En una noche que ya es considerada un punto de inflexión en la política internacional, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que aviones estadounidenses bombardearon tres instalaciones nucleares clave en Irán: Fordow, Natanz e Isfahan. La operación, ejecutada con los gigantescos bombarderos B-2 y "una carga completa de bombas" sobre Fordow, buscó desmantelar la capacidad de enriquecimiento nuclear de la República Islámica y frenar lo que Washington considera una amenaza inminente para la seguridad global.
De acuerdo a expertos, los únicos que tienen la capacidad de destruir la profundidad de la montaña, es la Fuerza Aérea de los EE.UU.
"Esta noche puedo informar al mundo que los ataques fueron un éxito militar espectacular. Las instalaciones clave de enriquecimiento nuclear de Irán han sido completamente y totalmente obliteradas", declaró Trump en un mensaje televisado desde la Casa Blanca. El mandatario fue enfático en su advertencia a Teherán: "Irán debe ahora hacer la paz. Si no lo hace, los futuros ataques serán mucho más grandes y mucho más fáciles. Esto no puede continuar. Habrá paz o habrá una tragedia para Irán mucho mayor de la que hemos presenciado en los últimos ocho días".

La decisión de Trump de involucrar directamente a las fuerzas armadas estadounidenses en el conflicto representa un giro radical respecto a su promesa de campaña de evitar nuevas guerras en Medio Oriente. Es la primera vez desde 1979 que un presidente estadounidense ordena ataques aéreos sobre instalaciones estratégicas dentro de Irán, un hecho que eleva la tensión regional a niveles inéditos y pone a prueba la capacidad de contención de las potencias globales.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no escatimó elogios hacia Washington: "Felicitaciones, presidente Trump. Su valiente decisión de atacar las instalaciones nucleares de Irán con el poder impresionante y justo de Estados Unidos cambiará la historia", afirmó en un mensaje oficial. Netanyahu insistió en que la "promesa de destruir el programa nuclear iraní se ha cumplido" y calificó la acción conjunta como "un pivote histórico que ayudará a llevar a Medio Oriente y más allá hacia un futuro de prosperidad y paz".
La reacción iraní, sin embargo, fue de condena absoluta y desafío. El ministro de Relaciones Exteriores, Abbas Araghchi, acusó a Estados Unidos de cometer "una grave violación de la Carta de la ONU" y advirtió que "Irán se reserva todas las opciones para defender su soberanía, intereses y pueblo". Desde el Parlamento iraní, el asesor Mehdi Mohammadi minimizó el impacto: "Las instalaciones de Fordow habían sido evacuadas hace tiempo y los daños no son irreversibles", sentenció, añadiendo que "no se puede bombardear el conocimiento".
La operación se produce tras una semana de deliberaciones en la Casa Blanca y una escalada de ataques entre Israel e Irán desde el 13 de junio. Trump había dado a Teherán un plazo de dos semanas para encontrar una solución diplomática, pero la falta de avances y la presión de aliados como Israel precipitaron la decisión militar.
El Congreso estadounidense mostró una división marcada: mientras figuras republicanas salieron a celebrar la "acción decisiva" de Trump, otros críticos advirtieron que el presidente podría haber excedido su autoridad constitucional al lanzar un ataque de tal magnitud sin la aprobación legislativa previa.
Repercusiones globales y económicas
La intervención estadounidense eleva el riesgo de represalias iraníes contra bases y activos militares de EE.UU. en la región, así como posibles ataques a la infraestructura petrolera clave del Golfo Pérsico. El mercado energético ya ha reaccionado con volatilidad y un alza en el precio del crudo, ante el temor de interrupciones en el suministro desde la región más estratégica para la producción mundial de petróleo.
La comunidad internacional, por su parte, observa con preocupación el potencial de una escalada aún mayor, que podría involucrar a otras potencias y comprometer la seguridad global. El futuro inmediato dependerá de la capacidad de las partes para evitar una espiral de represalias y de la presión diplomática para retomar el camino de la negociación.