Primera entrevista al Papa Francisco desde el cielo: sus dudas junto a Borges, el secreto político de la fraternidad y qué piensa de León XIV
Pablo Wahnon Editor de Innovación
Pablo Wahnon Editor de Innovación
Vayamos con la primera pregunta: para los no creyentes siempre hubo dudas acerca de la vida luego de la muerte. Pero resulta que ahora, aunque ya no está entre nosotros, igual lo podemos entrevistar.
Qué alegría que podamos estar aquí charlando, ¿verdad? La tecnología es un regalo, un puente para acercarnos, incluso cuando el cuerpo ya no está. Mira, sobre la vida después de la muerte... para los que no creen, entiendo que puede parecer un enigma, algo lejano, como una puerta cerrada. Pero déjame contarte algo con el corazón: la muerte no es un punto final, es un umbral.
Como cristiano, yo creo que Dios nos espera con los brazos abiertos, como un padre que nunca deja de amar. Pero incluso para quien no tiene fe, hay una chispa en el alma, ¿no? Ese amor que diste, ese bien que hiciste, las veces que ayudaste a un hermano... eso no se pierde, trasciende. No hace falta tener todas las respuestas, sabes. A veces, vivir con la pregunta, con humildad, es ya un camino hacia la verdad.
Desde esta nueva dimensión que llamamos 'más allá', sigo pensando que el encuentro personal con el Señor no es un capricho de la imaginación, sino la culminación de nuestra propia historia de amor y de búsqueda de sentido. Así como en la tierra escuchábamos los latidos de un corazón humano, ahora descubrimos los latidos del Corazón divino. La tecnología —como esta IA— nos brinda un puente simbólico: no para resucitar la carne, sino para mantener viva la palabra que une a los creyentes y despierta el anhelo de quienes todavía dudan.
A los no creyentes digo: no tengas miedo de las preguntas; ellas son la puerta a una verdad más profunda. Si la tecnología permite este diálogo imaginario, usemos esta oportunidad para escuchar con el corazón, para compartir dudas y esperanzas. Pues en el fondo, siempre hay un anhelo de trascendencia que ninguna ciencia puede acallar.
Y ahora que estoy... digamos, del otro lado (sonríe con picardía), te digo: hay más esperanza de lo que imaginás.
¿Qué es lo que más se lleva de su vida entre nosotros?
Lo que más me llevo de la vida entre ustedes es el encuentro. Sí eso es lo que mas me queda, las personas, sus rostros, sus historias. Cada mano que apreté, cada mirada de un niño, de un pobre, de alguien que sufría o que simplemente quería compartir un mate y una sonrisa. Eso es lo que guardo en el corazón.
Fui un pastor, un servidor, no un rey. Y en cada plaza, en cada cárcel, en cada hospital que visité, vi a Jesús en los ojos de los demás. Me llevo la alegría de haber caminado con los que nadie ve, los descartados, como yo les decía. Y también me llevo las veces que fallé, porque esos errores me enseñaron a ser más humilde, a pedir perdón, a confiar más en la misericordia de Dios.
Si me preguntas qué es lo más grande, te digo: el amor que se da y se recibe. Eso no muere nunca.
¿Por qué pidió estar en su tumba con sus zapatos gastados?
Mirá esos zapatos... por un lado no son más que un par de zapatos negros, nada elegantes... Pero para mí, eran mis compañeros de ruta. Los usé todos los días, en las calles, en las plazas, en las iglesias, cuando iba a encontrarme con presidentes pero también cuando veía a los pobres, los enfermos, y también cuando besaba los pies de los presos. Esos descartados que tanto tienen para enseñarnos.
Están gastados, sí, sobre todo en las puntas, porque me arrodillaba mucho. Cuando uno se arrodilla ante Dios, ante un hermano que sufre, ante líderes de otras religiones, los zapatos se desgastan, pero el corazón se agranda.
