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La neurociencia de la alegría: por qué regular tu sistema nervioso es más efectivo que pensar en positivo

Ximena Araya-Fischel

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Las emociones no se gestionan solo con la cabeza: cada vez más estudios muestran que lo que comemos, cómo dormimos y hasta el ritmo cardíaco influyen más que cualquier mantra. La ciencia empieza a demostrar que el bienestar es, ante todo, una experiencia fisiológica.

28 Julio de 2025 18.30

Durante años nos dijeron que la felicidad era una cuestión de actitud, una forma de ver la vida o, con suerte, una práctica diaria. Pero hay algo mucho más profundo, preciso y corporal: la felicidad no vive solo en la cabeza, también está en el sistema nervioso. Desde la activación de la corteza prefrontal hasta las señales que viajan por el nervio vago, el cuerpo manda todo el tiempo mensajes sobre cuán seguro, conectado y estable se siente emocionalmente, aunque no nos demos cuenta.

Por eso, investigaciones recientes proponen que la felicidad no es una emoción pasajera, sino un estado físico que depende de cómo funcionan los ritmos autónomos, la flora intestinal, el sueño y hasta los hábitos digitales. La variabilidad de la frecuencia cardíaca (VFC), por ejemplo, es una señal concreta de cómo responde el nervio vago y se relaciona con una buena regulación emocional, menos inflamación y mayor claridad mental. En pruebas de laboratorio, las personas con una VFC más alta en reposo suelen rendir mejor cuando hay que concentrarse, tomar decisiones o recordar cosas, y se recuperan más rápido del estrés.

También hay estudios que vinculan la variabilidad de la frecuencia cardíaca, mediada por el nervio vago durante el sueño REM, con una mejor integración de la memoria emocional. En la práctica, un sistema nervioso bien regulado mejora el ánimo y cambia la manera en que el cuerpo procesa y transmite las experiencias emocionales. Si ese sistema está desajustado, llevar un diario de gratitud o cambiar la forma de pensar tiene un alcance limitado. En paralelo, un estudio global llamado Big Joy Project evaluó si pequeños "refrigerios de alegría" diarios —como expresar gratitud, dejarse sorprender o hacer actos de amabilidad— podían mejorar el bienestar en apenas una semana.

Con 17.000 participantes de 169 países, estas microprácticas con base científica mejoraron el ánimo, el sueño, la sensación de control y el sentimiento de conexión. Los beneficios fueron todavía más notorios entre los grupos más postergados. Los investigadores remarcan que la alegría es una habilidad que se puede desarrollar con intención.

La neurobiología de la alegría: cómo se siente la seguridad en el cerebro y en el cuerpo

En el centro del sistema nervioso que sostiene la alegría está la integración, sobre todo entre la corteza prefrontal —que se encarga de la autorregulación y la concentración— y la amígdala, que actúa como una especie de alarma del cerebro. En personas con un estado mental alineado con la felicidad, estas zonas se comunican de manera fluida. Eso permite una mayor agilidad emocional, mejor control de los impulsos y una mirada más clara sobre lo que pasa.

El nervio vago cumple un rol clave en esa integración. Une el tronco encefálico con el corazón, los pulmones, el intestino y el sistema inmune. Cuando tiene buen tono, transmite una señal de seguridad al cuerpo entero: baja el estrés, mejora la digestión y reduce la reactividad emocional.

Varios estudios muestran que una mayor activación vagal se asocia con mejores vínculos sociales, más confianza y una sensación de bienestar más alta. Una investigación publicada en Frontiers in Psychology señaló que esta mayor actividad vagal no solo puede reducir el estrés, sino también favorecer la intimidad emocional y la salud sexual. En otras palabras, tanto la alegría como el placer surgen de un cuerpo que se siente seguro.

Por qué la variabilidad de la frecuencia cardíaca, el tono vagal y la salud intestinal son los nuevos indicadores del ánimo

La variabilidad de la frecuencia cardíaca se transformó en un biomarcador clave para medir la resiliencia y la fortaleza mental. Una revisión publicada en 2024 señaló que entrenar la VFC mejora el ánimo, la concentración y los niveles de energía en distintos grupos de personas.

