Claves de cuatro especialistas para abrazar la flexibilidad en las empresas y crear ecosistemas de talento
Las nuevas modalidades de organización del trabajo cambiaron, ¿qué consecuencias trae esto en Uruguay en la formación de equipos, la flexibilidad, la normativa y hasta el diseño de oficinas?

Las nuevas modalidades de organización del trabajo se volvieron un tema crítico en la gestión de los recursos humanos. Cómo administrar el trabajo remoto, abrazar la flexibilidad y potenciar ecosistemas de talento son temas que desvelan a las empresas en Uruguay y en el mundo. 

Este desafío fue abordado en la primera edición en Uruguay de Forbes Best Employers Summit, bajo la mirada del abogado laboralista Santiago Madalena de Guyer & Regules, la Human Resources Business Partner Manager de Ricoh Uruguay, Analía Ipes, el director de Sinergia, Bruno Pedreira, y la directora ejecutiva y cofundadora de Ánima, Ximena Sommer.

Revisar instituciones sagradas

Además de constatar una creciente polarización en relación al trabajo remoto, Madalena, puso el foco en la búsqueda de flexibilidad por parte de los empleados y en la necesidad de adaptación de la normativa.  

“Vemos una cantidad de mini acuerdos que pueden llevar a esa flexibilidad en temas de tiempo de trabajo como por ejemplo, sistemas de semana comprimida, movilidad en cuanto a horarios de ingreso y de salida, compensaciones de horas, bolsas de horas semanales o mensuales. Eso eso choca de lleno con nuestra normativa”, advirtió.

También ve restricciones en materia de remuneración: “Hay instituciones sagradas, como los consejos de salarios. Debería revisarse si corresponde que los ajustes sean a todos los trabajadores independientemente de su jerarquía, salario o moneda en que cobran”.

Otro punto de colisión es la contratación en base a competencias, ya que hoy “solo puedo hacer lo que me dice mi categoría; no me puedo formar en una categoría distinta”.

Arquitectura que es cultura

En cuanto a los espacios físicos, ¿cómo repercuten las nuevas modalidades?

Según el director de Sinergia, Bruno Pedreira, el espacio de trabajo se ha complejizado y tiende a ser “una expresión cultural de la empresa”.  

Bruno Pedreira, Santiago Madalena, Analía Ipes, Ximena Sommer y Gabriela Malvasio. Foto: Diego Olivera.

Alentó a desprenderse del “viejo paradigma de oficina como contenedor de sillas y escritorio, orientado exclusivamente al rendimiento”. Las empresas deben preguntarse si quieren brindar un espacio que “promueva la interacción, el bienestar, que trate de erradicar la soledad”. 

Semana laboral de cuatro días 

Una de las nuevas modalidades que se están analizando es la semana laboral comprimida o de cuatro días. La filial de Ricoh fue pionera al implementar un piloto en Uruguay. ¿Qué resultados se obtuvo con los dos meses en los que el 100% del personal trabajó un día menos?

“No se vieron afectados ni la contingencia del negocio, ni el servicio al cliente. Las encuestas de satisfacción fueran buenas. Al principio, la visualizamos como un iceberg; lo primero fue cómo íbamos a impactar en el balance vida personal y laboral, pero sin duda debajo hubo una cantidad de beneficios para la compañía”, explicó Analía Ipes

Se vio una mayor eficiencia en gestión del tiempo, uso de las herramientas y sinergia entre áreas. Hubo “mucho menos consumo de luz, de agua, menos gente transportándose”. Fue positivo también en la motivación y el compromiso de los colaboradores. 

Aprendizaje transformador 

“Aprender trabajando y trabajar aprendiendo” es el lema de Ánima, que conecta el mundo educativo con el de la empresa a través de la formación dual. Para su directora, Ximena Sommer, existe gran conexión entre el trabajo de Ánima y la generación de las condiciones para desarrollar talento en las empresas, al incidir en “expandir el valor transformador” de los espacios de trabajo. 

“Acerca y desarrolla nuevos talentos muchas veces excluidos del sistema y habilita a cuidar y potenciar el talento que ya tenemos en las organizaciones”, comentó Sommer.

También tiene un “impacto transformador” para las propias organizaciones, ya que cuando se abre las puertas al aprendizaje de los jóvenes se hace consciente el valor de ese espacio para el desarrollo. 

“Las empresas formadoras se nutren por trabajar codo a codo con los jóvenes. Pueden empatizar, abrirse y atender lo que vienen a traer las nuevas generaciones”.