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Jeremy Allen White interpreta a Bruce Springsteen. Foto: Difusión.
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Qué ver: Springsteen, el elogio a un artista consecuente (y heroico)

Matías Castro

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La película protagonizada por Jeremy Allen White se suma a la larga lista de recientes biopics sobre músicos, pero se diferencia de ellas en cuanto a lo que retrata: la historia de cómo y por qué "El jefe" grabó un disco en un proceso casi terapéutico para sí mismo, Nebraska.

27 Octubre de 2025 09.54

Fantasmas. Si de espectros se trata la historia ¿es sobrenatural? Para el caso de Springsteen, música de ninguna parte, que acaba de estrenarse en salas, la respuesta es que no lo es. Aunque haya un fantasma que hostiga al protagonista y también un antagonista invisible. En el cine de terror, estos son lugares comunes que se repiten hasta al hartazgo. En una película biográfica como esta, son reflejos de la sicología del personaje. 

Son reflejos que lo elevan. 

Historia de una grabación solitaria

La película trata sobre el período en que Bruce Springsteen se dedicó a grabar su disco Nebraska, el quinto de su discografía, uno de los más personales y el más complejo de hacer después de un período ascendente. El comienzo es doble. La secuencia inicial se sitúa en los años 50, con un Springsteen niño que se ve obligado a ir a buscar a su padre alcohólico al bar. La segunda secuencia encuentra a un Springsteen en pleno show, durante un gran momento de fama. 

La dualidad queda planteada. Está el artista que ronda los treinta años, exitoso y respetado, y el hombre que, en su soledad, carga con el fantasma de su padre. Un padre que, además, está vivo, y que aparecerá en varios momentos de la historia presente y pasada. 

Jeremy Allen White parece ser la elección adecuada para interpretar al músico conocido como "El jefe". Más allá de la forma en que lo encarna, hay algo de ese trauma silencioso que lo acompaña y de la obsesión por lo que pretende hacer, que él encarna muy bien. En ese sentido hay puntos de contacto con su personaje en la serie El oso, donde con más griterío interpreta a un personaje que lidia entre el dolor heredado de su familia y las decisiones laborales antojadizas que van a contrapelo de toda razón. 

Cuando Springsteen grabó Nebraska dejó de lado las tomas realizadas en estudio por la E Street Band (que, oportunamente, este mes se relanzaron con el nombre de Nebraska Electrified) y eligió regrabar sus temas en un estudio de pocas pistas, solo y en su casa. Desde el punto de vista de la curiosidad, se lo considera como uno de los primeros discos notorios hechos por un artista en su casa y con pocos recursos técnicos (tal como Beck grabó el popular Odelay). 

En realidad, hay mucho más que esa curiosidad.

Jeremy Allen White interpreta a Bruce Springsteen. Foto: Difusión.
Jeremy Allen White interpreta a Bruce Springsteen. Foto: Difusión.

Springsteen se enfrentaba a la carga que arrastraba de su pasado, un costado de su identidad con la que sentía que había perdido contacto tras años de crecimiento hacia la masividad. Buscaba un proceso más íntimo de composición y también nuevas formas de tratar la escritura de sus letras. Lo que quería, en cierta forma, era purgar todas aquellas heridas con las que convivía y expiar, aunque sea temporalmente, su depresión, aspecto que siempre quedó de lado por la energía que despliega sobre el escenario.

Después de una gran gira, se replanteó su camino como artista y se enfrentó a sentimientos encontrados, por lo que se retiró a Nueva Jersey para componer y grabar de esa manera más casera. En el proceso de reconectarse con su pasado como hijo de la clase obrera, se dedicó a la lectura de literatura que lo guiara y a escuchar música que sintonizara con sus búsquedas. Escribió canciones de trabajadores que luchaban por el pan en el día a día sin lograr nunca una solución definitiva para sus vida; ciclo que, en cierto sentido, hace eco con las luchas de alguien que lidia con depresión. 

Se enfocó en la lectura de cuentos de Flannery O´Connor, en particular en aquellas contadas desde la perspectiva de niños. Gracias a esas lecturas, logró que sus canciones estuvieran más  conectadas con su infancia que antes. El disco no lo tenía a él en la tapa, no tuvo gira promocional ni ruedas de prensa. Salió de esa manera, porque Springsteen quería que hablara por sí solo.

El desafío de la película

La película lidia con un problema: intenta retratar el proceso de un artista que lidia con su depresión y casi no habla de ello. El antagonista es el mismo Springsteen, aunque tampoco expresa demasiado sus sentimientos ni sus pensamientos. Lo vemos en acción, como corresponde al buen cine, pero en algunos momentos se hace necesaria mayor expresividad verbal o que algunas escenas tengan otro tratamiento. 

Todo lo que ocurre se entiende, pero al tratarse de una figura retratada en momentos de introversión, las tensiones dramáticas pierden algo de peso. El director y guionista Scott Cooper ya había filmado el retrato de un músico conflictuado con su primera película Crazy heart, sobre un músico country alcohólico encarnado por Jeff Bridges. En aquel caso, al tratarse de un personaje ficticio, tenía más libertad para tratarlo y generar las situaciones dramáticas necesarias para lograr el impacto suficiente.

Bridges ganó un Oscar por su actuación en aquella película. Podría ser que Allen White reciba al menos una nominación. El desafío que cumple es grande, al ponerse en la piel de una figura real que lucha consigo misma, pero casi sin expresarlo en palabras ni en manifestaciones físicas. 

Lo más parecido a un antagonista en esta historia es el productor y el ingeniero de sonido, quienes le insisten y argumentan que la grabación que hizo rompe con lo que el público esperaría de él y que tiene una calidad menor en comparación a los discos anteriores. Para peor, a la hora de lanzar Nebraska, Springsteen deja de lado algunas canciones que serían después las más exitosas de toda su carrera como Born in the USA y Glory days.

Esos antagonistas, sin embargo, tampoco resisten mucho y lo acompañan en su proceso. 

Jeremy Allen White interpreta a Bruce Springsteen. Foto: Difusión.
Jeremy Allen White interpreta a Bruce Springsteen. Foto: Difusión.

Si bien se le pueden reprochar algunos aspectos narrativos (en particular una elipsis inexplicable de quince meses en un momento clave) lo cierto es que se trata de un digno elogio a un artista consecuente (tal como lo era la película sobre Dylan, Un completo desconocido) y al arte como forma de procesar los traumas. Es un elogio al disco y un rescate a esa parte de una carrera enorme. 

No por ello escapa a la tendencia de los abundantes biopics musicales de estos últimos años. En casi todos, la imagen de los protagonistas está siempre depurada, los defectos que se les muestran son tolerables y sus luchas internas o externas son siempre admirables (excepto en Priscilla, donde se veía el lado ruin de Elvis Presley). 

Es verdad que no todo artista admirado tiene por qué tener algo muy malo para mostrar en pantalla. Pero llama la atención la constancia de la forma en que se los muestra. Por un lado  estas películas explotan el interés del público por las vidas de artistas y, por el otro, se enfrentan a los límites del control de esas mismas figuras sobre las formas en que se los muestra en pantalla. Nada obsta a que tengan algo para aportar y que en muchos casos, como en esta, valgan la pena para disfrutar dos horas en el cine, así sea por la anécdota histórica o por el trabajo actoral.

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