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Las mil muertes de Nora Dalmasso. Foto: Difusión.
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Las mil muertes de Nora Dalmasso, histeria periodística y omisiones sin culpables

Matías Castro

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Una nueva miniserie del género true crime en Netflix pone sobre el tapete un viejo caso que resonó fuerte. Muestra una cara cruel y salvaje de la prensa, pero también omite información.

27 Junio de 2025 09.38

Nora Dalmasso —figura de la alta sociedad argentina— murió una sola vez, el 25 de noviembre de 2006. Sin embargo, el título de la miniserie que Netflix estrenó sobre ella refiere a muchas más, Las mil muertes de Nora Dalmasso. Los tres capítulos exploran el  motivo de esa expresión y dan un nuevo paso en el género del true crime aplicado a nuestra región. 

Sexo, asesinato y ricos tras la protección de un barrio privado son los elementos que formaron el caldo de cultivo que explica la historia de base. Nora Dalmasso, mujer prominente del universo de aquella alta sociedad que solía poblar revistas como Caras y Gente entre los ´90 y principios del 2000, apareció desnuda y muerta por asfixia con un cinturón de bata. Sobre la cama de su hija, para más morbo. 

Estaba sola en su casa en Río Cuarto, Córdoba. Su marido jugaba un torneo de golf en Punta del Este. Su hija estaba en Estados Unidos y su hijo pasaba el fin de semana con un amigo, lejos de allí, en la capital de la provincia. Hoy, casi veinte años después de un larguísimo proceso judicial, sigue sin juzgarse al culpable por un delito que prescribió y dejó sin zanjar la historia que apunta a un empleado circunstancial de la familia como autor del crimen.

De lo que se conoce, y en abundancia, es de la imagen de la familia a través de la prensa. Sobre eso trata verdaderamente esta serie. 

¿Quién lo habrá hecho?

En el género policial, dentro del que entrarían las historias de true crime, está el subgénero llamado "whodunit", que se apoya en la pregunta de quién cometió el crimen. Es más bien un recurso narrativo que puede ser aplicado a obras muy distintas, por ejemplo películas como Seven o Entre navajas y secretos (Knives out) o cualquier episodio de CSI. El ejemplo emblemático en literatura clásica aparece en las novelas de Agatha Christie. 

Con Las mil muertes de Nora Dalmasso, el espectador se enfrenta a una historia que promete una estructura similar a la de la miniserie documental Carmel ¿Quién mató María Marta? Otra muerte en un lugar exclusivo, en medio de la alta sociedad, que podía revelar las miserias detrás de vidas que solían ser ostentadas a través de los medios de prensa escrita. Sin embargo, el whodunit  sobre Nora queda rápidamente de lado. Y los responsables son los medios.

Su presencia agresiva desfigura la historia así como a la opinión pública. A medida que avanza la serie, es imposible dejar de lado la fiebre amarillista de las cámaras, micrófonos y movileros que siguen en jauría a los hijos y al viudo de Dalmasso. Uno de los varios momentos que impresionan es cuando la hija les pide a los gritos que los dejen solos, mientras que con su hermano quieren acercarse a la tumba de su madre. 

A esto se suma una cámara oculta que le hace inescrupulosmente la periodista María Julia Olivan al hijo de Dalmasso y también las incontables circunstancias en las que un enjambre de cámaras y micrófonos se pegan a las caras y cabezas de los integrantes de la familia cuando entran o salen de los juzgados. 

A lo largo de ese transcurso de años aparece un enfrentamiento entre la familia y la prensa en la que la sociedad de Río Cuarto, Córdoba, también participa. La familia es investigada, la prensa los acosa y lanza sospechas y acusaciones contra ellos (primero revelan que el hijo es gay y por eso lo colocan como sospechoso del crimen y luego amplifican una denuncia contra el viudo). Cuando los familiares lloran, son sospechosos, cuando no lloran, también lo son. 

