Haciéndonos cargo
Desde el seno de la familia hasta el claustro, el profesor Kramer recuerda que todo reclamo de derecho conlleva necesariamente obligaciones. La vida misma es la que lo demuestra, a veces a través de una experiencia intensa y otras que pueden ser duras. Enseñar es un privilegio.

Sí, sí, el idioma español es muy rico en expresiones idiomáticas —como nos decían nuestras maestras—, pero hay palabras relevantes para los tiempos que corren en que otros idiomas nos aventajan. Este es el caso del nuevo significado que ha adoptado la vieja palabra inglesa entitlement. 

Puede traducirse de forma más o menos libre como la percepción de que alguien puede reclamar algo simplemente porque así lo decidió o porque se lo merece. Se aplica generalmente a los jóvenes, y quien quizás más ha apuntado a este sentimiento es Simon Sinek.

El entitlement tiene todo que ver con los derechos. Y está muy bien que pensemos en ellos, particularmente los jóvenes. Pero como todas las cosas de este universo, los derechos tienen su contrapartida, que son las obligaciones o responsabilidades. 

Claro que en la medida en que vamos avanzando a lo largo de la vida y con sus duras enseñanzas, nos vamos dando cuenta que una cosa no viene sin la otra. Dependiendo de muchos factores, algunas personas superarán el desafío sin mayores problemas, mientras que otros lo sufrirán en grados diversos y en algunos casos de forma muy dura.

Sinek apunta a que en buena medida la responsabilidad por el sesgo de las nuevas generaciones hacia el entitlement no es de ellos sino de quienes los hemos educado, fundamentalmente en el seno familiar pero también en el contexto educativo.

Sería bueno que desde niños nos enseñaran que los derechos son la contrapartida de las obligaciones y responsabilidades. Y sería fantástico que ambos se dieran simultáneamente. Pero los más viejos sabemos que solo en el diccionario los derechos vienen antes que las responsabilidades. De hecho, sabemos que la norma es que hay que generar antecedentes, hay que demostrar desempeño, antes de estar en condiciones de reclamar derechos. Como educador universitario, esto me preocupa y me ocupa.

Me preocupa porque a lo largo de los últimos 20 años he visto un creciente sentimiento de entitlement entre los estudiantes en tanto muestran con mayor frecuencia la expectativa de que la responsabilidad del aprendizaje está en el docente y una menor propensión a ellos aportar al proceso. 

Una colega lo sintetizaba diciendo que estas nuevas generaciones son las del “dame”. 

Cuidado: no vaya usted a pensar que yo creo que los estudiantes de hoy son peores que los de antes. ¡Nada de eso! Simplemente, son diferentes, pero hay que trabajar duro para adaptarse a condiciones que antes se daban en menor medida y aprovechar las fortalezas que tienen, como voluntad de ser protagonistas y creatividad, por ejemplo.

Me ocupa, porque cada uno de los docentes universitarios y las instituciones educativas debemos estar pensando y experimentando contenidos, metodologías, didácticas y evaluaciones que se adapten a estos tiempos para lograr aprendizajes valiosos y duraderos.

La experimentación —con sus éxitos y “no éxitos” (porque no son fracasos)— es un componente central que no puede detenerse, aunque muchas veces sea más fácil simplemente tirar la toalla y volver a las prácticas de antes. 

Ahora bien, los que enseñamos nos podemos hacer cargo solo de una parte del proceso. Los que aprenden no pueden hacerse los distraídos.

Como docente activo, comprometido con y enamorado de lo que hago, no me imagino una situación peor que la de perder a mis estudiantes, es decir, que una clase en particular y un curso en general se conviertan en una mezcla de piscina de dulce de leche y ring de boxeo. 

Caramba, ambas partes del proceso de enseñanza-aprendizaje deberíamos verlo como algo desafiante pero entretenido, que nos muestre el valor del esfuerzo y la recompensa de estar desarrollando todo nuestro potencial, de florecer como personas. 

Ambas partes debemos disfrutar de ese sentimiento estimulante de que puedo crecer yo mismo y contribuir positivamente con el desarrollo de los demás. 

Ojalá esta descripción del proceso nos ayude a estudiantes y docentes a hacernos cargo.

*Este artículo fue publicado en Forbes Uruguay del mes de Febrero.