Quién es Humberto Castro, el pionero en la producción de trufas patagónicas
Junto a su familia en Choele Choel, cuenta con un emprendimiento trufero. Son cinco hectáreas con 600 árboles inseminados, dos perras alquiladas y trufas que, en algunos años, llegan a pesar 365 gramos.

En la voz de Humberto Castro, y en cada tramo del relato de su historia, se le nota la paciencia, la fe y el entusiasmo, tres de los dones indispensables para cumplir sueños. Casi 10 años después de proyectar al cielo un deseo, su producción de trufas en una chacra rionegrina, es una realidad rentable. 

Como carta de presentación, este productor de Choele Choel se define como “un viejo loco de 74 años”. “Acordate tengo 74 -cuenta a Forbes- y cumplo 75 en plena cosecha de trufas, en julio. Mi nombre es Humberto Castro, nací en un pequeño pueblo de Arauco Chile, Curalinahue. Mi padre era pastor evangélico en los 50 y vino a Argentina. Tiempo después nos va a buscar y llegamos a Bahía Blanca a un barrio de inmigrantes”, relata el trufero.

Así se ven las trufas (Foto: Gentileza Humberto Castro).

Se recibió de técnico mecánico y trabajó de todo: fue soldador, carpintero, hizo planos en una fábrica como técnico. Tuvo oportunidad de estudiar Ingeniera en Chile pero la dictadura de Pinochet lo trajo de vuelta a Argentina y recaló en YPF, tras dar un examen. Cuando le dijeron en qué lugar prefería trabajar, eligió Choele Choel, porque le gustaba el Valle y porque allí estaría cerca de Chimpay donde hay una planta de bombeo. En esta empresa trabajó 22 años.

El sueño de las trufas comenzó a hacerse realidad, aun sin que él lo supiera cuando, en 1997, decidieron comprar una chacra con cinco hectáreas. “Hay una laguna donde vienen los cisnes de cuello negro. En el año 2000, plantamos pelones y cerezas pero era muy complicado”, recuerda.


El momento del milagro


En un programa de televisión, allá por 2006, Humberto descubrió algo que le llamó la atención. Un documental de los Pirineos revelaba cómo unos chanchos buscaban, en plan de cacería, algo en la tierra. Lo que rastreaban eran trufas, un producto que era el más caro de Europa. “Desde ese momento me picó el bichito y me dije por qué no podemos hacer esto en la Argentina”, revela. 

Para ese entonces, ya había un proyecto en la provincia de Buenos Aires. Humberto se daba a conocer como integrante de la Cámara de productores del Valle Medio con la idea de que eso fuera una carta de presentación. “Pero nada. Hay mucho secretismo, como misterioso. Pero yo soy medio gallego mezcla originario, soy bastante porfiado, ya tenía 60 años y buscaba lo que nadie me quería decir”, narró.

 (Foto: Gentileza Humberto Castro)

Se ve que tanto lo deseó que finalmente el destino le jugó a favor. “Era julio del año 2010, hacía mucho frío y yo fui a buscar el diario al ACA que está en la ruta. Choele es un pueblo de 16.000 habitantes, nos conocemos todos. Veo una camioneta con patente chilena y un hombre muy ofuscado pateando ruedas y escucho niños que lloraban. 'Perdóneme, qué pasó', le pregunto y me dice 'se me rompió esta huevada'. Como solemos hacer en esta zona, le dije 'quizá lo podía atender mi amigo mecánico, mientras tanto si quiere tengo una chacra a cinco kilómetros para llevar a la familia'".

Llegaron a la chacra y cuando está por irse, este hombre le preguntó si podía recorrer la finca. “'Qué buen lugar', me dice, qué aromas. Y larga la frase mágica, 'nunca usted pensó en producir trufas'”, revela Humberto. Resultó ser ingeniero forestal pero especializado en trufa, dueño de Biotruf en Chile.

