La elección presidencial en Chile no solo definió un cambio de liderazgo, sino que marcó un punto de inflexión en la relación entre política, economía y mercados financieros. La victoria holgada de José Antonio Kast, con cerca del 58% de los votos frente al 42% de Jeannette Jara, cerró un ciclo de alta incertidumbre institucional y abrió otro dominado por expectativas de mayor orden macroeconómico y un giro explícito hacia políticas promercado.
El resultado fue leído como una señal clara de fatiga social frente a años de reformas inconclusas, bajo crecimiento y deterioro en la percepción de seguridad. La alta participación electoral y la baja proporción de votos nulos reforzaron la legitimidad del triunfo, reduciendo el riesgo de un escenario de cuestionamiento político inmediato. Para los analistas, este dato no es menor: la política chilena venía arrastrando un déficit de credibilidad que se había traducido en primas de riesgo elevadas y decisiones de inversión postergadas.
Un mandato amplio, pero condicionado
Tanto Bradesco como Goldman Sachs coinciden en que Kast llega a La Moneda con un mandato sólido, aunque lejos de ser un “cheque en blanco”. Una parte significativa de su votación provino de electores que no lo acompañaron en la primera vuelta y que priorizaron temas concretos como seguridad, control migratorio y estabilidad económica por sobre una adhesión ideológica plena. Este matiz introduce un riesgo político relevante: defraudar a ese electorado volátil podría erosionar rápidamente el capital político inicial.
El Congreso refuerza esa lectura. La fragmentación parlamentaria obliga al próximo gobierno a construir acuerdos con sectores de centro y centro-derecha para avanzar en su agenda. Goldman Sachs subraya que la ausencia de mayorías claras convierte a la gobernabilidad en la principal variable a monitorear en los primeros meses de gestión, por encima incluso de los anuncios programáticos.
El gabinete como primera prueba
En ese contexto, el foco se trasladó rápidamente desde el resultado electoral hacia la conformación del gabinete. Para el mercado, los nombres pesan tanto como las ideas. Bradesco destaca que la designación de figuras técnicas y con credibilidad en las carteras económicas sería interpretada como una señal de moderación y pragmatismo, capaz de anclar expectativas y reducir la volatilidad política. En particular, el perfil del ministro de Hacienda y la relación con el Banco Central aparecen como piezas clave para sostener la confianza inicial.
Goldman Sachs coincide y agrega un elemento adicional: los primeros gestos políticos hacia la oposición y el centro serán tan relevantes como las decisiones económicas. Un estilo confrontacional podría trabar reformas y reactivar la percepción de riesgo, mientras que una estrategia más dialogante ampliaría el margen de maniobra legislativa.
Economía: estabilidad de base y expectativas en alza
Desde el punto de vista macroeconómico, el punto de partida es relativamente favorable. Goldman Sachs destaca que la economía chilena opera cerca de su nivel potencial, con inflación en trayectoria descendente hacia la meta del 3% y espacio para que el Banco Central retome el ciclo de recortes de tasas a comienzos de 2026. En este escenario, la política monetaria dejaría de ser un factor contractivo, aportando algo de oxígeno a la actividad.
Las proyecciones de crecimiento, sin embargo, siguen siendo moderadas. Goldman estima una expansión cercana al 2,4% en 2025 y algo superior al 2% en 2026. Bradesco, en cambio, introduce un sesgo más optimista condicionado a la mejora en expectativas: si el nuevo gobierno logra consolidar un marco regulatorio más predecible y acelerar proyectos de inversión, especialmente en minería, energía e infraestructura, el crecimiento podría acercarse al rango de 2,5%-3% en los próximos años.
El canal de transmisión, en ambos diagnósticos, es la confianza. Tras varios años de rezago frente a otros mercados de la región, Chile muestra señales incipientes de recuperación en la inversión, impulsada por proyectos ligados al cobre, energías renovables y obras públicas. La continuidad de esa tendencia dependerá menos del ciclo global y más de la política doméstica.
El desafío fiscal
El frente fiscal aparece como uno de los puntos más delicados del próximo gobierno. Kast prometió un ajuste del gasto de alrededor de US$6.000 millones en los primeros 18 meses y una reducción gradual del impuesto corporativo desde 27% a 23%. Goldman Sachs advierte que cumplir ambos objetivos simultáneamente será complejo, dado que la deuda pública ha aumentado desde niveles inferiores al 5% del PIB en 2008 a más del 40% en la actualidad y que el espacio presupuestario es limitado. @@FIGURE@@
La credibilidad fiscal, más que la velocidad del ajuste, será determinante. Un plan percibido como inconsistente podría reactivar dudas sobre la sostenibilidad de las cuentas públicas y neutralizar el impulso positivo inicial. En cambio, una estrategia gradual y bien comunicada podría reforzar la narrativa de normalización macroeconómica.
La reacción del mercado: optimismo con condiciones
Los mercados financieros reaccionaron con rapidez al resultado electoral. El interés por activos chilenos repuntó, impulsado por la expectativa de un entorno más amigable para la inversión. Bradesco describe la elección como un “shock positivo de expectativas” y proyecta, en un escenario base de gobernabilidad funcional, un potencial de alza cercano al 20% en dólares para el mercado accionario, apoyado en crecimiento de utilidades, expansión de múltiplos y una apreciación gradual del peso chileno.
En un escenario más optimista (con alto grado de coordinación política y ejecución efectiva de reformas) el upside podría ser considerablemente mayor. Pero el informe también advierte sobre el escenario opuesto: un gobierno atrapado en la fragmentación legislativa podría devolver al mercado a una dinámica de estancamiento y primas de riesgo elevadas.
Un punto de partida, no de llegada
La lectura conjunta de ambos informes converge en una idea central: Chile volvió al radar de los inversionistas, pero bajo una lógica de “esperar y ver”. El mercado ya descontó parte del cambio político, lo que resta dependerá de la capacidad del nuevo gobierno para traducir legitimidad electoral en resultados concretos.
La elección cerró una etapa de incertidumbre, pero abrió otra en la que la ejecución será el verdadero termómetro. En ese equilibrio entre política y economía se jugará si el actual optimismo se convierte en un ciclo sostenido o en un rebote pasajero.