Forbes Uruguay
María Inés Costa Saravia, técnica en diseño gráfico e inventora. Foto: Gentileza
Innovacion

La historia de la uruguaya que inventó un instrumento para mejorar su tejido durante la licencia maternal y llegó a las góndolas de Norteamérica

Mariana Malek

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María Inés Costa Saravia diseñó un artículo con la ayuda de una impresora 3D que hoy se comercializa en grandes mercados del mundo. Sus planes para producir en América Latina.

5 Septiembre de 2025 09.24

Durante su licencia maternal, la uruguaya María Inés Costa Saravia descubrió que su pasión por el tejido a crochet tenía un límite físico: la mano se le cansaba al sostener el hilo durante largas horas. Lo que parecía un obstáculo doméstico se transformó en el gérmen de una invención que el 4 de septiembre la llevaría a recibir el premio Ingenias Latam 2025, un galardón que busca visibilizar el talento femenino en innovación y propiedad intelectual en América Latina.

El dispositivo que creó —una herramienta que mantiene la tensión del hilo y mejora la precisión del tejido— nació como una solución personal y se convirtió en un caso de innovación patentada con alcance internacional.

Costa Saravia, técnica en diseño gráfico, entendió rápidamente que no había nada similar en el mercado. "Busqué algo que me ayudara y no encontré. Entonces pensé que quizás podía armarlo yo", contó a Forbes Uruguay. Fascinada por las posibilidades de la impresión 3D, decidió aprender a diseñar en programas gratuitos e imprimir sus propios prototipos.

No fue un proceso lineal: "En mi cabeza funcionaba perfecto, pero al imprimirlo no hacía lo que esperaba. Tengo un montón de prototipos que no sirvieron", señaló. Finalmente y tras varios intentos, llegó al diseño que hoy está patentado bajo un modelo de utilidad, categoría que protege mejoras funcionales de productos existentes.

De Uruguay a India, pasando por Estados Unidos

El siguiente desafío fue definir cómo llevarlo al mercado. Consciente de que la producción industrial en Uruguay era difícil de concretar, Costa Saravia optó por una estrategia de licenciamiento de patente. En lugar de fabricar y distribuir por cuenta propia, buscó vender el derecho de uso a una compañía con capacidad de producción y llegada al consumidor final.

La apuesta fue ambiciosa: se enfocó en Michaels, la mayor cadena minorista de manualidades de Estados Unidos y Canadá, con más de 1.200 tiendas y ventas anuales superiores a los US$ 5.000 millones. Tras contactar directamente a la empresa y superar la instancia de confidencialidad, logró cerrar un acuerdo para la fabricación y comercialización de su invento.

La empresa definió la producción inicial en Asia. En un principio, se habló de 11.000 unidades fabricadas en China, pero el contexto internacional —con nuevos aranceles a las importaciones chinas durante la administración Trump— llevó a que finalmente la manufactura se realizara en India, en una primera tanda de 5.500 unidades.

Ese volumen se distribuyó en el mercado norteamericano. Costa Saravia percibió regalías por invención, un modelo común en la industria que, sin embargo, deja al inventor con un margen reducido frente a la facturación global de las empresas. "El porcentaje para inventores es chiquito, pero es lo normal", explicó.

Aprendizajes de internacionalizar una patente

El acuerdo con Michaels supuso un hito: una innovación nacida en Montevideo llegó a las góndolas de uno de los mayores mercados del mundo. Pero también dejó lecciones. Al ceder la licencia, Costa Saravia perdió control sobre la difusión y el posicionamiento del producto. "No se mostró cómo funciona, ni se comunicó como yo lo hubiera hecho", admitió.

Esa falta de visibilidad en el mercado estadounidense le abrió otra reflexión: el potencial de desarrollar el negocio en América Latina ahora que la licencia cedida a la compañía norteamericana venció. "No puedo tejer sin mi aparato, y mi hermana tampoco desde que lo probó", ejemplificó y sostuvo: "En la región hay un público enorme para este tipo de innovación".

Hacia el futuro

Con el retorno del uso de su patente, la inventora explora ahora caminos para producir y comercializar su dispositivo desde Uruguay o América Latina, en un momento en que el tejido artesanal está en auge y mercados como Chile muestran un interés creciente.

"Recién estoy cayendo en lo que significa el premio. Me encantaría producirlo acá, en casa, porque siempre es más lindo y más meritorio", concluyó.

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