"¿De dónde sos?", le preguntaron. "De Uruguay", respondió una sonriente y cansada Julia Paternain (25), con una medalla de bronce colgada en su cuello que no esperaba recibir. "¿Uru-qué?", respondieron Peres Jepchirchi (32) y Tigst Assefa (28), oro y plata respectivamente. "¡Uruguay!", dijo de nuevo y señaló su camiseta. Estaba tan exhausta como incrédula tras recorrer 42,195 exigentes kilómetros. El momento de lograr un lugar en el podio en el Mundial de Atletismo 2025, que se celebró en Tokio fue tan histórico para la joven atleta como para el país que eligió representar. "Me parece buenísimo que con todo esto ahora más personas sepan que existe", contó a Forbes Uruguay después de relatar el episodio.
Desde su casa en Flagstaff, Arizona (EE.UU.), ciudad que eligió para vivir por tratarse de un epicentro mundial del entrenamiento de fondo (aeróbico), contó que siempre fue una apasionada del deporte pero que, aunque se probó en otras disciplinas como la natación, correr siempre fue lo que más le gustó. Así ganó una beca en la universidad Penn State, en Pensilvania, que la llevó de Inglaterra —país donde creció— a Estados Unidos. Sobre cómo logró un tercer lugar en la principal competencia mundial de atletismo, la importancia de la perseverancia y por qué se siente uruguaya, habló con Forbes Uruguay.
¿Por qué te sorprendió tanto el resultado?
Por varios motivos. Primero, no estaba segura de cuál era mi posición, no sabía cuántas personas quedaban adelante. Sí escuchaba que todos me gritaban, pero en japonés. Ni bien pasé la línea de meta, mi principal preocupación era asegurarme de que de verdad había llegado, que no había parado antes de tiempo. Cuando tuve eso claro, alguien me dijo que había salido tercera. Ahí fue mi reacción de sorpresa. Después me enteré de que hubo personas que abandonaron la carrera, eso tampoco lo sabía. Me imaginaba que podía salir sexta, capaz quinta, pero no tercera.
¿Cómo se explica que hayas alcanzado el tercer lugar?
Me ayudó que teníamos una estrategia. Hacía mucho calor y no todos lo tuvieron en cuenta. Con mi entrenador hablamos de eso varias semanas antes, así que ya sabía que tenía que empezar despacio para después seguir adelante en un punto en el que muchas sufrían ese calor. Además, mi tiempo antes de entrar al mundial en realidad no reflejaba el físico en el que estaba. Todo eso contribuyó, me ayudó y al final llegué a la medalla.
¿Te esperabas todo este reconocimiento?
Para nada, todo esto es una locura, la cantidad de mensajes que me llegaron, la cantidad de entrevistas que tuve.
Nunca pensé que iba a tener tanto impacto, pero a la misma vez me encanta porque me parece que realmente pone a Uruguay en el mapa.
En las maratones, a los 30 km se les dice "el muro": ¿qué muros tuviste que derribar tanto dentro como fuera de la pista?
En este caso puntual, una batalla bastante difícil fue al final de la carrera. Tenía terror de frenar sin darme cuenta, que mi cuerpo sintiera tanto dolor que simplemente dijera: "Voy a parar". En esos momentos empiezo a contar, intento distraerme. Los últimos 10 minutos lo único que hacía era contar hasta 10 en mi cabeza, una y otra vez. Pensaba, voy a seguir un minuto más, un minuto más y así se empiezan a sumar los minutos hasta llegar al final.
¿Y afuera de la pista?
Cuando corría en la universidad no tuve muy buenas carreras de atletismo. Me fue bastante mal. Siempre me lastimaba en la pista y no llegaba a la temporada que me gustaba. Eso se repitió varias veces, fue como un ciclo, así que cuando terminé la universidad me tomé un año libre, sin entrenador, sin un objetivo fijo. Tenía un trabajo y salía a correr cuando tenía ganas. Después, cuando me mudé a Arizona, encontré a este entrenador, pero durante los años de universidad no fue nada fácil.
¿Cómo hiciste para superarlo?
Fue un poco dar con el entrenador correcto, él es bárbaro, muy paciente, me entiende como atleta y como persona, esa relación es fundamental. También me encanta el grupo con el que entreno y eso lo hizo divertido, ya no se sentía como una obligación. Así me empezó a ir mejor y claro, cuando las cosas salen bien obviamente te gustan más. A nadie le gusta que le vaya mal.
¿Desde cuándo correr es tu trabajo?
Recién desde marzo de este año. Antes tenía un trabajo remoto en la Universidad de Ohio y durante un año trabajé en eso y entrené. Igual ya corría casi profesional porque con las diferencias de horario funcionaba todo.
Correr maratones al más alto nivel implica viajes, entrenadores, alimentación, recuperación. ¿Cómo se financia hoy esa estructura?
En mi caso, tengo un sponsor que se llama Saucony. Ellos me dan un salario, me mandan ropa y así me financio. También algunas carreras te pagan para ir. Hay otras formas, por ejemplo, que alguna compañía de alimentación te dé dinero, pero en general la principal fuente de ingresos es el patrocinio. Por otro lado, cuando ganás premios, además de la medalla, también hay una recompensa económica. En el caso de Tokio, creo que les dieron a las primeras ocho.