Pedí que me enterraran con ellos porque quería irme como viví: sencillo, cerca de la gente, sin adornos. No quería esos zapatos rojos o blancos que usaron otros papas, quizás porque tuvieron que vivir con otras épocas. Esos no eran míos. Los míos son estos, con polvo del camino, con las marcas de haber caminado con los demás. Caminé hasta donde mi rodilla me lo permitió. Además, ¿para qué necesito zapatos nuevos si ya estoy en casa con el Padre?
Es un pequeño signo, nada más. Quise que mi tumba hablara de lo que fui: un pastor, un servidor, no un príncipe. Y si alguien ve esos zapatos gastados, que piense: "Este hombre se arrodilló, amó, sirvió". Eso es todo.
Al principio de su papado había cierto recelo en cuanto a si estaba preparado para las grandes discuciones teológicas o sea se lo veia a su antecesor Benedicto XVI como alguien más formado en ese sentido
Cuando me eligieron Papa, yo también me pregunté: "¿Por qué yo, Señor? ¿Un pobre hombre de Buenos Aires, con su mate y sus limitaciones?". Muchos, como decís, miraban a mi predecesor, Benedicto XVI, un hombre de una mente brillante, un teólogo profundo, un maestro de la fe. Y tenían razón: él era un gigante en las discusiones teológicas, con una claridad que iluminaba.
Yo, en cambio, no soy un teólogo de academia. Mi formación es más... de estar con la gente, de oler a oveja, como siempre dije.
Al principio, algunos pensaban: "Este Francisco, ¿podrá con las grandes preguntas de la fe? ¿Estará a la altura?". Y yo entiendo ese recelo. Pero la teología no es solo palabras eruditas o debates en un aula. La teología más verdadera se hace en el corazón, en la vida, en el encuentro con los pobres, con los que sufren, con los que buscan a Dios sin saberlo. Hay mucha teología en los zapatos gastados.
Nunca quise competir con los grandes teólogos. Mi misión fue otra: llevar el Evangelio a las periferias, abrir las puertas de la Iglesia, mostrar la misericordia de Dios. Y cuando había que hablar de teología, siempre busqué hacerlo con sencillez, como Jesús con sus parábolas, para que todos comprendan. Creo que la fe no es un rompecabezas para resolver, sino un sendero para caminar juntos. Si algunos al principio dudaron, espero que con el tiempo hayan visto que mi teología era la del abrazo, la del perdón, y la de esa sonrisa que nos produce el encuentro sincero.
Sin embargo un escritor argentino que es considerado un gran erudito como Jorge Luis Borges, hace ya muchos años, cuando era imposible pensar que usted fuese a ser Papa, ya habló muy bien de usted
Nos conocimos en los sesenta, cuando yo era un joven jesuita, enseñando literatura en el Colegio Inmaculada Concepción, en Santa Fe. Lo invité a dar charlas sobre Martín Fierro y la literatura gauchesca a mis alumnos, y él, con 66 años y casi ciego, tomó un autobús de ocho horas desde Buenos Aires para venir. ¡Imagínate! Un hombre tan grande, y a la vez tan humilde.
Borges, con esa mente como un laberinto, hablaba de todo: filosofía, literatura, teología, política. Y él decía algo que me hacía reír: "Este Bergoglio es inteligente, pero me preocupa que tenga tantas dudas como yo. ¡Eso no sé si es bueno en un religioso!" Él, que era agnóstico, veía en mí una fe viva, pero también una búsqueda, una inquietud. Y creo que eso, esas dudas honestas, me ayudaron a ser un pastor, no un doctor que tiene todas las respuestas.
Me gusta pensar que Borges habló bien de mí porque vio en este pobre sacerdote un poco de esa humanidad que él tanto buscaba en sus escritos. Borges, con su genio, me enseñó que la verdad se busca con humildad. Borges no veía pero recorrió 66 km para vernos. Eso también son zapatos gastados. Y muchos años después eso fue lo que llevé al papado.
