El 11 de enero de 2017, nueve días antes de asumir por primera vez la presidencia, Donald Trump explicó cómo pensaba manejar su negocio multimillonario durante su mandato en la Casa Blanca. No vendería sus activos, tampoco los transferiría a sus hijos ni pondría en marcha un fideicomiso ciego con un ejecutivo independiente al mando. Pero había una línea que, según prometió, no pensaba cruzar: no firmaría nuevos acuerdos comerciales en el extranjero. "Durante el fin de semana", dijo el entonces presidente electo en una conferencia de prensa en la Torre Trump, "me ofrecieron US$ 2.000 millones para cerrar un acuerdo en Dubái, varios acuerdos. Y los rechacé", agregó.
Ocho años después, los Emiratos Árabes Unidos —donde están Dubái y Abu Dabi— se transformaron en una plataforma clave para la expansión internacional de la Organización Trump. Con Don Jr. y Eric como emisarios, el presidente y su familia firmaron al menos nueve acuerdos vinculados a ese país del Golfo Pérsico, varios con entidades estatales, y muchos surgidos a partir de relaciones comerciales construidas allí. Estas iniciativas —entre las que hay cinco contratos de licencia y tres ligados a criptomonedas— generarán cerca de US$ 500 millones en 2025, y unos US$ 50 millones por año en los siguientes períodos.
Se vienen más negocios. La familia Trump trabaja en un proyecto aún no anunciado en Abu Dabi que, según nuevos documentos, podría desarrollarse en el barrio de Al Raha Beach. Pero hay algo todavía más llamativo: los hijos del presidente buscan nuevas formas de aprovechar la fiebre de las criptomonedas para sacar más ganancias de sus propiedades.
Eric Trump, a cargo de las operaciones diarias de la Organización Trump, no escatima elogios para el país. "Los Emiratos Árabes Unidos son el mayor sueño de los promotores porque nunca dicen 'no' a nada", afirmó ante una audiencia numerosa en Abu Dabi el año pasado. "De hecho, siempre te animan a superar los límites. Y no hay lugar que haya crecido más rápido. No hay lugar donde haya sido más divertido trabajar que en los Emiratos Árabes Unidos. Es decir, si quieres construirlo, si puedes soñarlo, te lo permiten", señaló.
Claro que eso aplica si tu apellido es Trump. "Los líderes del Golfo saben cómo tratar con este presidente estadounidense", dijo un exdiplomático con experiencia en la región. "Lo aprendieron la primera vez, pero él mismo tenía limitaciones para solicitar dinero descaradamente. Ahora no tiene restricciones", expresó.
El clan inmobiliario más famoso de Estados Unidos desembarcó por primera vez en Medio Oriente hace unos 20 años, y lo hizo —¿dónde si no?— en los Emiratos Árabes Unidos. En ese momento, Dubái atravesaba una etapa de compras frenéticas que incluía la construcción de islas artificiales junto al centro de la ciudad, con formas que imitaban un mapa del mundo y una palmera. Para promocionar esos proyectos, los directivos de Nakheel —una empresa vinculada al gobierno— organizaron en 2004 un almuerzo en el Club 21 de Nueva York al que asistieron 75 potenciales inversores. Entre ellos estaba Donald Trump. "¡Están llenando el océano! ¡Increíble!", exclamó, asombrado. En 2008, Trump ya había cerrado un contrato de licencia con Nakheel, que dirigía el sultán Ahmed bin Sulayem, un empresario bien conectado cuya red de contactos en Estados Unidos incluía a Jeffrey Epstein.
El Trump International Hotel and Tower iba a ser el edificio más alto de la isla con forma de palmera. El proyecto incluía 4.600 metros cuadrados de espacio comercial, 378 habitaciones de hotel y 399 departamentos, uno de los cuales, según Trump, se había reservado para él. Las unidades salieron al mercado en junio de 2008, justo en un momento poco favorable. La crisis financiera golpeó con fuerza el mercado inmobiliario de Dubái, y el socio local de Trump habría cancelado el acuerdo en 2011.
