Sam Altman tiene razón: la próxima gran empresa no tendrá empleados ni oficinas, y llegará mucho antes de lo esperado
El modelo tradicional de startups entra en su recta final. Con una laptop, conexión estable y la ayuda de inteligencias artificiales, un solo fundador puede construir desde su casa un imperio de escala global. Las piezas ya están sobre la mesa. Lo único que falta es que alguien se anime a mover primero.

Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, contó hace poco que cree que la primera startup individual que valga mil millones de dólares la va a crear una sola persona con una computadora portátil, conexión a internet y un ejército de agentes de IA. Probé GPT-5 y ahora pienso que ese hito va a llegar mucho antes de lo que muchos imaginan, probablemente en 2028.

La imagen del fundador multimillonario está por cambiar. Se terminaron los equipos desmedidos. Se terminaron los títulos de la Ivy League. Se terminaron los fondos de inversión con cifras astronómicas. El próximo megaimperio va a salir desde la casa de alguien y lo va a manejar una sola persona, bien formada, con un ejército de agentes de IA, herramientas de automatización sin necesidad de programar y la posibilidad de difundir ideas por todo el mundo en tiempo real.

Los silos que exigían equipos separados para investigación, marketing, ventas y atención al cliente ya están siendo reemplazados por programas que funcionan las 24 horas desde la nube.

Cinco fuerzas que empujan hacia lo inevitable

Hay cinco factores que no solo vuelven esto posible, sino que lo vuelven inevitable. El primero es la irrupción de la IA agencial: programas autónomos y específicos que pueden guiar investigaciones, generar contenido, contactar con clientes, hacer análisis e incluso vender, todo sin pausas, cansancio ni burocracia.

El segundo tiene que ver con la combinación entre herramientas sin código y la orquestación de API. Esa mezcla les permite a los emprendedores armar sistemas de negocios completos y funcionales en cuestión de días, en vez de meses.

El tercero es el alcance que tiene hoy la distribución digital global.

Plataformas como X, LinkedIn y YouTube ya no funcionan solo como servidores de contenido. Ahora son servicios que le dan a cualquier persona acceso directo a un conocimiento profundo sobre cómo funciona la atención, con el potencial de llegar a decenas o cientos de millones.

El cuarto factor es la llegada de la micromonetización impulsada por IA para el público masivo. Se trata de suscripciones y servicios gestionados exclusivamente por inteligencia artificial, que pueden escalar sin los costos adicionales de sumar mano de obra humana.

Y, por último, aparece la caída del costo de la inteligencia. El trabajo intelectual empieza a valer lo mismo que el almacenamiento en la nube: una inversión accesible que modifica de raíz las reglas de la productividad.

El cambio no se frena

La tendencia ya se nota. Sam Altman lo dijo sin vueltas: la primera empresa unipersonal valuada en mil millones de dólares está por llegar. Y con la presentación reciente de GPT-5, esa idea suena más a pronóstico del tiempo que a futurología.

Los grandes nombres de la tecnología y los inversores ya están ajustando sus proyecciones. Otros, como Dario Amodei, de Anthropic, creen que ese escenario podría concretarse en 2026.

Según datos de Carta, menos de un tercio de las startups nuevas están lideradas por fundadores individuales, el doble que en 2015. Ese salto se explica por la disponibilidad y eficacia de las herramientas de IA.

Lo irónico es que el mayor desafío de construir este tipo de empresa no será el edificio en sí. A medida que los agentes de IA se vuelvan más capaces, desarrollar una plataforma operativa será trivial. El verdadero obstáculo serán las ventas: hacerse oír, generar confianza y convertir el interés en dinero.

Una nueva trayectoria inevitable para los fundadores

Esta nueva camada de fundadores va a seguir un camino que parece cantado. Van a empezar construyendo una audiencia y lanzando un servicio basado en IA pensado para una comunidad puntual. Con el tiempo, ese servicio se va a convertir en un producto, potenciado por una red cada vez más grande de agentes de IA, hasta quedarse con un nicho. Después vendrá la expansión a nuevos mercados verticales, con integraciones vía API y acuerdos comerciales.

Con el correr del tiempo, esa operación va a pasar de ser un servicio a una plataforma y, más adelante, a un ecosistema sobre el que otros van a construir.

Ese recorrido puede sonar ambicioso, pero cada vez está más cerca para cualquiera que esté dispuesto a moverse con urgencia y con foco. Ya están los elementos centrales: la automatización, el alcance global y los modelos de monetización. Lo que falta, en la mayoría de los casos, no son las herramientas para ejecutar, sino la voluntad y la ética de trabajo para hacerlo con la velocidad y precisión que exige el momento.

El fundador que tenga esas dos cosas no solo va a levantar un negocio sólido, sino que también va a marcar un nuevo rumbo en el mundo del emprendimiento.

La era del emprendimiento en solitario

De hecho, en la práctica, ya empezamos a ver señales claras de este cambio. El CEO de Replit lo llama "codificación dinámica": aplicaciones que se desarrollan en cuestión de horas, con indicaciones en lenguaje natural, en vez de semanas enteras de programación manual. Los aficionados se están transformando en creadores de productos de un día para el otro.

Al mismo tiempo, hay investigadores que ya hablan de la teoría de la "Revolución Individual", que muestra cómo la IA achica las barreras para emprender, acelera la adquisición de habilidades y reduce al mínimo la necesidad de recursos.

Lo más importante para entender este momento es que la IA no reemplaza el juicio humano, lo potencia. El gusto, la visión y la capacidad de inspirar a otros siguen siendo rasgos profundamente humanos. La automatización solo quita lo mecánico del camino. Y el fundador en solitario que use agentes de IA con inteligencia va a tener el poder que antes solo estaba al alcance de las empresas del Fortune 500.

Por eso, la primera startup individual valuada en mil millones de dólares ya no es una hipótesis. Es el desenlace lógico de las tendencias que estamos viendo. Sobra código. La inteligencia cuesta poco. La distribución no tiene límites. El único factor clave será la valentía para actuar antes de que el resto se despierte.

Y cuando llegue ese momento, no lo ganará quien tenga el "mejor código". Pertenecerá al fundador que sabe lo que importa, que ve claramente dónde otros dudan y que tiene la audacia de presionar "lanzar" antes de que se seque la tinta de su idea. Solo necesitarán determinación, optimismo y una computadora portátil. De todo lo demás se encargará un ejército de agentes.

El emprendimiento individual no solo no es un modelo marginal en la era de la IA, sino que es el modelo ideal. Para 2028, no será una sorpresa que surja una empresa unipersonal de mil millones de dólares. La verdadera sorpresa llegará cuando el resto del mundo intente seguir su ejemplo y con qué rapidez.

 

Nota publicada en Forbes US.