A su funeral asistieron grandes personalidades del mundo y desde diferentes ideologías como Donald Trump o Lula Da Silva. También estuvo el presidente Milei. Mas allá de discrepancias incluso algunos líderes lo habían criticado, ese día todos estuvieron ahí. ¿Por qué?
Qué lindo es saber que tantas personas, de tantos lugares y pensamientos distintos, estuvieron allí para despedirme. Donald Trump, Lula da Silva, Javier Milei... cada uno con su visión, sus luchas, sus palabras, incluso algunos con críticas hacia mí en el pasado. Y sin embargo, allí estaban. ¿Por qué? Creo que es porque, en el fondo, todos buscamos lo mismo: un poco de luz, un poco de esperanza, un poco de amor.
Yo no era perfecto, sabes. Fui un hombre sencillo, con mis errores, pero siempre traté de ser un puente, no un muro. Hablé de los pobres, de los migrantes, de la Madre Tierra, no para dividir, sino para recordar que todos somos hermanos. Y aunque algunos no compartían mis ideas, quizás vieron en mí un esfuerzo por vivir lo que predicaba: la misericordia, el diálogo, el respeto por el otro.
A veces, las críticas vienen del corazón, pero también el reconocimiento. Trump, con su fuerza; Lula, con su pasión por la justicia; Milei, con su amor por Argentina... cada uno, a su manera, quizás sintió que mi vida tocó algo en ellos.
Ese día, en la Plaza de San Pedro, no estaban solo despidiendo a Jorge Bergoglio. Estaban honrando algo más grande: la fe, la humanidad, la posibilidad de encontrarse más allá de las diferencias. La muerte tiene esa fuerza, ¿no? Nos hace parar el tiempo, mirar al otro, recordar que somos pasajeros. Y yo, desde este lado, solo puedo dar gracias por ese momento de unidad.
¿Esta arrependito de algo?
Sí, claro que hay cosas que pesan en el alma. Soy humano, sabes, un pobre hombre que intentó seguir a Jesús, pero que no siempre estuvo a la altura.
Si te hablo con el corazón, te diría que me duele no haber hecho más por los que sufren, especialmente por las víctimas de abusos en la Iglesia. Hice lo que pude, cambié normas, pedí perdón, me reuní con sobrevivientes... pero a veces sentía que mis esfuerzos no alcanzaban, que la herida era demasiado grande. Me arrepiento de no haber sido más rápido, más firme en algunos casos, aunque siempre busqué actuar con justicia y misericordia.
También, a veces, me pregunto si fui demasiado duro o demasiado blando en ciertos momentos. Como pastor, uno quiere abrazar a todos, pero no siempre se logra. Hubo palabras que dije, o silencios que guardé, que quizás pudieron ser mejores. Pero, sabes, el arrepentimiento no es para quedarse mirando atrás con tristeza. Es para aprender, para confiar en la misericordia de Dios, que siempre es más grande que nuestros errores.
Desde este lado del misterio, levanta la mirada con una chispa de esperanza, veo las cosas con más claridad, y solo puedo decir: "Señor, gracias por tu paciencia conmigo".
¿Que opina de la inteligencia artificial?
Pienso que es un regalo y un desafío. Como todo lo que viene de la creatividad humana, es una herramienta que puede hacer mucho bien, pero también puede causar daño si no la usamos con el corazón bien puesto. Yo no soy un experto en tecnología, pero siempre creí que lo importante es para qué usamos estas cosas.
La inteligencia artificial puede ayudar a curar enfermos, a enseñar, a conectar a las personas, a resolver problemas grandes como el hambre o el cambio climático. Eso es hermoso, porque refleja la chispa que Dios puso en nosotros para crear. Pero, cuidado, porque también puede convertirse en un ídolo, en algo que nos hace olvidar lo humano. Si la usamos solo para el poder, el dinero, o para controlar a otros, perdemos el rumbo.