¿Cómo elegís con qué marcas vincularte?
Tengo un mánager, él hace todos los negocios, conoce a los que trabajan en las distintas empresas. Esta marca con la que trabajo ahora me contactó el año pasado, a mí me encantaban sus zapatos y, especialmente, cómo tratan a sus atletas.
¿Qué rol juega la visibilidad global en tu sostenibilidad como atleta?
Bueno, esto es algo muy nuevo para mí, antes de esta carrera esa visibilidad no existía (risas). Es algo que todavía intento entender.
Mi objetivo es poder agarrar más apoyo de distintas compañías y ver cómo funciona todo eso, pero es una conversación que tengo que tener con mi mánager.
Estudiaste psicología y después hiciste un MBA. ¿Por qué decidiste enfocarte en algo tan diferente?
Bueno, algo tenía que estudiar. Me gusta el deporte más allá de si yo soy la deportista y me interesa mucho todo eso que viene atrás de los atletas. Así que siempre pensé que si no podía correr, por lo menos quería trabajar en el mundo de los negocios del deporte. El MBA me ayudó bastante para entender cómo funciona la parte de atrás de todas estas carreras desde un lugar más económico. También me ayuda como atleta a saber qué cuidados tengo que tener y a conocer de cerca las empresas.
Naciste en México, te criaste en Inglaterra, pero tus padres son uruguayos. Correr por Uruguay, además de ser una decisión identitaria, ¿fue estratégica?
En realidad no. Para mí lo importante era poder ser un ejemplo para las generaciones que vienen. En Inglaterra ya hay una historia enorme de atletas inglesas que corren maratones o distancias largas. Sabía que correr para Uruguay iba a tener más impacto. Tenemos a María Pía Fernández y a Déborah Rodríguez, que son grandes ejemplos, pero no son de distancias largas. Además, para mí iba a ser más especial correr por Uruguay. Yo me fui de Inglaterra hace ya siete años, mis padres no son ingleses, no viven allá, ya no tenemos casa ahí. No me sentía tan conectada como cuando era más chica.
¿Cómo recibiste las críticas de algunas personas sobre este tema?
Me pasa que siempre alguien se va a quejar: si corro para México no van a estar contentos porque no crecí ahí; si corro para Inglaterra van a decir que ahí no nací; si corro para Uruguay, ni nací ni crecí. No puedo hacer nada para cambiar eso, nunca voy a ser totalmente de alguno de los tres países. Pero mi familia es de Uruguay y aunque soy un poco inglesa, porque no me voy a sentar acá a decir lo contrario, sí me siento uruguaya.
¿Qué creés que se necesita para que en Uruguay las niñas vean el deporte como una posibilidad real?
Me parece que hay que darle más atención al atletismo. Con que las personas simplemente sepan que existe y que se puede hacer, creo que ya va a ayudar. En Uruguay se escucha y se habla mucho de fútbol que sí, está bien, el fútbol en Uruguay es bárbaro, pero si se hace foco en otros deportes, creo que se puede impulsar y mostrar que hay otras opciones. Las redes también ayudan bastante.
Sin dudas Tokio significó para vos un antes y un después, ¿pero cómo se traduce ese logro en oportunidades concretas?
Ahora va a ser más fácil entrar a carreras más grandes, así que mi plan es intentar hacer otra maratón y bajar mi tiempo, creo que puedo hacer tres minutos menos.
¿Cómo proyectás los próximos años?
Mi objetivo principal es ir a los Juegos Olímpicos, tengo que sentarme con mi entrenador y planificar un poco, pero ese es mi objetivo número uno.
¿Qué es lo que no se ve detrás de este éxito?
No se ve que en el día a día tengo una vida muy tranquila. Lo que hago es despertarme, comer, ir a correr, volver a mi casa, hacer pesas, dormir y así siempre. No es como en el básquetbol o en el fútbol que capaz tienen vidas un poco más lujosas. Tampoco se ve todo el esfuerzo, correr es muy difícil física y mentalmente y, aunque soy profesional, no se pone más sencillo.
Tus padres son matemáticos. ¿Hay algo del pensamiento analítico que apliques a la hora de entrenar o competir?
Nada. Mi madre hace estadísticas y mi padre matemáticas, pero yo no tengo nada de eso. Lo que sí aplico es la enseñanza de que el trabajo duro es importante. No siempre se disfruta, pero hay que hacerlo con disciplina. Mis padres no se quejan nunca, trabajan mucho y les encanta lo que hacen. Eso también me lo enseñaron, la importancia de tener un trabajo que te guste.
¿Qué mensaje le darías a las nuevas generaciones que quieren dedicarse al deporte?
Que intenten. Correr no es fácil para nadie, ni para los profesionales, pero con intentar no pierden nada. También que sepan que si no les gusta está bien, no tienen por qué seguir, pero es importante que al menos prueben; nunca se sabe a dónde los puede llevar.
Foto principal: Ian MacNicol/Getty Images