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The Temple Bar
Negocios

Temple Bar: la cervecería que ya tiene 35 locales en el país aterrizó en Miami y sueña con recibir a Messi en su barra

Soledad Vallejos

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La marca tiene una fábrica propia donde se producen unos 120.000 litros de cerveza por mes que abastecen a todos sus locales; la inversión de una franquicia parte de los US$ 100.000.

02 Agosto de 2023 12.16

En 2010 compraron el Temple Bar, el clásico bar irlandés que ya formaba parte de los templos cerveceros que marcaron el ritmo de los after office porteños, junto con The Kilkenny, Down Town, John John y también Shamrocks. Al año, ya habían recuperado la inversión y abrieron otro local más en Recoleta. Nunca dejaron de invertir, ni de crecer: Temple Bar hoy tiene 35 locales en distintas ciudades del país y otras diez aperturas más están proyectadas para este año. Todas son franquicias.

El año pasado, la cervecería aterrizó en Estados Unidos, y así la marca pisó el mercado internacional en el barrio de Wynwood, en Miami, que ganó fama mundial por su arte callejero. Ahora, Juan Chereminiano, Facundo Imas, Bruno Anania y Juan Nielsen sueñan con el día en que Lionel Messi vaya con sus hijos a comer una hamburguesa. “Ojalá. ¡Me muero si sucede! Es difícil pero nunca digas nunca. Esas, esas cosas no se programan, pasan... Vamos a intentar hacerle llegar unos packs de birra a ver si lo tentamos”, dice Chereminiano, uno de los cuatro socios dueños de la marca, que repasó el crecimiento y los hitos de Temple Bar durante más de una década -pandemia de por medio- hasta hoy, con el lanzamiento de una nueva versión de la Wolf IPA, que es la cerveza más vendida de la marca, pero ahora en su versión sin alcohol. “Es nuestra flagship [o caballito de batalla en criollo], una IPA super lupulada que ahora llega en su formato 0% alcohol. Es un mercado que queremos empezar a explorar”, desafía el emprendedor.
 

-¿Es cierto que no sabían ni pinchar un barril de cerveza cuando compraron Temple Bar?


Es verdad. Cuando compramos el Temple Bar original, en 2010, veníamos de otro tipo de bar, más de noche, gente del interior, donde solo vendíamos tragos y cerveza en botellitas, en Palermo. Un año antes nos lo habían ofrecido a más de US$ 100.000. No teníamos ni un 10% de esa plata ahorrada. A mitad de 2010, el dueño, con el que teníamos relación por otro trabajo, ya venía cansado del negocio y quería abrirse. Nos llama un viernes al mediodía y me dice que había pensado en nosotros como última alternativa, que el próximo paso era rematarlo y que ya tenía la publicación del diario preparada. Me pidió US$ 25.000.

Me quedé duro escuchándolo, pero apenas corté llamé a mi socio y fuimos a verlo. Cuando lo recorrimos, no podíamos creer lo que había en el inventario. Sillones Luis XV, mobiliario de primera calidad, decoración muy difícil de conseguir ya en esos años. Mucho equipamiento, todo funcionando perfecto, hasta un escenario para bandas. Cuando bajamos al subsuelo, tenían stock de bebidas como para pasar dos apocalipsis zombies. Sacamos la cuenta a ojo y dijimos… 'Si nos va mal, vendemos esto y recuperamos la guita'. 

Hicimos un par de llamadas, juntamos lo que nos faltaba y lo compramos. El lunes siguiente estábamos abriendo nosotros y tirando birras. Ni sabíamos pinchar un barril, literal. Fueron unos primeros meses muy intensos pero cambiamos conceptualmente varias cosas, rejuvenecimos la marca, siempre aprovechando el nombre, la relanzamos  y apuntamos a nuevo público. Al año habíamos recuperado la inversión y juntado capital para poner el segundo local. Ahí abrimos en Recoleta.


-¿En qué momento dejó de ser una aventura de tres amigos para convertirse en un negocio?

Desde un comienzo sabíamos que queríamos vivir de esto. Nosotros nos definimos como una empresa de entretenimientos, porque de verdad creemos que vendemos experiencias donde la gente la pasa bien. Nunca nos sentimos 'gastronómicos', y creo que mirando 15 años para atrás, sentimos que somos parte de esa nueva generación que entró en esta industria local con una idea diferente de cómo hacer empresas. Me acuerdo que cuando teníamos el primer local con Facu [Imas], seguimos trabajando en relación de dependencia hasta que pudimos sacarnos un sueldo acorde a nuestra situación. Y en el trabajo nos preguntaban cómo andaba “el bolichito ese”, y a mi me agarraba una bronca tremenda. 'Es una empresa', les decía. 'No tengo un boliche'. 

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-¿Tenían alguna marca como referencia a seguir?

Siempre nos gustaron los bares. En ese momento nos encantaba Milion, Kilkenny, Shamrocks. Íbamos mucho a afters office y lugares de ese estilo. Pero también registrábamos lo que pasaba afuera. Y, obviamente, fantaseábamos con conocer el Temple Bar de Dublin. Mirábamos mucho una cadena inglesa que se llama Fullers, que como cotizaba en bolsa podíamos bajar los informes donde contaban la gestión, la estrategia, los planes. Siempre fuimos un poco nerds en ese sentido. 

-¿Cuántos locales propios llegaron a tener hasta saltar al formato de franquicias?