Ese mismo año, el empresario Hussain Sajwani empezó a desarrollar un proyecto de 390 hectáreas en las afueras de Dubái, conocido como Damac Hills. Uno de sus colaboradores, Ziad El Chaar, se contactó con la familia Trump y consiguió un contrato de licencia para instalar un club de golf. En mayo de 2014, El Chaar fue a buscar a Trump al aeropuerto de carga Al Maktoum International, que en ese momento era la única pista de aterrizaje con capacidad para su avión. Durante el trayecto, Trump le hizo preguntas sobre la política estadounidense en Medio Oriente, lo que dejó a El Chaar con la sospecha de que el desarrollador inmobiliario ya tenía aspiraciones políticas.
Efectivamente, dos años y medio más tarde, Trump asumió como el presidente número 45 de Estados Unidos. Sajwani, jefe de El Chaar, festejó la ocasión en el Trump International Hotel de Washington D. C. Un mes después, Eric y Don Jr. viajaron a Dubái para la inauguración oficial del Trump International Golf Club. Durante su mandato, y al cerrarse a nuevos acuerdos internacionales, el negocio de las licencias quedó en pausa. La irrupción en el Capitolio del 6 de enero, ocurrida apenas dos semanas antes de que Trump regresara al sector privado, tampoco ayudó a reimpulsar su marca.
En 2022, la Organización Trump finalmente firmó un nuevo contrato de licencia para una comunidad de golf en las afueras de Mascate, Omán, en un proyecto desarrollado junto al sultanato. El acuerdo incluyó a una figura ya conocida: Ziad El Chaar, el excolaborador de Sajwani que había trabajado con los Trump en Dubái, ahora en la empresa saudita Dar Al Arkan. Fue a través de ese vínculo que Trump retomó la relación con Medio Oriente. El negocio cobró velocidad a medida que se perfilaba su regreso político.
Cuatro días después del mal desempeño de Joe Biden en el debate de junio de 2024, la división internacional de Dar Al Arkan anunció un acuerdo para llevar la marca Trump a Arabia Saudita. Semanas más tarde, sumaron otro en Dubái. Tras las elecciones surgieron nuevas oportunidades: dos contratos más en Arabia Saudita y un club de golf en Catar. Los ingresos de Trump por licencias subieron de unos US$ 7 millones en 2023 a US$ 45 millones en 2024, lo que elevó el valor de su negocio de marca de US$ 100 millones a US$ 500 millones en solo un año.
"Obviamente, es el hombre más poderoso del mundo", afirma Joo Kim Tiah, exsocio de Trump, quien trabajó con la familia presidencial en un contrato de licencia en Vancouver durante el primer mandato del presidente. "Mucha gente quiere tener acceso a él, incluidos los líderes gubernamentales. Y supongo que algunas de estas empresas piensan: 'Si tengo una asociación con Trump, entonces el gobierno local, si acaso, podría ser amable conmigo o abrirme puertas'", agrega.
No cuesta entender por qué alguien podría pensar así. El 7 de enero, apenas trece días antes de que Trump volviera a la Casa Blanca, el presidente electo recibió a Hussain Sajwani en Mar-a-Lago. El empresario emiratí, cuyas compañías le pagan al presidente cerca de US$ 6 millones al año en licencias y gastos de gestión, anunció un plan para invertir US$ 20.000 millones en la expansión de su negocio de centros de datos en Estados Unidos. "Fue una noticia increíble para mí y mi familia cuando fue elegido en noviembre", dijo Sajwani, vestido con traje oscuro y una corbata roja con el lema MAGA (Honra a Estados Unidos). "Llevamos cuatro años esperando aumentar nuestra inversión en Estados Unidos a una cantidad muy elevada", expresó.
Al remarcar la relevancia de los centros de datos en tiempos de inteligencia artificial, Trump le prometió respaldo a su socio comercial. "Tenemos poderes que no se utilizaron realmente en materia medioambiental", afirmó el presidente electo. "Si invierte más de US$ 1.000 millones en Estados Unidos, vamos a ofrecer revisiones aceleradas a todos", señaló. Sus hijos, Eric y Don Jr., notaron el potencial del negocio. Con una experiencia limitada en el sector de infraestructura tecnológica —su antecedente más cercano había sido una venta fallida de un depósito en Carolina del Sur—, fundaron al mes siguiente su propia compañía: American Data Centers. El plan, centrado en inteligencia artificial, tenía un parecido evidente con el de Sajwani.
