La máquina de US$ 250.000 que fabrica cigarrillos de marihuana con THC extra y quiere automatizar la industria del cannabis
El equipo de Sorting Robotics, liderado por Nohtal Partansky, ya trabaja con algunas de las marcas más pesadas de la industria del cannabis, como Stiiizy y Tilray. Ahora, el objetivo es claro: estar listos para cuando las grandes tabacaleras decidan meterse de lleno en el negocio.

Dentro de la sede de Stiiizy en Los Ángeles —la marca de cannabis con más ventas en Estados Unidos— una máquina robótica toma diez porros prearmados con su brazo, los sumerge en un recipiente con concentrado de THC y después los pasa por un cubo lleno de kief, una forma potente de cannabis en polvo. En pocos segundos, la máquina Stardust, fabricada por Sorting Robotics (con base en Van Nuys), cubre 30 porros con una dosis extra de THC, el compuesto de la marihuana responsable de sus efectos psicoactivos. En una hora, Stardust, junto con su operador humano, puede despachar unos mil porros listos para consumir.

"Esta máquina produce más que diez personas", asegura James Kim, CEO y cofundador de Stiiizy, parado junto a la Stardust a principios de abril. A pocos metros, en otra sala, unos 140 empleados se reparten en 14 mesas. Cada uno moja los porros a mano en un adhesivo con terpenos y los revuelca en una pila de kief. Aunque Stiiizy todavía no planea reemplazar a sus trabajadores, Kim sí imagina un futuro donde todas las unidades salgan hechas por robots. "La robótica es el futuro, pero el futuro no es hoy", dice. "Podría llevar mucho más tiempo", agrega.

Ese camino lo viene marcando Sorting Robotics, la empresa que fundaron en 2019 Nohtal Partansky (actual CEO), Cassio Santos (CTO) y Sean Lawlor, quien fue jefe de operaciones hasta que dejó la firma el año pasado. Desde entonces, vendieron unas 30 máquinas Stardust, que cuestan cerca de US$ 250.000 cada una, y cientos de otras máquinas más baratas a distintas marcas de cannabis.

Desde su fundación en 2019, Sorting Robotics vendió unas 30 máquinas Stardust, que cuestan cerca de US$ 250.000 cada una-

 

Además de la Stardust, fabrican la Jiko, que inyecta concentrado de THC dentro de los porros y genera lo que en la jerga llaman una dona (cuando se enciende el porro, la brasa forma una "O" porque el concentrado se vaporiza al mismo tiempo que se quema el material vegetal). También tienen la Omnifiller, una máquina que rellena cartuchos de vapeo.

Con apenas 20 empleados, la firma sigue siendo chica, pero ya gana plata. Este año proyecta ingresos por US$ 11 millones, un salto frente a los US$ 7 millones que facturó en 2024. Y, a diferencia de muchas empresas del rubro, Sorting Robotics es rentable desde 2021. Su estrategia, como la de tantos otros empresarios del sector, es aguantar el tiempo que sea necesario hasta que la legalización llegue a nivel federal.

Además de Stiiizy (que facturó US$ 800 millones el año pasado), la empresa también trabaja con Tilray, la multinacional canadiense que cerró 2024 con US$ 788 millones en ventas, y con jugadores más chicos como Blue Fox Brands, que comercializa sus porros Cali Blaze en Colorado, Massachusetts y Michigan, y generó ingresos por US$ 80 millones.

"Stardust te permite reemplazar la mano de obra que ya tenés con algo de cinco a diez veces más eficiente", dice Partansky, de 35 años. "Puede mejorar tus márgenes en más de un 10 por ciento", añade.

En el negocio del cannabis regulado por el Estado, que el año pasado generó US$ 32.000 millones en ventas en los 40 estados de EE.UU. donde está permitido el uso medicinal, recreativo o ambos, mejorar los márgenes puede ser cuestión de vida o muerte. Apenas el 27% de las empresas del rubro son rentables. La mayoría no sobrevive.

Los porros prearmados ocupan el tercer lugar en participación de mercado, detrás de la flor y los vaporizadores. Representan el 16% de todas las ventas de cannabis, según un informe de Headset, una firma de datos con sede en Seattle. Y no solo eso: es la categoría que más crece. En 2024 se vendieron 394 millones de porros individuales, lo que generó US$ 4.100 millones, un aumento del 12% con respecto a 2023. De ese total, más del 43% estaba infusionado con THC adicional, algo que explica por qué Sorting Robotics apostó por esta subcategoría.

