Samantha es asociada senior en Cooper & Smokey (CS), una consultora legal. Se sumó al equipo poco después de recibirse entre el 3% mejor de su camada en una reconocida facultad de derecho. Tanto los socios como los clientes de la firma quedaron sorprendidos con su desempeño. Es competente, confiable y sabe moverse con soltura en distintos terrenos legales. Siempre confió en sus capacidades y jamás las puso en duda.
Nunca había sentido eso que llaman síndrome del impostor: esa sensación de no estar a la altura, como si en cualquier momento alguien fuese a descubrir que uno no merece el lugar que ocupa. Sin embargo, algo cambió. Desde que la firma empezó a incorporar automatización, Samantha empezó a preguntarse si todavía tiene lo que hace falta para destacarse.
Pensamientos como "La IA puede sintetizar datos más rápido que yo" le dan vueltas en la cabeza muchas veces. Hoy se siente insegura, desorientada, y teme que las nuevas herramientas de inteligencia artificial que adoptó la empresa terminen por dejarla afuera. Para ella, el miedo a volverse obsoleta (FOBO, por sus siglas en inglés) se volvió un fantasma difícil de ignorar.
El caso de Samantha no es aislado. Refleja lo que viven muchos empleados que, más allá de estar formados y contar con experiencia, empiezan a sentirse desplazados por la inteligencia artificial. Una encuesta de Ernst & Young mostró que el 54% de los altos directivos siente que fracasó al liderar la incorporación de IA en sus empresas. La inteligencia artificial puede generar una suerte de impostorización: despierta sensaciones que se parecen al síndrome del impostor, incluso en profesionales que hasta hace poco se sentían firmes en su lugar.
La impostorización no es un fenómeno individual, sino algo mucho más profundo. Se trata de políticas, prácticas e interacciones que, aunque parezcan inofensivas, empujan a las personas a cuestionar su inteligencia, su capacidad y si realmente pertenecen al lugar que ocupan. En un contexto donde cada vez hay más empleados que se sienten desbordados y agotados, los gerentes tienen una responsabilidad clave: evitar generar estas situaciones que terminan saboteando la productividad y la eficiencia que, en teoría, la inteligencia artificial debería potenciar.
Cómo la inteligencia artificial puede disparar el síndrome del impostor
Dimitris Bountolos, director de Información e Innovación de Ferrovial, lo dejó claro en una entrevista titulada "9 errores que cometen los líderes con la estrategia de IA". Dijo que uno de los errores más graves es olvidar que cualquier transformación dentro de una empresa siempre impacta sobre las personas. Y cuando se deja de lado ese costado humano, la inteligencia artificial puede generar efectos impostores. Acá van algunos ejemplos de lo que pasa cuando se implementa sin pensar en quienes la van a usar.
La eficiencia de la inteligencia artificial como una supuesta deficiencia humana
La inteligencia artificial ya forma parte del día a día en muchas empresas. Se la presenta como una herramienta que mejora la precisión y reduce los errores. Según una encuesta reciente, el 78% de los consultados dijo que su empresa ya usa IA en al menos una de sus áreas.
Pero a medida que su uso se extiende, también crece otro fenómeno: el riesgo de que empleados que antes confiaban en sí mismos empiecen a sentirse insuficientes. Las habilidades y talentos que antes eran valorados pueden quedar opacados frente a lo que hacen los bots. Y eso impacta directamente en la autoestima de quienes sienten que ya no son tan necesarios como antes.
La tecnología avanza, los empleados sienten que sobran
Cuando los trabajadores empiezan a dudar del valor de lo que saben hacer, también aparece otro miedo: el de quedar expuestos como un fraude, como si no merecieran el lugar que ocupan. La inseguridad laboral y la idea de ser descartables ganan terreno. Surgen preguntas como: "Si un bot puede hacer lo que yo hago, mejor y más rápido, ¿qué sentido tiene que yo esté acá?" o "¿me van a reemplazar?"
Una encuesta de la Asociación Americana de Psicología mostró que el 38% de los empleados teme que la IA deje obsoleta parte o toda su tarea. Y entre quienes sienten ese miedo, el 41% también cree que a su empleador no le importa lo que les pase.
Ansiedad frente a la curva de aprendizaje
La presión por incorporar rápido las nuevas herramientas de inteligencia artificial puede generar vergüenza y ansiedad, sobre todo en quienes tardan un poco más en aprender. Un estudio de Ernst & Young mostró que el 66% de los empleados tiene miedo de quedarse atrás si no usa IA en su trabajo, y el 65% siente ansiedad por no saber cómo aplicarla de forma ética.