Sin embargo, los Trump pronto redirigieron su estrategia en centros de datos hacia las criptomonedas. Se asociaron con una empresa de minería de bitcoin y la rebautizaron como American Bitcoin. "Nunca olvidaré haberles dicho", contó después Eric Trump, "'Escuchen, tiene que tener dos palabras. Tiene que tener 'América' y tiene que tener 'Bitcoin'", indicó. American Bitcoin empezó a cotizar en bolsa el mes pasado, con Eric al frente de la promoción. Destacó que la empresa podía usar energía barata de Texas para minar bitcoin a una fracción del costo de mercado. Los inversores se lanzaron con entusiasmo: la compañía, que perdió cerca de US$ 100 millones en el primer trimestre de 2025, llegó a valer más de US$ 13.000 millones en su punto más alto. Las acciones cayeron un 61 % desde ese pico, pero aun así Eric conserva una participación estimada en US$ 410 millones.
El director ejecutivo de American Bitcoin, Mike Ho, estuvo en Dubái la semana pasada durante una cumbre de inversión. Allá habló con un periodista de Arabian Gulf Business Insight, que informó que la empresa evalúa expandir sus operaciones de minería a los Emiratos Árabes Unidos. Ho también dijo que mantuvo conversaciones con Taqa, una compañía energética local, y con la firma de inversión ADQ. Ambas están controladas por el gobierno de Abu Dabi. Un vocero de Ho le dijo a Forbes que esas charlas ocurrieron antes del lanzamiento de American Bitcoin. No respondió a consultas posteriores sobre cuándo fue la última vez que la compañía se contactó con Taqa o ADQ.
Este caos forma parte del ritmo habitual en la nueva era Trump. Licencias inmobiliarias, relaciones diplomáticas y operaciones con acciones meme se entrelazan en una maraña de acuerdos, con la familia presidencial embolsando miles de millones de dólares. No hace falta que haya intercambios directos: los vínculos comerciales abren puertas a relaciones personales que luego terminan influyendo en las discusiones políticas. Así funcionaron durante décadas los actores de peso en la región del Golfo. Lo distinto ahora es que un presidente estadounidense se ubicó en el centro de esa red.
"Es el tipo de transaccionalismo con el que estos gobiernos se manejan con total naturalidad", dice el exdiplomático con experiencia en la región. "No porque sean profundamente corruptos, sino porque hay que estar del lado correcto de Washington, pase lo que pase. Esto es lo que exige Washington, así que arriésguen el hombro", remarca.
Los Emiratos Árabes Unidos esperan mucho de Estados Unidos: chips de inteligencia artificial de alto rendimiento, cooperación militar y un lugar en la mesa de negociaciones diplomáticas. Una de las personas que puede facilitar ese acceso es Steve Witkoff, amigo de Trump en el negocio inmobiliario, que ahora actúa como embajador informal del presidente en distintos frentes. Witkoff se asoció con Trump justo antes de las elecciones. Juntos cofundaron una empresa de criptomonedas llamada World Liberty Financial. Desde la victoria de Trump, la compañía recibió miles de millones, gran parte de ellos provenientes de los Emiratos Árabes Unidos.
En abril, DWF Labs —una firma de trading de alta frecuencia que acababa de anunciar el traslado de su sede a los Emiratos Árabes Unidos— comunicó la compra de US$ 25 millones en tokens. Poco después apareció la Fundación Aqua1, una entidad de origen incierto que aseguró haber adquirido otros US$ 100 millones en junio. Aunque se desconoce el origen de los fondos de Aqua1, la organización publicó un comunicado en el que destacaba su alineamiento con la agenda económica del gobierno de Abu Dabi. Entre ambas operaciones, los acuerdos con DWF y Aqua1 habrían generado unos US$ 94 millones para la familia Trump y US$ 16 millones para los Witkoff.
En mayo, Eric Trump y Zach Witkoff —herederos de ambos clanes— participaron en una conferencia sobre criptomonedas en Dubái. Zach, vestido con un traje color crema de solapas anchas, anunció que MGX, una empresa presidida por el vicegobernador de Abu Dabi, usaría la stablecoin de World Liberty para concretar una inversión de US$ 2.000 millones en Binance, la plataforma de intercambio de criptomonedas.