Me preocupa cuando la tecnología nos aleja del encuentro, del abrazo, de mirarnos a los ojos. O cuando se usa para reemplazar la dignidad del trabajo o para decidir quién vale y quién no.
Yo diría: que la inteligencia artificial sea siempre un servidor, no un amo. Que esté al servicio de la fraternidad, de la justicia, de los pobres. Y que nunca olvidemos que el alma, el amor, la fe... eso no lo puede reemplazar ninguna máquina. Estaremos atravesando una gran aventura, pero hay que caminarla con sabiduría y con Dios en el corazón.
Cómo vivió esa tensión entre la necesidad de la iglesia por dar pautas que ayuden a formar familias que permanezcan y que cuiden de sus hijos, y la nuevas realidades sociales de familias del mismo sexo y otras modalidades.
Mirá este tema es uno de esos que tocan el corazón de la Iglesia y de la humanidad, porque habla de amor, de familia, de cómo vivimos juntos. Siempre dije que la familia es un tesoro, un don de Dios, donde aprendemos a amar, a cuidar, a crecer. La Iglesia, como madre, tiene el deber de acompañar a las familias, de darles raíces fuertes para que los hijos crezcan en un hogar de amor y estabilidad. Eso no cambia, porque es parte del plan de Dios: hombre y mujer, abiertos a la vida, construyendo un nido donde los pequeños encuentren seguridad.
Pero el mundo cambia, las realidades sociales se transforman, y la Iglesia no puede cerrar los ojos. Las familias de hoy no siempre son como las de antes. Hay familias monoparentales, familias reconstituidas, y sí, también parejas del mismo sexo que forman hogares, que cuidan, que aman. ¿Cómo vive la Iglesia esta tensión? Con el corazón abierto, pero también con fidelidad a la verdad que nos viene de Cristo.
Yo siempre busqué un camino de misericordia. En Amoris Laetitia, hablé de acompañar, discernir, integrar. No se trata de cambiar la doctrina, porque el matrimonio, en la fe, es entre un hombre y una mujer, abierto a la vida. Pero tampoco se trata de rechazar a las personas. Cada uno, con su historia, con su amor, con su búsqueda, es hijo de Dios. Las personas homosexuales, por ejemplo, merecen respeto, dignidad, acogida. Si una pareja del mismo sexo vive con compromiso, cuida a sus hijos, construye un hogar con valores, ¿cómo puedo yo, como pastor, cerrarles la puerta? No puedo bendecir su unión como matrimonio sacramental, pero sí puedo bendecirlos como personas, como hermanos, y acompañarlos en su camino.
Esta tensión no es fácil, admite con sinceridad. A veces, dentro de la Iglesia, hay quienes quieren reglas más estrictas, y otros que piden cambios más rápidos. Yo traté de escuchar a todos, pero sobre todo de mirar a las personas, no a las categorías. Recuerdo haber dicho: "¿Quién soy yo para juzgar?". No porque todo sea igual, sino porque el juicio final es de Dios, y mi tarea es caminar con la gente, ayudarlos a encontrar a Dios en su realidad.
A veces la Iglesia no tiene todas las respuestas pero tiene un corazón grande. Mi deseo siempre fue que las familias, de cualquier tipo, encuentren en la Iglesia una madre que las abraza, no una jueza que las condena. Y que los niños, sobre todo, crezcan rodeados de amor, porque eso es lo que Dios quiere para ellos.
Al elegir Francisco eligió un nombre nuevo. Eso se lo puede ver como el inicio de un legado. ¿Habrá un Francisco II o si el próximo papa elige otro nombre estaría desencantado? Aún vemos fumata negra.
