Si existe un término que, a pesar de ser reciente, ya puede ser considerado retro, es cool. Lo cool fue sustituido por otros atributos más o menos similares y es una etiqueta muy identificable con un período. En concreto, cool es una palabra muy noventas, muy dos miles. El documental Vice is broke, disponible en Mubi, explora ese aura que supo tener el multimedio medio al que llegamos por redes, por el cable o por su revista impresa.
Una revista de nombre dudoso
Lo que hoy es Vice Media Group fue, en su inicio, una revista de periodismo radical surgida en Canadá. Sin adelantar aquí muchos detalles, se puede decir que el documental cuenta que el origen de su nombre es un tanto irregular y surge de una deformación de Voice, una revista en la que trabajaban los tres fundadores de Vice.
Periodismo radical no es una etiqueta formal, sino que es un modo de describir la clase de artículos que escribían y las aproximaciones que tenían sus periodistas hacia sus temas o entrevistados. Cualquier historia inusual, desafiante, shockeante, tabú, controvertida o invisible, era bienvenido. Cualquier enfoque, incluidas las guías de prácticas sexuales, se admitían. Entre 1994 y 2005, la revista fue creciendo y pasó de ser un medio alternativo a una publicación de referencia.
En ese camino trasladaron sus oficinas a Nueva York, recibieron una fuerte inversión y se convirtieron en sinónimo de lo cool en prensa escrita. Sus temas y su tratamiento gráfico la hacían muy atractiva y también la dotaban de un aura distintiva. Si se leía Vice o se hablaba de ella, la persona quedaba irradiada. Quienes escribían ahí pasaban por periodistas con actitud, atrevidos, osados, herederos de Hunter Thompson en trabajos donde ellos mismos se metían en el centro de sus reportajes y se arriesgaban en terrenos inusuales para la prensa.
Desde ese lado, la revista ofrecía una alternativa a lo que proponía parte del resto de la prensa. Eso lo supo ver el director Spike Jonze (director de ¿Quién quiere ser John Malkovich?, infinidad de emblemáticos videoclips y cocreador de Jackass), autor también cool. La propuesta que les hizo fue extender su modo de hacer periodismo hacia el terreno del audiovisual.
Se aliaron, entonces, con MTV (otra empresa que supo ser cool y consagrar quién lo era y quién no) para crear una medio de televisión por Internet. Montaron un pre streaming, digamos. Así surgieron una gran cantidad de programas que tuvieron un impacto muy alto, de la mano de la expansión de YouTube.
Entre el 2010 y la pos pandemia, Vice no paró de recibir inversiones, entre ellas una de Rupert Murdoch, que potenciaron su producción y multiplicaron sus oficinas. Hace cuatro años se llegó a afirmar en la prensa que Vice Media Group era la compañía independiente dirigida a jóvenes más grande del mundo. Lo haya sido o no, la verdad es que fue grande, tuvo oficinas en 35 ciudades del mundo y unidades de contenido digital, cine, televisión, servicios de noticias y servicios de creación de contenidos publicitarios.
Hasta que llegó el momento de declararse en bancarota. Y ahí entra en acción Eddie Huang, el director, protagonista y narrador de este documental.
Un realizador que sobrevive
De familia taiwanesa y nacido en 1982, Edward Huang es chef, fallido empresario gastronómico, autor, seudo celebrity, abogado de profesión y figura de Vice. Se podría decir que es un emprendedor y, al mismo tiempo, que es una figura que improvisa lo que puede. Vice is broke nace, en cierta forma, como improvisación ante sus problemas.
Luego de numerosas iniciativas, incluida una tienda de ropa, Huang escribió un libro de memorias y, con cierto éxito, pasó a la televisión como figura y conductor. En 2014 hizo para Vice un programa que tenía el nombre de sus memorias y un par de años más tarde creó otro programa llamado Huang`s World, en el que recorría lugares y mostraba la gastronomía como un elemento igualador a nivel socioeconómico.
Su maestro fue el influyente Anthony Bourdain, también chef, autor, dueño de restaurantes y figura mediática de la Tv y el cable. Bourdain aparece muy lateralmente en Vice is broke, aunque el documental está dedicado a su memoria. Quien aparece más es Gavin Mcinnes, cofundador de Vice, una persona de opiniones por lo menos controvertidas a la que parece importarle mucho más el dinero y el aura de su empresa que el mismo periodismo.
A través de Mcinnes y su peculiar carisma es que el documental se vuelve interesante. Huang incluso lo utiliza para lavar su propia imagen, ya que también ha sido centro de polémicas con sus seudo chistes acerca de negros y mujeres. Lava un poco su imagen cuando cuestiona cara a cara a Mcinness, quien ha sido muy frontal en sus opiniones sobre el rol de las mujeres (a contrapelo de lo que cabría imaginar del cofundador de un medio aparentemente progresista) y también pone en cuestión algunas prácticas turbias de Vice.
Huang va entrevistando a distintos participantes de Vice Media, entre directivos un poco dudosos y periodistas que relatan situaciones y modos de trabajo complejos, hasta que compone una panorámica sobre un medio que, como se dice, supo ser faro guía para los millenials (de Estados Unidos, al menos). En buena medida, el riesgo de Vice fue tomado en base a grandes inyecciones de capital y en la confianza de que aparentar ser cool lo es todo para llegar a ese dinero, mientras que la esencia no importa tanto.
Aparecen historias insólitas sobre periodistas en Libia, enfrentamientos con otros medios o reacciones ante ofertas de compra del medio. Da la impresión de que, sin importar su tamaño, había algo poco serio en la empresa, algo que aparentaba ser salvaje e independiente, pero que, en el fondo, se trataba de algunos dueños más interesados en contar billetes y mirarse el ombligo que en cualquier otra cosa.
Vice le debía dinero a Huang y esto lo descubre de una manera insólita, revelada en el documental. Su película es una respuesta a eso. Es su manera de cobrarse esa deuda. A su manera, que por momentos es un poco desprolija o bizarra, Vice is broke refleja cómo el mal manejo de un medio que tiene mucho potencial y un gran prestigio generacional, puede hacer que el trabajo de muchos periodistas y el riesgo que adquirieron se vuelvan relativos.