Según Partansky, la máquina Stardust  permite reemplazar la mano de obra con algo de cinco a diez veces más eficiente-

 

Sin embargo, hay dudas sobre cuánto puede escalar el mercado en el corto plazo. Hoy, solo unas pocas empresas producen suficientes porros infusionados como para que la inversión de US$ 250.000 en una Stardust sea rentable. La marihuana sigue siendo ilegal a nivel federal, lo que impide que las empresas reguladas por los estados crucen fronteras con sus productos. Eso significa que todo lo que se vende en un estado debe producirse ahí mismo, lo que vuelve inviable la idea de centralizar la producción en una sola planta para abastecer a todo el país.

Además, hay una realidad económica: los robots son caros y complejos; los trabajadores, baratos y fáciles de entrenar. Es como cuando las empresas eligen seguir contratando conserjes en vez de invertir en un Roomba comercial como el Neo de Avidbots. El precio de la Stardust no incluye ni mantenimiento ni operación.

En la planta de Blue Fox Brands en Lansing, Michigan, humanos y robots conviven a diario. Dos empleados infusionan a mano unos 6.000 porros en un turno de ocho horas, a un costo de cuatro centavos por porro. La Stardust, si todo funciona perfecto, los infunde a tres centavos y medio. "Vale la pena si lo que te importa es el volumen", dice Kosta Marselis, CEO y fundador de Blue Fox. "Hace su trabajo básicamente siempre y hace porros bonitos", explica.

Pero no todo es tan automático. Hay que considerar la hora de limpieza entre lotes y el hecho de que la máquina desperdicia más aceite de THC y kief que una persona. Con esos factores, Marselis admite que el rendimiento entre el humano y la Stardust es prácticamente el mismo.

En un estado como Michigan, la inversión tiene sentido porque el litro de aceite cuesta cerca de US$ 1.000 y el mercado acepta ese nivel de producción. Sin embargo, Marselis dice que no planea comprar una Stardust para sus operaciones en Massachusetts, donde el aceite cuesta US$ 4.000 el litro y no hay suficiente demanda como para justificar tanto volumen.

Nohtal Partansky no encaja con el estereotipo del emprendedor cannábico. Su pasión es la robótica, no la marihuana. Últimamente consume comestibles para dormir, aunque de vez en cuando se fuma un porro, especialmente si está hecho con una de sus propias máquinas.

Nació en Manhattan y creció en Los Ángeles. En la secundaria se convirtió en jugador profesional de Magic: The Gathering. "Me gustaba mucho Magic, aunque a un nivel incómodo", admite. Estudió ingeniería mecánica en la Universidad de California-Davis y completó una maestría en ingeniería aeroespacial en Georgia Tech en 2015.

Su primer trabajo fue una pasantía en XCor Aerospace, una startup de vuelos espaciales en el desierto de Mojave. Ahí se dio cuenta de que el desarrollo espacial era más ambición que magia, y que los fundadores eran muy inteligentes, pero no inalcanzables. Mientras cursaba su maestría, fundó su primera empresa: Lathon, dedicada a la impresión 3D. Después consiguió trabajo en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, donde participó en el proyecto MOXIE, un dispositivo que produce oxígeno en Marte.

Pero sentía que necesitaba construir algo propio. En 2018 lanzó Sorting Robotics con la idea de crear una máquina para ordenar las cartas de Magic. El proceso podía llevar días si se hacía a mano. "Ordenar tarjetas era la pesadilla de todos", recuerda.

Aun así, tanto él como sus cofundadores querían meterse en algo más grande que un juego de cartas coleccionables para chicos, como lo define. A fines de 2018 aplicaron a Y Combinator, la aceleradora de startups, y quedaron seleccionados. Pasaron cinco meses hablando con empresas de distintos rubros, buscando alguna que estuviera lista para automatizar sus procesos. Y ahí apareció el cannabis.

"Teníamos amigos que acababan de fundar empresas de cannabis legal, y básicamente nos dijeron: 'Oye, no hay nada de automatización en este sector, simplemente construí cualquier cosa'", cuenta Partansky. "No sabíamos realmente qué hacíamos, pero identificamos el problema", continúa. A fines de 2019, tras un demo day, levantaron millones de dólares para meterse de lleno en la industria.