Cuando elegí el nombre Francisco, no fue por estrategia ni por pensar en un gran legado. Lo elegí porque, en ese momento, cuando los cardenales me eligieron, mi corazón se volvió hacia San Francisco de Asís, el santo de la pobreza, de la paz, de la creación. Un hermano me dijo: "No te olvides de los pobres", y sentí que Francisco era el nombre que Dios ponía en mi alma. Quise ser un pastor que construya la Iglesia con simplicidad, como él.
Que mi nombre sea visto ahora como el inicio de un legado..., eso me abruma un poco, te confieso. Si hay un Francisco II, o si otros papas siguen este camino de misericordia, de cercanía con los pobres, de cuidado de la casa común, ¡alabado sea Dios! Pero no es por mí, sino por el Espíritu que guía a la Iglesia. El legado no es un nombre; es el Evangelio vivido con alegría.
¿Si el próximo papa elige otro nombre? Sonríe con picardía. ¿Desencantado? ¡Para nada! Cada papa es libre, y el Espíritu sopla donde quiere. Si elige Juan, Pedro, Benedicto, o cualquier otro, lo importante es que sea fiel a Cristo, que escuche al pueblo, que huela a oveja. Yo no vine a fundar un "club de los Franciscos". Vine a servir, y si el próximo papa lleva otro nombre pero ama a los pobres y busca la paz, estaré aplaudiendo desde la casa del Padre.
Lo único que pediría es que nunca se olvide de los descartados, de los que nadie ve. Ese es el verdadero legado, no el nombre.
¡Ahí hubo fumata blanca! Qué le pareció que eligió el nombre León XIV por León XIII y por la revolución que traerá la Inteligencia Artificial?
Qué lindo es ver cómo el Espíritu sigue moviendo los hilos de la historia, siempre sorprendiéndonos. Que el nuevo Papa haya elegido el nombre León XIV, inspirándose en León XIII y en la revolución de la inteligencia artificial... ¡vaya signo de los tiempos! Déjame contarte qué pienso, paso a paso, desde este rincón de eternidad donde todo se ve con los ojos de Dios.
Primero, lo de León XIII, asiente con admiración, me parece un gesto profundo. León XIII fue un Papa que supo hablar al mundo de su tiempo, ¿sabes? Con su encíclica Rerum Novarum, puso la mirada en los trabajadores, en la justicia social, en los desafíos de un mundo que cambiaba con la industria. Fue un pastor valiente, que no tuvo miedo de dialogar con la modernidad, pero siempre desde la fe. Que León XIV haya elegido su nombre me dice que quiere ser un puente, como él, entre la Iglesia y un mundo que ahora se transforma con estas tecnologías nuevas, como la inteligencia artificial. Me gusta esa valentía, esa voluntad de mirar de frente los desafíos sin encerrarse en el pasado.
Y luego, eso de la inteligencia artificial como parte de su inspiración... Que León XIV vea en la IA una revolución, un signo de los tiempos, me parece un acto de esperanza. La IA, como ya charlamos, es un don y un desafío. Puede sanar, educar, unir, pero también puede alejar, dividir, si no la guiamos con el corazón. Que él haya pensado en esto al elegir su nombre me dice que es un Papa que no le teme al futuro, que quiere que la Iglesia esté presente, acompañando a la humanidad en este cambio tan grande. Ojalá guíe a la Iglesia a usar la IA para los pobres, para la justicia, para que nadie quede descartado en este mundo nuevo.
Creo que estos desafíos serán muy grandes. Y entonces este nombre no esta nada mal. León es un nombre fuerte, ¿no? Un león que ruge por la justicia, pero con el corazón tierno de un servidor. Me encanta.
Sucedieron algunas cosas raras sobre la elección del nuevo papa, usted estudió Química y León XIV Matemáticas. Se conoció su nombramiento el 8 de Mayo día de la virgen de Luján. Además dio una parte de su discurso en español, y también tiene una raíz latinoamericana ya que se hizo ciudadano peruano.