Con la promesa de que le mandaría unas plantitas para probar, días después recibió una llamada en la que el ingeniero, cuyo nombre es Rafael Henríquez, le avisaba que estaba en el ACA con las cinco plantitas y algunos números de teléfonos fundamentales para arrancar.

Un sueño que se concreta

Tal como revela Humberto, su proyecto comenzó con 100 plantas y durante los últimos años aprendió a infectarlas para que se desarrolle el cuerpo fructífero del hongo tuber melanosporum. Hoy ya tienen 600 plantas.

 (Foto: Gentileza Humberto Castro)

Cada planta te puede dar una trufa de 20 gramos o una de cinco kilos, es la adaptación del hongo al suelo, a la humedad, al clima, al roble y a la encina, los que definen el desarrollo”, narra el productor rionegrino. Castro eligió las variedades Quercus robur y Encina, que tienen micorrizas del fruto.

Lo que aconseja es que hay que leer mucho, asesorarse, investigar. Castro contó con las recomendaciones de un amigo español de Teruel y “mucho libro y experimentación”. Incluso contó con la visita de las biólogas especializadas en el tema dela universidad de Esquel que dieron su visto bueno.

Sin embargo, la paciencia juega un papel preponderante. “Sembrás plantas, te desesperás porque recién a los 10, 11 años podés sacar y te puede dar un kilo por hectárea. Todo tiene que ver con todo, lo bueno es que tenemos los mejores suelos calcáreos y tenemos agua”, valora.

En cuanto a la recolección o la caza, como se define, se realiza durante los meses de junio, julio y agosto. Para ello se necesitan perros especialmente entrenados que se ocupan de rastrear cada ejemplar. Humberto no tiene propios pero cada año arriban los de Luis, un veterinario de Viedma.

 (Foto: Gentileza Humberto Castro)

Respecto a su producto, Humberto asegura que el aroma y el sabor son majestuosos. Con 100 gramos se puede hacer una rica comida para cuatro. Pero no solo va en un plato caliente sino que se la puede sumar a un whisky o al cognac o al helado y darle un exquisito tono ahumado. En 2019 cosecharon las primeras trufas negras de la Patagonia valuadas en 2.000 dólares el kilo. “Me puse a llorar, no lo podía creer”, resumió.


Qué son los diamantes negros


-La Patagonia cuenta con el suelo y clima ideal para convertirse en la “cuenca trufera más grande del mundo” asegura el productor.


-La variedad que tiene en su chacra de Paso Piedra, en el corazón del Valle Medio, es trufa negra de Perigord, que es la más buscada por la gastronomía mundial.


-La trufa es un hongo comestible del género tuber que nace bajo tierra y crece asociado a las raíces de diferentes árboles que lo hospedan. Deben ser encontradas por un perro adiestrado que detecta su fuerte aroma.

 (Foto: Gentileza Humberto Castro)


-Castro plantó 120 robles y encinas que le compraron a Agustín Lagos, dueño de Trufas del Sur. Paralelamente continua con la producción de cerezas, avellanas, nueces y almendras. 


-La cosecha dura tres meses. Ellos trabajan con perros adiestrados que las detectan por su aroma. “Huele la tierra, se para, araña y saca la trufa”, describió.


-Una vez que se recolectan en una canasta, se limpian con un cepillo bajo el agua para sacarles la tierra, se envuelven y se refrigeran.


-Es un producto cinco estrellas. Hay demanda en el país y en el exterior, en Europa y Brasil. Además, un gran mercado es Dubai y en todos los países árabes. 


-Un estudio del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca del Gobierno de Río Negro sostiene que el cultivo de trufas negras es muy rentable en pequeñas superficies, pero demanda mucho trabajo de mantenimiento. Deben darse ciertas condiciones como una luz solar determinada, correcta aireación del suelo, vigilar los niveles de humedad para evitar que el fruto se pudra o se seque y controlar las plagas.

 

*Fotos: Gentileza Humberto Castro