Estamos frente a un cambio demográfico profundo. En 1950, había apenas 14.000 personas que superaban los 100 años. Hoy son casi 750.000. Y si las proyecciones no fallan, para 2054 esa cifra va a rozar los cuatro millones. Llegar a los 100 ya no es una rareza: empieza a ser la nueva normalidad. El problema es que los sistemas de salud no están listos para este golpe demográfico. Fueron pensados para otra época, cuando la esperanza de vida era mucho más baja. De hecho, por eso la atención a personas mayores no está cubierta por el NHS: quienes fundaron el servicio ni siquiera creían que iba a hacer falta.
Estamos entrando en una etapa que necesita una manera completamente distinta de pensar la salud, el bienestar y la longevidad. Las soluciones que podrían ayudar a enfrentar este desafío ya despertaron el interés de los fondos de capital riesgo. A este nuevo sector de startups, donde se cruzan la tecnología de punta, la salud y la inteligencia artificial, lo llaman "bioinfraestructura".
Por qué la bioinfraestructura puede fortalecer las bases de nuestro sistema de salud
En los últimos años aparecieron nuevas terapias y dispositivos inteligentes pensados para ayudarnos a llevar una vida más sana. Pero esas innovaciones, por sí solas, no van a alcanzar para enfrentar los desafíos demográficos que se vienen. Hacen falta cambios de fondo en los sistemas que las sostienen.
Los sistemas de salud en todo el mundo necesitan una nueva infraestructura que permita conectar de forma ágil los datos, las herramientas, el equipamiento y la atención médica. Pensemos en inteligencia artificial capaz de predecir qué medicamentos funcionan mejor con determinados grupos de pacientes según su genética, optimizando así los ensayos clínicos. O en plataformas online que les permiten a los científicos hacer experimentos sin tener que estar en un laboratorio físico.
Las startups de bioinfraestructura vienen pisando fuerte para fortalecer estas bases y adaptarlas a lo que viene. Quienes fundan estas empresas trabajan en la intersección entre salud, tecnología avanzada, infraestructura e inteligencia artificial. No se enfocan solo en el software, también piensan cómo ese software se vincula con lo físico: laboratorios, clínicas, servidores, fábricas y el personal que mantiene en marcha sistemas como el NHS.
Estas compañías no entran en categorías clásicas como "desarrolladora de medicamentos" o "empresa de software". Están creando, en conjunto, una capa de inteligencia que puede ser clave para el sistema de salud que viene. Los fondos de capital riesgo, como el mío, miramos cada vez con más atención a este sector, sobre todo a las startups que trabajan sobre estos cinco ejes de la bioinfraestructura.
Automatización de laboratorio
Todavía hay mucho margen para que surja una empresa que lidere esta categoría y mejore la productividad de los laboratorios con el uso de inteligencia artificial y automatización avanzada. Mi apuesta es que los laboratorios van a volverse cada vez más autónomos y sofisticados, lo que va a acelerar la investigación y el desarrollo, y permitir que países con menos recursos puedan crear sus propias capacidades en biotecnología.
De este sector podría salir la próxima generación de gigantes farmacéuticos: compañías que nacen con una ventaja técnica o de procesos y la usan para desarrollar sus propias líneas de medicamentos. Algunas de las más prometedoras que ya están avanzando en este terreno son Micrographia Bio (parte del portafolio de Ada Ventures) y Benchling.
Datos del paciente
Los ensayos clínicos siguen atados a modelos viejos. Pero el software actual puede cambiar eso. Me interesan especialmente las empresas que usan análisis predictivo para conectar mejor los ensayos con los grupos de pacientes adecuados, reducir los tiempos de reclutamiento y hacer más eficiente toda la cadena de suministro. ¿La meta? Llegar al ensayo clínico "n de 1", donde el tratamiento se adapta a la genética y al cuadro específico de cada persona. Estoy convencido de que la próxima gran terapia va a llegar al mercado gracias a este tipo de avances operativos, impulsados por startups como R.Grid (del portafolio de Ada) u Owkin.
Biofabricación
La pandemia de COVID-19 dejó en evidencia lo frágiles que son las cadenas globales de suministro médico. También mostró que contar con autonomía en biotecnología es una necesidad estratégica para cualquier país. Como inversor de capital riesgo, apunto a plataformas que fortalezcan las capacidades locales de producción. Pueden ser desde sistemas de biología en la nube, que amplían el acceso a recursos computacionales, hasta instalaciones especializadas para fabricar terapias celulares y genéticas. BitBio y Nuclera son dos buenos ejemplos de cómo esta innovación ya está funcionando. La apuesta es clara: así como la nube amplió el acceso a la computación, la biofabricación puede hacer lo mismo con tratamientos que salvan vidas.
Tecnología regulatoria
Aunque no sea el área más atractiva, las startups enfocadas en la regulación tienen un rol clave dentro de la bioinfraestructura. Hoy busco herramientas que usen inteligencia artificial con agentes para estandarizar los procesos regulatorios, y empresas que prioricen el uso de API e integren la privacidad, la seguridad y el consentimiento directamente en los dispositivos y en la atención médica. Las compañías que simplifican o automatizan trámites regulatorios, como las presentaciones ante la FDA o el cumplimiento de la norma HIPAA —como Keragon, Freshpaint o HealthVerity— pueden liberar a las biotecnológicas para que se concentren en investigar, en lugar de perder tiempo con el papeleo. Creo que la próxima generación de plataformas de salud digital va a hacer que cumplir con las reglas sea casi imperceptible.
Talento + Fuerza laboral
La salud no puede avanzar sin personas que trabajen en ella, pero el sistema actual para encontrar, capacitar y retener personal está fallando. Hacen falta más plataformas que lleven la agilidad de la economía colaborativa al sector salud, sin resignar los estándares más altos de verificación y formación. En Ada, apoyamos plataformas de acreditación, servicios que conectan a profesionales con turnos flexibles, y copilotos de inteligencia artificial que alivian la carga mental de enfermeras y cuidadores. Algunos de los nombres más prometedores en este campo son Cera, Axuall y Ambience. La apuesta es clara: la próxima plataforma de trabajo que valga mil millones de dólares no va a estar pensada para programadores, sino para quienes cuidan.
Las decisiones que tomemos hoy en bioinfraestructura van a marcar esta nueva etapa de vidas más largas. Y es alentador ver que ya hay tantos fundadores dispuestos a encarar ese desafío.
Dicen que con los años viene la sabiduría. Y si vamos a vivir hasta los 100, lo que se viene puede ser enorme. Para quienes invertimos en capital riesgo, la mejor jugada ahora es apoyar a las startups que están transformando el sistema de salud en algo más justo, preventivo y con visión de futuro.
*Con información de Forbes US.