Mientras estudiaba ingeniería en La Plata, Martín Migoya descubrió un nicho de mercado inesperado. En una época sin impresoras a color, diferenciarse con un cartel significaba "sacar una fotocopia blanco y negro sobre un papel amarillo", explica a Forbes. Así comenzó su primer negocio: comprar papel blanco, teñirlo con tintas y vender resmas de papel de color. Años después, cofundaría Globant, pero antes "emprendió muchas veces" y en todas le fue "más o menos mal" hasta lograr el éxito.
La semana pasada, en la tercera edición de Endeavor Sub-20—evento que reunió a más de 12.000 jóvenes—, Migoya también compartió las lecturas que marcaron su camino y su visión sobre el momento actual para emprender en Argentina.
Los textos que todo emprendedor debería conocer
En su biblioteca personal, Migoya guarda dos títulos que considera imprescindibles. El primero, "Drive" de Daniel H. Pink, analiza la motivación humana a través de tres elementos: propósito, pertenencia a equipos de excelencia y autonomía. "La gente necesita saber que estoy construyendo una catedral. No importa si estoy poniendo ladrillo o roca en una pared", ilustra el concepto.
El segundo, "Talent is Overrated" de Geoff Colvin, desafía nociones preconcebidas sobre el éxito. "La palabra talento está sobrecalificada", comenta. El libro demuestra que "gran parte de la gente exitosa no se trata de haber nacido con un gen especial, sino que se trata de haberse esforzado mucho más que el resto".
Pero si hay un tema que domina actualmente las reflexiones de Migoya es la inteligencia artificial. "Es la oportunidad más grande que yo recuerdo haber visto", afirma. "Yo nunca vi nada tan transformacional desde que llegó internet", precisa, y traza un paralelo con los inicios de internet: "En inteligencia artificial estamos en la era que estamos mandando emails". Así como internet comenzó siendo básicamente informacional antes de dar lugar al e-commerce y las redes sociales, "muchísima transformación viene por delante" con la IA.
Sin embargo, el CEO mantiene una visión optimista sobre el rol humano: "La gente busca autenticidad", sostiene. Para él, esto aplica desde la música y el arte hasta las empresas. "El humano tiene que ser el que provea esa autenticidad, ahora ayudado por un montón de herramientas que no existían".
Sobre los temores del reemplazo tecnológico, es categórico: "No va a ser muy difícil que el humano se lleve bien con la IA, y yo creo que se va a llevar bárbaro y que nos va a sacar de encima un montón de cosas que antes eran extremadamente difíciles".

La fórmula del éxito: resiliencia y pensamiento grande
"En ambos casos te enfrentás a una página en blanco, lo cual es lo más difícil que te puede pasar", reflexiona al comparar emprender con componer música, sus dos grandes pasiones. En su rol como presidente de Endeavor, Migoya transmite este mensaje a 70.000 emprendedores anuales: "Pensar en grande y pensar de chiquito cuesta lo mismo".
Su regla de oro es clara: "El único secreto es tener resiliencia. Hacer las cosas mal casi todos los días". La fórmula del éxito, según él, no está en la perfección, sino en el "compound": "Si hacés un cachito bien todos los días, por más que hagas diez cosas mal, avanzás en el sentido correcto".
Para Migoya, "es brillante el momento" para emprender en Argentina, y destaca dos factores clave: "el orden económico que no vimos hace muchísimos años" y la posición geográfica privilegiada del país, "lejos de los conflictos, sin conflictos religiosos mayores, sin conflictos raciales".
El equilibrio entre fracaso y persistencia
"Emprendí durante 22 años para poder tocar. Para poder ser músico de rock", confiesa entre risas, admitiendo que le "salió mucho mejor" emprender que hacer música. Y aunque el paralelismo entre formar bandas y crear empresas es evidente—decidir "a quién ponés a jugar" y "en dónde"—, la pasión por ambas actividades permanece intacta.
Su mensaje final es directo: "Emprender es no decepcionarse, es seguir a pesar de lo que te caiga. Hay altas chances de que te vaya bien. Y hay altas chances también de que te vaya mal". La diferencia, según quien transformó papel coloreado en un unicornio tecnológico global, está en nunca dejar de empezar de cero.