Con US$ 3,5 millones de financiamiento de Splash Capital, Night Owl Ventures y Genesis Ventures, vendieron la startup de clasificación de cartas por una suma simbólica y montaron un negocio de fabricación y envasado de cannabis en Oakland. La idea era entender el mercado desde adentro. Descubrieron que los porros infusionados eran muy buscados, pero que hacerlos a mano llevaba muchísimo tiempo. (Ese negocio lo vendió en 2022 a una cadena de dispensarios, después del derrumbe del mercado de marihuana en California).

Después de un par de años de desarrollo, en 2021 lanzaron su primer robot de cannabis: el Jiko, que inyecta THC en los porros con una aguja que los rellena con resina o destilado. Cuesta US$ 90.000 y puede infusionar 1.000 porros por hora. En 2022 presentaron el Omnifiller, una máquina de US$ 150.000 que llena 6.000 cartuchos de vapeo por hora. Y el año pasado llegó el turno de Stardust, su robot más caro y avanzado.

El primer robot de cannabis de Sorting Robotics, el Jiko, inyecta THC en los porros con una aguja que los rellena con resina o destilado.

 

Para Partansky, el salto de la NASA a los robots para cannabis no fue una epifanía, sino un proceso largo y progresivo, algo que aprendió trabajando en el rover marciano. Hoy cree que Sorting Robotics tiene una cultura única, que mezcla lo mejor de una startup tech financiada con fondos federales y una empresa de alto crecimiento.

"Sorting Robotics es como si la NASA y Facebook tuvieran un bebé", lanza Nohtal Partansky sin rastro de ironía, a pesar de que su empresa es diminuta comparada con cualquiera de esos dos gigantes. "Enviamos las cosas rápido y no rompemos nada. Los robots son caros; no rompan el robot", aclara, entre serio y técnico.

El universo de la robótica para cannabis todavía es chico. Hay algunos jugadores en carrera, como Action Pack, Accelerant o Roll Pros, pero los pesos pesados —las empresas que fabrican maquinaria para cigarrillos— en general se mantuvieron lejos. Körber, con sede en Alemania y ventas por US$ 3.200 millones en 2024, lleva casi ocho décadas fabricando máquinas para liar cigarrillos a escala industrial: algunas llegan a producir 20.000 unidades por minuto. Hace poco se metió en el mercado del cáñamo con su modelo Nano-H, que puede armar 5.000 porros por minuto a un costo de dos centavos cada uno.

Sin embargo, Partansky sostiene que los porros, y especialmente los infusionados, son demasiado particulares. "Se muele diferente. Se quema diferente. Se fabrica diferente", explica. Por eso, cree que estas mega máquinas todavía están lejos de dominar el segmento. A eso se suma el hecho de que muchas empresas grandes todavía no quieren arriesgarse en un sector que sigue siendo ilegal a nivel federal.

Pero eso podría cambiar. Las grandes tabacaleras, con sus eficientes sistemas de producción, van a meterse en el cannabis cuando llegue la legalización. Y ese momento tal vez esté cerca. El proceso para reclasificar la marihuana —iniciado bajo la presidencia de Joe Biden— podría reactivarse pronto. A principios de agosto, en una conferencia de prensa en la Casa Blanca, el presidente Donald Trump declaró: "Tomaremos una determinación en las próximas semanas".

Ese proceso podría terminar con la reclasificación de la marihuana como droga de Lista III, junto con medicamentos como el Tylenol con codeína. Hoy está en la Lista I, la misma categoría que la heroína o el LSD. Un cambio así abriría la puerta al sistema financiero estadounidense para las empresas de cannabis y les permitiría operar sin tantas trabas.

Si eso pasa, Partansky cree que los fabricantes de maquinaria para cigarrillos querrán entrar al negocio del cannabis sin complicarse demasiado, y su empresa —que ya lleva ventaja en la automatización del segmento— sería un blanco atractivo. "Podría volverse federal de acá a cinco años en cualquier momento", dice. "Y creo que, cuando eso ocurra, las tabacaleras o los fabricantes que atienden a esas industrias no tendrán ninguna cuota de mercado. Así que simplemente vendrán y me comprarán", concluye.

Con información de Forbes US