En un mercado laboran donde cada vez más personas disputan menos vacantes, los encargados de contratar se muestran más exigentes y estiran los procesos. Si te toca una entrevista presencial, tomá recaudos. Tenés que marcar la diferencia, sobresalir y hacerte notar frente al resto. Si querés ser ese candidato que ningún empleador pueda dejar pasar, tenés que estar listo para rendir al máximo cuando la presión aprieta y todo está en juego.
La buena noticia es que podés llegar bien preparado si entrenás como lo hacen los atletas de alto rendimiento antes de un partido clave. No se limitan a estudiar estrategias: replican el escenario real.
El entrenamiento con exposición al estrés genera confianza
Los psicólogos cognitivos lo llaman SET (por sus siglas en inglés) y es un método probado para ayudar a las personas a rendir bien bajo presión. Consiste en practicar en situaciones que imitan niveles altos de estrés. Aunque se aplica con frecuencia en el entrenamiento de atletas, pilotos, militares y fuerzas de seguridad, también sirve para bajar la ansiedad y ganar seguridad antes de una presentación o una entrevista laboral. La clave está en recrear las condiciones reales durante la práctica.
No confundas práctica con preparación. Prepararse para una entrevista implica investigar a fondo la empresa, conocer el puesto y entender qué perfil buscan. También incluye anticipar posibles preguntas y pensar bien las respuestas más sólidas. Pero una vez que hiciste todo eso, llega el momento de practicar de verdad. Y ahí es donde tenés que encarar el entrenamiento correcto.
Paso 1: sentate en una silla firme (nada de sillones cómodos) y contá tu historia en voz alta.
Recitá las respuestas que preparaste para las preguntas que podrían hacerte. Antes de una entrevista, la mayoría piensa qué va a decir, pero cuando llega el momento de hablar, las palabras no salen igual que en la cabeza. Es como jugar al golf: en mi mente, soy Tiger Woods... hasta que agarro el palo. ¿Cómo suenan tus respuestas cuando pasás del pensamiento a la palabra? Solo hay una forma de saberlo: hablá en voz alta.
Paso 2: subí un poco el nivel de estrés
Empezá a meter algo de presión en tus prácticas. Una forma simple de generar un poco de nervios es grabarte con el celular mientras respondés en voz alta. Cuando mires el video, seguro vas a notar detalles que podés corregir fácilmente. Por ejemplo, tal vez usás demasiadas muletillas como "eh", "este" o "¿sabés?". Si se repiten mucho, estas palabras pueden distraer y jugarte en contra, porque dan una imagen insegura o poco clara. Identificalas a tiempo y corregilas.
Paso 3: pedile a un amigo que se ponga en el rol de entrevistador
Subí la exigencia haciendo que alguien cercano te entreviste. Pasale las preguntas que esperás que te hagan en la entrevista real y pedile que las mezcle cada vez, que te interrumpa y que te saque un poco de eje. Dale libertad para ponerte a prueba y hacer que la práctica se parezca lo más posible a una entrevista real, con todo lo imprevisible que eso implica.
Paso 4: entrená cómo responder preguntas incómodas
Pedile a tu amigo que te tire esas preguntas que preferís esquivar. Por ejemplo: "Contame más sobre ese bache en tu experiencia laboral" o "¿Podés explicar esta evaluación negativa en tu historial?". Aunque sepas que pueden aparecer, tu cuerpo y tu cabeza igual van a reaccionar como si estuvieran ante una amenaza. Por eso, es clave que te acostumbres a mantener la calma y a responder con claridad.
Lo ideal sería que practiques al menos diez veces. De todos modos, algunos estudios muestran que con entre cuatro y siete sesiones bien hechas, podés ganar mucha confianza y bajar la ansiedad. Si durante la práctica replicás las condiciones reales, vas a llegar con tu cuerpo, tu voz y tu mente afilados para rendir cuando toque jugar en serio.
*Con información de Forbes US.