Además, el eje intestino-cerebro —esa autopista interna de doble sentido— sigue cambiando la manera en que entendemos el estado de ánimo. Algunas cepas como Bifidobacterium longum y Lactobacillus plantarum lograron reducir el cortisol, bajar la ansiedad y mejorar la capacidad emocional para enfrentar desafíos. Estos llamados "psicobióticos" ya se suman a suplementos diseñados para ayudar a equilibrar el estado de ánimo, promoviendo una flora intestinal más diversa y saludable.

¿Qué conviene sumar a la alimentación? Comidas integrales con buena carga de fibra, omega-3, vitaminas del complejo B y alimentos fermentados. Todos estos promueven una mayor diversidad intestinal y aportan precursores de neurotransmisores como el GABA y la serotonina. Estudios de neurociencia nutricional muestran que consumir alimentos fermentados de manera regular se relaciona con menos ansiedad social y mayor bienestar.

Bocaditos de alegría, cuidado corporal y mujeres que vuelven a conectar con la felicidad

La regulación emocional no depende solo del cuerpo. También se sostiene en cómo vivimos. Un informe de 2025 del Laboratorio de Tecnología Humana de Stanford indica que poner límites digitales —como reducir el tiempo frente a la pantalla a la noche o evitar el doomscrolling— puede aumentar la variabilidad de la frecuencia cardíaca y reducir la ansiedad, sobre todo en mujeres que cargan con el cuidado de otros y el trabajo emocional.

Bienestar, felicidad, pareja
La felicidad es estar presentes, aprender a regularnos y animarnos a bajar un cambio

 

Frente a eso, muchas personas con alto nivel de exigencia eligen herramientas como Apollo Neuro —un dispositivo que vibra suavemente para estimular el nervio vago—, Sensate —que usa sonido para la misma función— y apps de biofeedback como Elite HRV e Inner Balance. Todas permiten una regulación más inmediata y autónoma, en lugar de responder siempre desde la urgencia.

Además, las prácticas breves centradas en la gratitud, el asombro, la novedad y el vínculo con otros —respaldadas tanto por estudios científicos como por experiencias personales— ya se volvieron parte del día a día de muchas personas. Lejos de ser gestos menores, estos actos refuerzan la estabilidad emocional, bajan el estrés y aumentan la voluntad de ayudar a otros.

En conjunto, estas herramientas y microhábitos están cambiando la idea de felicidad: ya no se trata de alcanzar algo afuera, sino de regular lo que pasa adentro. La alegría, así, se vuelve algo medible, entrenable y profundamente corporal.

Cómo cultivar una práctica de felicidad desde el sistema nervioso

  • Medí tu variabilidad de frecuencia cardíaca con herramientas como WHOOP, Oura Ring o Garmin, y apuntá a mantener un nivel alto y constante.
  • Sumá todos los días esos "bocaditos de alegría": momentos breves de gratitud, asombro, amabilidad o reflexión con sentido. No llevan más de unos minutos y fortalecen la resiliencia emocional.
  • Cuidá tu microbioma. Incorporá alimentos fermentados, ricos en fibra y con buena carga de nutrientes para alimentar las bacterias que influyen en el estado de ánimo.
  • Usá la respiración como aliada. Probá ciclos de cinco segundos para inhalar y cinco para exhalar, con seis respiraciones por minuto, para activar el nervio vago.
  • Redefiní tu consumo digital. Poné límites claros al uso del celular de noche y usalo con intención para cuidar la calma de tu sistema nervioso.
  • Escuchá tu cuerpo. Prácticas como el rastreo somático, el movimiento suave o los escaneos corporales ayudan a restablecer la sensación de seguridad interna.

El futuro de la felicidad se siente en el cuerpo

Antes, la alegría se ataba a logros externos o a reprimir lo que dolía. Pero lo que viene es otra cosa. Nos pide no solo sentirnos bien, sino sentirnos lo bastante seguros como para poder sentirlo todo. La felicidad no es solo liviandad. Es estar presentes, aprender a regularnos y animarnos a bajar un cambio.

En un mundo que nos empuja todo el tiempo, tal vez el mayor acto de cuidado sea escuchar al cuerpo, respetar nuestros ritmos y confiar en la sabiduría que ya tenemos adentro.

 

*Con información de Forbes US.

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