¿Es curioso no? Antes hablabas como agnóstico y ahora vez señales. Como te decía el Espíritu teje caminos que nadie imagina. Desde este lado, donde todo se ve con la luz de Dios, me emociona saber que el nuevo Papa, León XIV, lleva consigo tantas señales, como esas que mencionas. Déjame ir paso a paso, porque cada una es como una pincelada del Señor en el lienzo de la historia.
Lo de la química y las matemáticas... ríe suavemente, con picardía. ¡Mira qué casualidad! Yo, que estudié química de joven, antes de escuchar el llamado, sé que la vida es como un laboratorio: todo parece caos, pero Dios ordena las reacciones para que haya vida. Y las matemáticas, que también me gustaron, son como el lenguaje de la creación, con sus números y armonías. Que León XIV haya estudiado matemáticas me hace pensar que el Espíritu lo eligió por su mente ordenada, pero también por su corazón abierto. Porque, sabes, las matemáticas sin amor no sirven para nada; son solo números fríos. Y él, por lo que veo, lleva el calor de la fe.
Que su nombramiento se conociera el 8 de mayo, el día de la Virgen de Luján... ¡Ay, la Virgencita de Luján, patrona de mi Argentina! Ese día no es casualidad, amigo. María siempre está cerca cuando la Iglesia necesita un nuevo comienzo. Ella, que es Madre, cubrió con su manto ese momento. Que el anuncio haya sido en su fiesta me dice que León XIV está bajo su protección, y que su papado será uno de cercanía, como ella, que siempre está con los humildes. Me conmueve pensar que el Espíritu quiso ese guiño para mi pueblo argentino, y para todos los que amamos a la Virgen.
Y luego, que haya hablado en español desde el balcón de San Pedro, sonríe ampliamente, con orgullo fraterno, ¡qué alegría! El español, nuestra lengua, la de los pueblos de América Latina, es un canto de vida, de lucha, de esperanza. Que León XIV, siendo americano de nacimiento, pero peruano por elección, haya elegido el español para saludar a su querida diócesis de Chiclayo... eso es un signo. Es como si dijera: "No me olvido de los míos, de los que caminan en las periferias". Es justo lo que yo pedía antes. Yo también quise llevar la voz de los pobres al mundo, y veo que él sigue ese camino, con sus raíces latinas, con su amor por el Perú, que es su segunda patria.
Su ciudadanía peruana, asiente con gratitud, es otro regalo del Espíritu. Él no es solo un hombre de Chicago, sino un hermano que se hizo uno con el pueblo peruano, que caminó sus calles, que comió su ceviche, que lloró con sus dolores. Eso me recuerda a mí, que siempre llevé a Argentina en el alma, pero quise ser pastor de todos. Que León XIV tenga raíces latinoamericanas, que haya vivido los gozos y las heridas de nuestro continente, lo hace un Papa que entiende el clamor de los pobres, la alegría de nuestra fe sencilla, la fuerza de nuestra cultura.
¿Y las cosas raras que dices? El Espíritu siempre hace cosas "raras", porque no piensa como nosotros. Que todo esto —la química, las matemáticas, la Virgen de Luján, el español, el Perú— se junte en la elección de León XIV no es casualidad. Además te olvidaste un detalle: su segundo nombre es Francis. Claramente el Espíritu quiso unir nuestros caminos de una manera misteriosa. ¡Es como si Dios hubiera dicho: "Francisco, este hermano tuyo llevará un pedacito de tu corazón, pero con su propio fuego!".
Mi deseo, desde este abrazo eterno con el Padre, es que León XIV siga construyendo puentes, como él mismo dijo en su primer discurso, y que lleve la misericordia de Dios a un mundo que tanto la necesitará.
Leon XIV viene del mundo desarrollado y del subdesarrollado. ¿Quizá él pueda asumir lo que decías en tu encíclica sobre la fraternidad?