En 2010 comenzamos con Temple Centro, 2012 abrimos Recoleta y 2013 Palermo. Ahí la marca comenzó a hacer ruido y, con 3 locales y una pata en Palermo, sentimos que habíamos dado un salto, que habíamos cambiado de escala. En 2015 comenzamos a explorar el tema franquicias. Se suma Juanchi [Nielsen], el cuarto socio, que venía de trabajar en Pernod Ricard, aportando la fuerza comercial.  Hacía ya dos años que teníamos manual de franquicias, estábamos teniendo entrevistas con interesados pero no estábamos muy convencidos de darle la marca a un desconocido. Nos juntábamos con gente que quería poner un local pero no sabía si era un laverap, una cafetería o una cervecería. Y eso nos espantaba. Hasta que un colega nos presenta a uno de sus mejores franquiciados, en Córdoba. Y Juanchi que era el que más insistía nos convence para que probemos. Fue una bomba. La rompió. Ahí encontramos otro modo de relacionarnos con emprendedores y empresarios como nosotros. Fue muy de boca en boca y, sobre todo, de feeling personal. 

En 2020, pandemia de por medio, hubo que recalcular, y luego decidimos franquiciar los locales propios y hacernos fuertes en gestión, marca y servicio. Nos sirvió mucho salir de la operación para poder darle más lugar a la marca, a los planes, a profesionalizar la estructura.

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-¿Cómo fue la decisión de tener una fábrica propia para abastecer a los locales?

Hoy vendemos el 90% de la producción a nuestra cadena, y la historia detrás de la fábrica es tremenda. En ese momento ya teníamos siete locales. Trabajábamos con cerveceros que nos hacían una receta de cada estilo para nosotros. Pero habíamos crecido mucho y ya nos generaba un problema trabajar con varios cerveceros distintos y mantener una calidad pareja. Se nos acerca un grupo inversor para que hagamos juntos el proyecto de Temple Brewery, y luego de vueltas y mil dudas, avanzamos. Casi seis meses armando el business plan, consultoría, investigación sobre equipos, planta, procesos. Firmamos un alquiler por diez años en un predio en Pilar. Armamos la sociedad, y el día que había que ir a la escribanía a firmar con los inversores nos llega un mail a las 10 de la mañana avisando que se bajaban del proyecto. Pensamos que era una broma. No podíamos creer lo que estaba pasando. Estuvimos casi un día en shock. Nos juntamos en la oficina, hicimos un poco de catarsis y nos propusimos dar vuelta la página y revertirlo. Agarramos la pizarra y empezamos a hacer una lista de gente que podía sumarse, desde mi suegro hasta amigos de amigos que sabíamos que les gustaba la marca. Necesitábamos mucho capital. Primer contacto, mi suegro y mi cuñado. Adentro. Segundo llamado, un empresario amigo que nos dice que el proyecto le encantaba y que no habláramos con nadie más. Hoy es nuestro socio y puso gran parte de lo que necesitábamos para que el proyecto sobreviva.

-¿Cuál es la inversión actual para abrir un local? 

En la Argentina, puede ir de US$ 100.000 a US$ 180.000. En el exterior puede ser un poco más dependiendo el país, como Estados Unidos. En España es más parecido al mercado local. 

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-¿Cuánto se tarda en recuperar el capital invertido? 

Todos los proyectos que encaramos son pensando en 18-24 meses de recupero, aunque también hemos tenido casos de recupero en 8-12 meses.

-¿Qué cantidad de litros produce hoy la fábrica de cerveza?

Unos 100-120 mil litros por mes en barril. Dependiendo la época del año. Hoy abastecemos a toda la cadena y algunos locales por fuera. Ahí hacemos unos 10 estilos de cerveza y creamos unas 4 a 5 innovaciones al año entre estilos especiales, de temporada, cervezas de barrica, cervezas con terpenos canábicos y colaboraciones. 

Ahora estamos lanzando nuestra Wolf IPA sin alcohol. La Wolf es nuestra flagship, nuestra cerveza más vendida, una IPA super lupulada, pero la novedad es 0% alcohol. Es un mercado que queremos empezar a explorar.

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-¿Cómo llegó Temple a tener un local en Miami? 

Veníamos fantaseando con poner un pie fuera del país hace rato, con globalizar la marca. Tenemos muchos franquiciados que además de invertir en negocios en el país miran el exterior para nuevos proyectos. Miami fue una de las ciudades donde más puntos en común encontramos entre nosotros y los inversores, por eso eso el primer paso fue ahí. Además, la ciudad estaba en un momento de crecimiento, de inversiones en real estate, de afluencia de turismo y nuevos residentes. Asique decidimos armar un plan de locales para los próximos años con producción de cerveza local en una fábrica en Miami.

-¿Cuál es la próxima meta a cumplir?

De acá a 2025, el plan es full globalización de marca. Estamos en negociaciones y conversaciones con varias regiones. En algunos casos con planes de exportar la cerveza y en otros con producción en cervecerías locales. En Estados Unidos el plan es de, al menos, 4 o 5 locales los primeros dos años. España, Uruguay, Ecuador, México, Colombia son también algunos de los proyectos que están en la mesa.

-¿Messi ya fue al local de Miami? 

No, ojalá. ¡Me muero si sucede! Es difícil pero nunca digas nunca. Esas, esas cosas no se programan, pasan... Vamos a intentar hacerle llegar unos packs de birra a ver si lo tentamos.


 

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