Esa decisión implicaba, en los hechos, que World Liberty recibiría un depósito multimillonario que podría generar, por ejemplo, US$ 80 millones anuales en intereses. Eso permitiría valorar el negocio de las stablecoins en unos US$ 690 millones. El jueves, Trump indultó al fundador de Binance, el multimillonario Changpeng Zhao. Ante la consulta sobre si sus negocios tuvieron que ver con esa decisión, el presidente respondió: "Mucha gente dice que no era culpable de nada". En realidad, el propio Zhao se declaró culpable en 2023 por no implementar un programa adecuado contra el lavado de dinero.
Trump no es el único que enfrenta preguntas por posibles conflictos de intereses. En una entrevista con 60 Minutes publicada hace una semana, Steve Witkoff minimizó esas preocupaciones mientras colaboraba con su yerno político, Jared Kushner, cuya firma de inversión —valuada en US$ 5.400 millones— recibe buena parte de su financiamiento de países del Golfo, incluidos los Emiratos Árabes Unidos.
"Lo que la gente llama 'conflictos de intereses', Steve y yo lo llamamos 'experiencia y relaciones de confianza que tenemos en todo el mundo'", dijo Kushner. Witkoff, por su parte, celebró el reciente alto el fuego en Gaza y agregó: "Habíamos estado hablando por teléfono con todos los líderes de esos países. No estábamos hablando con subalternos ni con lugartenientes allí. Hablábamos directamente con quienes toman las decisiones finales".
La familia Trump apenas empezó a aprovechar las ventajas de combinar sus distintos negocios. Se espera que, en algún momento, los hoteles Trump acepten monedas digitales. Michael Saylor, multimillonario del mundo bitcoin y pionero en la movida de Wall Street de sumar criptomonedas a los balances de empresas que cotizan en bolsa, le propuso una jugada a Eric Trump mientras charlaban en la terraza de Mar-a-Lago. "Me dijo: 'Eric, acá está la jugada'", contó el hijo del presidente durante una conferencia a comienzos de este año. "'Tenés que hipotecar Mar-a-Lago ya mismo. Tenés que invertir US$ 2.000 millones en Mar-a-Lago ya mismo, e invertir en bitcoin'. Y yo le dije: 'No sé, si hipoteco la casa de mi papá ahora mismo... no estoy seguro de si le va a hacer gracia'", relató.
Pero hay una alternativa más segura —y tal vez más rentable— en el horizonte para la primera familia: encontrar la forma de llevar sus activos inmobiliarios a los mercados donde circulan las acciones meme, los operadores de poder en Washington y, claro, los líderes extranjeros interesados en hacer negocios con el presidente de Estados Unidos. Si ese grupo está dispuesto a inyectar miles de millones en activos con el sello Trump que no generan ingresos, imaginá cuánto podrían llegar a valorar aquellos edificios que sí lo hacen.
Esto no es solo una idea teórica. En una entrevista con CoinDesk publicada en YouTube la semana pasada, Eric Trump reveló que está trabajando activamente en la tokenización de un edificio, con el objetivo de ofrecer pequeñas participaciones como activos digitales. Presentó la iniciativa como una forma de eludir a los grandes bancos, cuyas evaluaciones rigurosas y tasaciones a distancia pueden ser una molestia para desarrolladores con inclinación a exagerar el valor de sus propiedades.
Esto no es solo una idea sobre el papel. En una entrevista con CoinDesk publicada en YouTube la semana pasada, Eric Trump contó que está trabajando activamente para tokenizar un edificio, permitiendo que se compren pequeñas participaciones como activos digitales.
Presentó el plan como una alternativa frente a los grandes bancos, cuyas evaluaciones minuciosas y tasaciones remotas, dijo, pueden resultar molestas para desarrolladores inmobiliarios con tendencia a inflar el valor de sus proyectos.
Eric Trump apenas puede disimular su entusiasmo. "¿Quién quiere unirse?", lanzó en la entrevista con CoinDesk. "¿Quién quiere compartir esto? ¿Quién quiere comprar una millonésima parte de ese edificio e invertir US$ 1.000? Y ser parte de nuestro éxito juntos, ¿verdad? Y de repente, puedes tener ventajas. Cuando se alojan en la torre, cuando se alojan en el hotel, pueden disfrutar de cenas gratis. Pero hay gente que quiere tener una participación en la propiedad"concluyó.
Especialmente en los Emiratos Árabes Unidos.