rubí — fundador de Tryolabs—, también músico, considera que la industria musical tiene la oportunidad de generar una nueva fuente de ingresos a través de los NFT. Con ese objetivo creó UltraDrop, su más reciente emprendimiento que se presenta como “una plataforma para que artistas y organizaciones lancen proyectos de NFT y Web3”, enfocada en Latinoamérica.

“La industria de la música se presta muchísimo para este tipo de experimentos, porque es una industria que ha sido fuertemente desmonetizada” por plataformas como Spotify, que “prácticamente está regalando la música”, subraya.

Lo que busca UltraDrop es interconectar audiencias con artistas mediante la entrega de NFT gratuitos, a los que se accede conectando una wallet (billetera virtual). El proyecto trabajó junto a la banda No Te Va Gustar en una edición limitada de 100 NFT de una de sus canciones (Mi ausencia).

“Hicimos un sorteo en Internet con un cuestionario, se sumaron más de 2.000 personas y entre ellos sorteamos los primeros 100 NFT”. En ese caso, cada NFT oficia también como entrada a la comunidad digital de la banda, que recibe varios beneficios, como entrar a las pruebas de sonido o recibir posters autografiados, entre otros. Aunque se entregan de forma gratuita, Alcalá Rubí apunta que una vez que la persona es dueña del NFT, lo puede llevar al mercado secundario.

“La idea es que si te quedaste con uno, tal vez en unos años valga mucho”, explica. Por cada vez que se venden, los músicos se llevarán automáticamente un porcentaje y así se generaría el ingreso que la industria perdió de las ventas de discos.

Aunque por estos días el mercado de los NFT no está en su mejor momento, los especialistas observan este mundo con optimismo. Cichero visualiza que a futuro los NFT serán claves en la construcción de los metaversos —mundos virtuales también basados en la tecnología blockchain y la economía cripto—, y que la adquisición de obras de arte digitales cobrará cada más sentido e importancia.

“Por ahora hay muchos que todavía no entienden por qué tendrían que comprar ese video o jpg y pagar miles de dólares por él. Sin embargo, en el metaverso pierde sentido pensar por qué tengo esto. Simplemente lo necesitás, lo querés tener”, fundamenta.
 

*Este artículo fue publicado en Forbes Uruguay del mes de Febrero.