Este salto acelerado hacia la IA puede marcar una diferencia no dicha entre quienes son vistos como "rápidos" y quienes quedan etiquetados como "lentos". Y eso alimenta el estigma de sentirse incompetente, una sensación muy cercana al síndrome del impostor.
Aunque no haya una intención directa, la implementación de inteligencia artificial puede despertar o agravar sentimientos de inutilidad, desvalorización y falta de pertenencia. Esto se da en general, pero afecta especialmente a quienes están subrepresentados en los espacios donde se trabaja con IA, como las mujeres, las minorías étnicas y las personas con discapacidad.
Los datos lo confirman: las mujeres representan apenas el 29% de los trabajadores calificados en inteligencia artificial, frente al 71% de los hombres. Menos del 25% de quienes trabajan con IA se identifican como parte de minorías raciales o étnicas. Eso lleva a que muchos se pregunten si realmente tienen lugar en ese mundo. No porque les falten habilidades, sino porque la falta de representación hace ruido: "Si este fuera un lugar para mí, habría más como yo. Pero no los veo".
Cómo evitar que la inteligencia artificial desplace a las personas
La inteligencia artificial llegó para quedarse. Los especialistas destacan su potencial, pero si no se implementa ni se gestiona con criterio, puede terminar confundiendo o desanimando a los empleados. Por eso, el rol de los gerentes es clave: tienen que tomar decisiones que ayuden a construir una cultura de confianza, aprendizaje constante e innovación real.
Capacitación pareja para todos
Una encuesta de EY reveló que el 80% de los empleados cree que recibir más capacitación los haría sentir más cómodos usando IA en su trabajo. Sin embargo, el 73% teme que su empresa no les brinde los recursos necesarios. Darles acceso a herramientas de IA y promover oportunidades reales de formación, más allá de cursos aislados, es fundamental para que puedan desarrollar las habilidades que hoy exige el trabajo.
Además, es clave que el acceso a esa formación sea equitativo. Un informe mostró que las mujeres, las personas mayores y quienes tienen alguna discapacidad suelen estar más relegados cuando se trata de aprender sobre IA. Apostar al entrenamiento y la actualización profesional no solo ayuda a reforzar la confianza de cada trabajador, también sirve para reducir ese miedo a quedar obsoletos (FOBO) que se volvió cada vez más común.
Replantear el valor del trabajo humano
La inteligencia artificial puede hacer muchas cosas, pero hay otras que siguen siendo terreno exclusivo de las personas. La inteligencia emocional, el pensamiento estratégico, el criterio propio y la capacidad de liderar equipos no se replican con código. Para eso, se necesita gente.
Por eso, es clave que los empleados sepan que son valiosos. Al evaluar el desempeño, no hay que mirar solo lo técnico: también hay que reconocer el aporte de quienes ayudan a integrar la IA en la empresa desde lo humano, como identificar cuestiones éticas o entender las regulaciones que rigen su uso. La comunicación sobre inteligencia artificial tiene que dejar claro que el rol de cada persona sigue siendo importante.
Naturalizar la curva de aprendizaje
Aprender a usar IA no es algo automático ni innato. Algunas personas avanzan más rápido, otras necesitan más tiempo. Lo que importa es que los empleados sepan que pueden aprender y que hay apoyo para acompañarlos. La clave está en fomentar una mentalidad abierta, de crecimiento, no rígida.
Si vos como gerente también tuviste trabas en ese aprendizaje, contalo. Esa honestidad puede generar empatía y aliviar la presión interna que sienten muchos al compararse con otros. Hay estudios que muestran que los entornos de trabajo muy competitivos refuerzan esas comparaciones y disparan el síndrome del impostor. Para evitar eso, no premies en público a quienes aprenden más rápido. Reconocé el esfuerzo, no solo los resultados. Porque lo que de verdad importa es que todos puedan avanzar, a su ritmo, sin sentirse menos.
La inteligencia artificial ya está cambiando las reglas del juego en el trabajo, y con eso, también modifica cómo los empleados se ven a sí mismos. Si no se gestiona bien, esta transformación puede socavar la confianza personal y despertar el miedo a ser descubiertos como un fraude, dos síntomas clásicos del síndrome del impostor.
Pero no todo depende de la tecnología. Los gerentes tienen un rol clave: capacitar, acompañar, crear espacios para aprender y equivocarse, y dejar claro que la IA viene a complementar, no a reemplazar, el talento humano. Solo así se puede evitar que quienes hacen el trabajo de todos los días empiecen a sentir que ya no tienen lugar.
Nota publicada por Forbes US