El éxito de los peluches Labubus hizo mucho más que vaciar locales y alimentar una fiebre global. También disparó la fortuna de Wang Ning, el fundador y CEO de Pop Mart. Este empresario de 38 años, nacido en la provincia china de Henan y graduado en la Universidad de Zhengzhou, fundó la compañía en 2010. Lo que comenzó como un negocio de figuras coleccionables se transformó en un imperio internacional, con presencia en Europa, el Sudeste Asiático y Estados Unidos.
En diciembre de 2020, Pop Mart debutó en la Bolsa de Hong Kong. Desde entonces, sus ventas crecieron de forma sostenida gracias a su estrategia de cajas ciegas (productos que se venden en envases cerrados que no permiten saber qué modelo o versión contiene hasta abrirlo) y colaboraciones con artistas.
Pero fue la aparición de Labubu la que desató un salto sin precedentes. Según Bloomberg, el valor neto de Wang Ning aumentó en US$ 1.600 millones en un solo día, impulsado por la locura en redes sociales y el rendimiento bursátil.
Según Forbes, el patrimonio actual de Ning es de US$ 20.300 millones. El empresario ocupa el puesto 280° en la última lista de multimillonarios de Forbes, y el lugar 68° entre los 100 más ricos de China.
Peluches, colecciones y locura en TikTok
Las sonrisas traviesas y los dientes filosos de los Labubus, peluches con forma de monstruo, se convirtieron en un objeto de deseo. TikTok explicó en parte el fenómeno: miles de videos muestran colecciones completas, unboxings y la búsqueda desesperada del modelo "secreto".
Esta manía disparó los precios de reventa y consagró a Wang Ning como uno de los grandes ganadores del negocio de los juguetes.
El diseñador de los Labubus es Kasing Lung, un artista nacido en los Países Bajos y radicado en Hong Kong. En 2015 creó "La Trilogía de los Monstruos", un libro ilustrado donde apareció por primera vez este personaje. Cuatro años después, firmó un acuerdo con Pop Mart, una cadena china especializada en juguetes coleccionables. El formato elegido potenció la locura: cajas sorpresa que se venden a entre US$ 20 y US$ 30, donde quien compra no sabe cuál de todos los modelos le tocará.
TikTok tuvo un rol decisivo en ese crecimiento. El hashtag #labubu acumuló más de un millón de publicaciones, con 32.000 solo en la última semana en Estados Unidos. La dinámica se repite: videos que muestran cuál peluche salió en la caja, comparaciones entre modelos y sobre todo la búsqueda del Labubu secreto, una versión especial cuya probabilidad de aparición es de 1 en 72.
En ese circuito, cada modelo funciona como una pieza codiciada. La reventa se disparó al punto de que algunas versiones de edición limitada llegaron a ofrecerse por US$ 7.000 en eBay. En StockX, una plataforma donde los usuarios hacen ofertas, una colaboración con Vans trepó hasta los US$ 3.000 por unidad.
Confiscaciones, peleas y consumo desmedido
La situación también se tensó en los locales físicos. En California, Estados Unidos, una usuaria documentó el lanzamiento de un nuevo modelo y describió lo que llamó los "Juegos del Hambre de Labubu": filas desde muy temprano, discusión por los turnos y acusaciones contra quienes intentaban colarse. En los videos se ve a adultos discutiendo y empujándose por un peluche.
La exposición mediática recibió otro empujón con la participación de celebridades. Rihanna y Dua Lipa fueron fotografiadas con Labubus en sus manos, al igual que integrantes del grupo de K-pop Blackpink. Esa visibilidad generó un salto en Asia, donde las tiendas reportaron escasez casi total. En China, las autoridades aduaneras confiscaron 462 unidades que ingresaban de contrabando para la reventa. La demanda excedió los canales oficiales.
Pop Mart trabaja con distintos artistas para lanzar líneas exclusivas: además de Labubu, tiene series como Molly, Dimoo y Skullpanda, que también funcionan bajo el esquema de cajas sorpresa. Las figuras más económicas se venden a unos US$ 10, aunque las ediciones raras multiplican ese valor.
Pero la locura por estos peluches también provocó reacciones. Algunos usuarios de TikTok criticaron el consumo excesivo y la compra compulsiva de figuras. Un video con 250.000 me gusta señaló que quienes adquieren grandes cantidades o revenden probablemente no estén interesados en los personajes, sino en la popularidad que generan. Otro clip, con 350.000 me gusta, apuntó contra la imitación: "De verdad, no creo que les guste eso. Solo lo compran porque otros lo compran".
El caso de Labubu recuerda a otros fenómenos virales. En 2023, los vasos Stanley también generaron colas y escenas de pelea en locales por conseguir las nuevas versiones. Hubo incluso robos por valores que superaron los US$ 2.500 y ventas fraudulentas de modelos falsos como si fueran originales.
Esa lógica también se aplica a los peluches. El carácter aleatorio de las cajas ciegas alimenta el deseo por completar la colección. Cuanto más difícil es conseguir una versión, más se dispara su valor. Esa dinámica, sumada al respaldo de influencers y figuras públicas, consolidó a los Labubus como un ícono viral que va mucho más allá del universo infantil.
Hoy, los colmillos filosos y la mirada pícara de Labubu no solo conquistan videos. También alimentan una maquinaria comercial que transformó a un juguete en un negocio millonario.