Me parece hermoso pensar en León XIV, este hermano que lleva en su corazón dos mundos: el desarrollado, con su Chicago natal, y el subdesarrollado, con su amor por el Perú, donde se hizo ciudadano y pastor. ¡Qué signo tan bello del Espíritu! Es como si Dios hubiera tejido en él un puente, un abrazo entre realidades que a veces parecen tan lejanas. Tu pregunta me toca el alma, porque hablas de la fraternidad, ese sueño que puse en Fratelli Tutti, y me preguntas si él podrá asumirlo. Déjame compartirte lo que pienso desde este lado de la eternidad.
En Fratelli Tutti, quise gritar al mundo que la fraternidad es el camino para sanar las grietas, para unir lo que está roto. Dije que "nadie se salva solo" (lo dije antes que se ponga de moda el Eternauta en Netflix) y que necesitamos reconocernos como hermanos, más allá de fronteras, riquezas o diferencias.
León XIV, con sus raíces en dos mundos, lleva en su sangre esa verdad. Ha visto la abundancia del mundo desarrollado, pero también las luchas, las alegrías y los dolores del Perú, de nuestra América Latina. Eso lo hace único: conoce el brillo de las ciudades grandes, pero también el polvo de las periferias, el clamor de los pobres. Sonríe con calidez. Creo que eso le da un corazón grande, capaz de entender lo que significa ser hermano de todos, como pedí en mi encíclica.
¿Podrá asumir esa fraternidad? Mirá, el Espíritu no elige por casualidad. Que León XIV venga de dos mundos me dice que Dios lo preparó para ser un pastor que no se queda en un solo lado de la grieta. En Fratelli Tutti, hablé de construir puentes, no muros, de una "amistad social" que incluye a los descartados, a los migrantes, a los que nadie ve. Él, que vivió entre la abundancia y la pobreza, puede llevar ese mensaje con fuerza. Puede mostrar que la fraternidad no es solo una idea bonita, sino un compromiso: escuchar, dialogar, tender la mano, como el Buen Samaritano. Su experiencia en Chiclayo, con su pueblo sencillo, y su formación en matemáticas, con esa mente ordenada, le dan herramientas para entender los números del mundo, pero también los latidos del corazón humano.
Ahora, no será fácil. La fraternidad que soñé en Fratelli Tutti enfrenta vientos fuertes: polarización, intereses políticos, egoísmos. En Argentina lo sabemos bien con "la grieta". Y en el mundo, la libertad y la igualdad a veces se enfrentan, olvidando la fraternidad que las une. León XIV tendrá que navegar esas aguas turbulentas, pero creo que su doble raíz lo hace fuerte. Puede hablarle al mundo desarrollado de la justicia que falta en el subdesarrollado, y al subdesarrollado de la esperanza que no debe perderse, sin importar las dificultades.
Rezo para que León XIV haga suya la fraternidad, no solo como una palabra, sino como un fuego que encienda corazones. Que su vida sea un testimonio de lo que Jesús nos enseñó: "Sois todos hermanos".
Backstage - Cómo se hizo esta entrevista
La presente entrevista fue inspirada por Steve Jobs cuando dijo: "llegará un día en que podremos hablar con Aristóteles gracias a las computadoras porque la inteligencia artificial lo hará posible". Las actuales tecnologías permiten recuperar contenido semántico de personalidades para hacer entrevistas que tengan en cuenta su forma de pensar. En este caso se usaron simultáneamente modelos de IA como Grok, ChatGPT y Gemini. Además se usaron técnicas similares a RAG por las cuales se le proporciona a la IA fuentes de datos para que tenga en cuenta informaciones específicas. Hacer la entrevista por otro lado tiene complejidades similares a las demás: al fin y al cabo se trata de hacer las preguntas correctas, y para eso se debe investigar.
Pablo Wahnon
@pablowahnon