Y en medio de eso, la sociedad se levanta en manifestaciones que acusan de corrupción a la justicia. Después de todo, alrededor de una familia notoria y adinerada los rumores y las teorías vuelan con un asesinato de estas características. En ese sentido, la periodista Claudia Peiró había realizado una reseña de la serie para Infobae, en la que emparentaba esta historia con la de la novela (y telenovela y películas) Peyton Place, cuya trama revelaba horrores y miserias de una pequeña ciudad. 

Las mil muertes de Nora Dalmasso. Foto: Difusión.
Las mil muertes de Nora Dalmasso. Foto: Difusión.

Responsabilidad sin responsabilidad

El fenómeno de las cámaras y periodistas atropellándose o apretándose para acosar a la familia, persiguiéndolos o rodeándolos, tiene más de una explicación. Por un lado está la impunidad que viene de la mano con el mal entendimiento del uso de la libertad de prensa y del derecho al trabajo. Esa libertad para informar deja de ser una herramienta para el funcionamiento de la sociedad y se convierte en competencia salvaje de medios, cuando se manifiesta en un joven que apenas puede caminar porque está rodeado por decenas de periodistas que le pegan cámaras y micrófonos a su cara; o en paparazzis que esperan durante horas, como buitres, frente a una casa para lograr una foto de los Dalmasso.

Eso ya no es periodismo, es una manifestación salvaje e impune de la competencia entre medios. Cada periodista en situaciones así lo justifica por un mecanismo que la sicología social explica bien, la desindividuación de la responsabilidad. Yo no soy responsable de apretarme contra el hijo de Nora, preguntarle si es verdad que es gay y ponerle una cámara contra la mejilla. Los responsables son todos los otros que me rodean tratando de hacer lo mismo. O los responsables son los jefes, que me piden que haga esto. El responsable es el libre ejercicio del periodismo. Nunca soy yo. 

Esa es la desindividuación. Es un fenómeno que aparece tanto en actos horrendos de la guerra como entre hinchas de fútbol.

Claro que estaba el contexto que le daba interés, con el caldo de cultivo que despertaba el morbo y alimentaba el fenómeno. Y por eso el caso resonó hasta en Uruguay. Sin embargo, ese caldo no tiene relación con la conducta de la prensa, pero forma parte sustancial de esta miniserie.

Emociones que suman, datos que faltan

Las mil muertes de Nora Dalmasso tiene la ventaja de ser relativamente corta. Son tres capítulos de menos de una hora. Seguramente las tendencias de las audiencias le dieron a Netflix y a otras plataformas la pauta de que ya no se sostienen aquellos exitosos true crime de hace años, como Making a murder, con diez episodios, o The jinx, con doce. Las historias deben concentrarse.

Pero en esa síntesis y ejercicio de foco, este repaso a la odisea que padeció la familia de Nora Dalmasso deja de lado numerosos elementos y despierta así otras preguntas. En cierto momento, se ve al viudo declarando frente al expediente judicial, torres de hojas y hojas acumuladas durante años. En otro momento, se menciona el largo del expediente y se vuelve inevitable sentirse intrigado por qué otros factores y personas habrán aparecido durante el proceso.

La miniserie se enfoca en las acusaciones sobre la familia y un pintor, más el enfrentamiento con la prensa. Se habla de otro posible sospechoso y de rumores, pero casi lateralmente. Cualquier otra persona indagada, cualquier pista o detalle en la escena del crimen queda fuera del relato. Si bien no hay alusión a los motivos de esta omisión, no es fruto de un descuido (el relato del documental, sus puntos de inflexión y revelaciones están muy bien planificados). Con expedientes del tamaño de los que se ven, daría la impresión de que hubo muchísimos más elementos aparte de una familia destruida por las acusaciones. 

Sin embargo, el peso que ejercen las imágenes del acoso de la prensa es tan grande que acaparan la atención y se roban el show. De esa manera, en lugar de informar, distraen. Porque sobre las malas prácticas de la prensa y el amarillismo, no se indaga demasiado, solo se lo muestra. Al menos en este documental tal y como está planteado. Porque de ese modo, cuando llega el final, lo que importa es lo emocional y no el whodunit. 

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