¿Te sentís ignorado en el trabajo? Cómo superar esa traba y generar confianza
Dra. Diane Hamilton Colaboradora
Dra. Diane Hamilton Colaboradora
Si alguna vez planteaste un problema en el trabajo y del otro lado hubo silencio, o esperaste una respuesta que nunca llegó, es probable que hayas sufrido obstrucción. Es parecido al ghosting, pero en el ámbito laboral. En vez de desaparecer de una relación, alguien desaparece de la conversación. Se cierra, deja de responder o esquiva el tema. Al principio puede parecer una actitud cortés o profesional, pero con el tiempo genera tensión, confusión y desconfianza. Y mientras que el ghosting suele cortar todo vínculo, la obstrucción mantiene una relación disfuncional sin la comunicación necesaria para que funcione.
La obstrucción suele parecer inofensiva. Puede ser un gerente que no acepta devoluciones, un compañero que desaparece cuando se acercan las fechas límite o un líder que cambia de tema cada vez que se habla de responsabilidades. Lo que arranca como un cierre momentáneo puede convertirse en un hábito. Con el tiempo, este comportamiento desgasta la confianza, frena el trabajo y genera un clima de miedo y confusión.
La obstrucción es peligrosa porque puede tener muchas caras, y la mayoría no llaman la atención. Sería más fácil detectarla si incluyera gritos, portazos o mails explosivos. Pero suele ser más sutil: una reunión que termina sin responder una pregunta directa, un jefe que esquiva la mirada cuando se lo interpela, o un mensaje leído que nunca se responde. A veces es simplemente el silencio que sigue a cada conversación incómoda.
Estos son algunos ejemplos comunes de obstrucción en el trabajo:
Lo que vuelve especialmente dañina a la obstrucción es que genera ambigüedad emocional. La persona afectada se pregunta: ¿Dije algo que no debía? ¿Está enojada? ¿Me está castigando? Esa incertidumbre psicológica, según distintos estudios, resulta más estresante que una reacción negativa directa.
Aunque a simple vista parece una manera de evitar el conflicto, la obstrucción suele provocar más daño que una confrontación clara. En relaciones personales, el psicólogo John Gottman la identificó como uno de los cuatro comportamientos más tóxicos que anticipan el divorcio. En el trabajo pasa algo similar: bloquea el diálogo, impide resolver los conflictos y muestra un retiro emocional.
La obstrucción es especialmente dañina porque castiga la comunicación sin decirlo. Hace que las personas se sientan excluidas sin saber por qué. Rompe la transparencia, debilita el vínculo del equipo y, con el tiempo, deja un mensaje claro: las preguntas, los comentarios y mostrarse vulnerable no tienen lugar.
En un ambiente que necesita de la innovación, la colaboración y la seguridad psicológica, obstruir una conversación va contra todo eso. Interrumpe el ida y vuelta y hace que la próxima vez cueste mucho más levantar la voz.
La obstrucción altera la dinámica del equipo y complica la toma de decisiones. Cuando alguien deja de responder, los demás dejan de preguntar. La curiosidad se apaga y el compromiso cae.
La confianza también se debilita. Si no sabés dónde estás parado con alguien, dejás de acercarte. Esto genera silos, sobre todo en equipos que trabajan de forma remota o híbrida, donde el silencio se puede confundir con desinterés, hostilidad o cansancio.
Los equipos que sufren obstrucción se vuelven reactivos en lugar de anticiparse. En vez de encarar los problemas cuando aparecen, los esquivan. En vez de hablar con claridad, se cierran o sobreactúan. La seguridad psicológica se pierde por todo lo que no se dice.
Para quienes lideran, la obstrucción debería encender una alarma. Puede ser señal de que alguien está desbordado, desconectado emocionalmente o que usa el silencio como forma de control. Ninguna de esas situaciones ayuda al rendimiento del equipo.
Dejar pasar la obstrucción permite que se extienda. Le enseña al resto que está bien callarse cuando las cosas se complican. Esa actitud no solo rompe los vínculos, también instala una cultura de evasión emocional. Y en ese clima se vuelve casi imposible tener las conversaciones difíciles que todo equipo necesita.
Los líderes que sostienen una comunicación clara, abierta y a tiempo muestran que se espera participación, incluso cuando el tema incomoda. Ese ejemplo hace la diferencia. Los equipos aprenden lo que está bien observando cómo sus líderes manejan la presión y el desacuerdo.
Si te toca estar del lado que sufre la obstrucción, conviene encararlo. Podés decir algo como: "Noté que no retomamos esa conversación" o "Parece que algo cambió después de esa reunión. ¿Está todo bien?".
Hablar desde la curiosidad, sin acusaciones, mantiene abierta la puerta. La idea no es forzar una respuesta, sino generar un espacio seguro para que llegue. También ayuda dejar registro de lo que se habla. Si no hay seguimiento, mandar una nota con lo que se discutió puede empujar una respuesta.
Si estás en un rol de liderazgo y ves señales de obstrucción en tu equipo, es clave intervenir. Promové una comunicación directa, marcá expectativas claras sobre los tiempos de respuesta y dejá en claro que cortar el diálogo es perjudicial.
La obstrucción es una forma de bloqueo emocional que transmite un mensaje fuerte. Puede romper la confianza, apagar la curiosidad y dañar la cultura laboral. Aunque parezca sutil, el daño que provoca no lo es. Los equipos crecen cuando hay diálogo sincero, incluso cuando incomoda. Y los mejores lugares para trabajar son los que se animan a decir lo que cuesta.
Para enfrentar la obstrucción, primero hay que nombrarla. Es una señal de que algo necesita atención. Puede ser miedo, estrés o incomodidad, pero el silencio no puede ser la última palabra.
*Con información de Forbes US.