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Teresa Aishemberg, gerente general de la UEU. Foto: Nicolás Garrido.
Liderazgo

Teresa Aishemberg: “La estrategia exportadora es un debe grande de todos los gobiernos”

Lucía Baldomir

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Cumplió 50 años de trabajo en la Unión de Exportadores y es testigo privilegiado de la profesionalización del sector. Qué le falta al país para colocar mejor sus productos en el mundo y qué deben hacer los empresarios para generar negocios más sostenibles, en la mirada de su gerenta general

2 Agosto de 2023 09.10

Hay 13 hombres y una mujer mirándola de frente. Son los cuadros de los presidentes que ha tenido la Unión de Exportadores a lo largo de la historia, y para quienes Teresa Aishemberg ha trabajado. Este agosto cumple 50 años en la gremial cuyo sector alcanzó los US$ 22.000 millones en negocios en 2022. 

El primer semestre de 2023 inició con noticias menos auspiciosas: exportaciones en caída y un dólar depreciado. Desde 1973, cuando ingresó como cadete, hasta llegar a secretaria ejecutiva, a cargo de la gerencia de la gremial, Aishemberg ha sido testigo de la apertura y cierre de mercados, pero, por sobre todo, la profesionalización del empresariado uruguayo. 

¿En qué cambió la mentalidad del exportador uruguayo en los últimos 50 años? 

Hubo un cambio cultural. Cuando entré a la Unión de Exportadores, si bien se hacían las primeras visitas comerciales al exterior, el empresario esperaba que vinieran a comprarle. Luego, comenzó a ser proactivo y a salir en misiones comerciales a China, a Rusia. Iba a lo desconocido porque no había tanto estudio de mercado. Los empresarios empezaron en kindergarten; hoy son máster. 

Hoy la exportación del país es vista con buenos ojos y los clientes demandan nuestros productos.

Otro gran cambio mental fue cuando hubo menos fondos en el gobierno para solucionar problemas. Ya no se podía trabajar tanto desde el lobby político porque la frazada siempre era más corta, entonces tuvieron que asumir la responsabilidad de provocar los cambios desde la institución. Desde 2004 a la fecha se trabaja en alianzas estratégicas, en protesta, pero con propuesta.

Si los empresarios son máster, ¿qué falta para que lleguen al doctorado?

Si quieren hacer el doctorado, tienen el desafío de dirigir empresas sostenibles en el tiempo, porque los mercados que nos compran se han puesto proteccionistas y exigen ciertas seguridades. Es una sostenibilidad de triple impacto: en gobernanza y cómo lo vas a hacer a mediano y largo plazo, en lo ambiental y si lo cuidas o no, y en lo social que te rodea y cómo lo gestionas. 

En 2022 la gremial creó la Unidad de Exportación Verde, ¿cuánto incorporaron las empresas las políticas para generar una cadena exportadora sostenible?

Algunas ya lo están haciendo, pero necesitan que todos sus proveedores en la cadena también lo hagan. Lo están incorporando obligadas por el mercado externo y liderado por empresas globales que están en Uruguay. Soñamos con que el 90% de las empresas estén certificadas. 

Pese a esa necesidad, siempre se vuelve al reclamo del tipo de cambio. ¿Hasta qué punto es una excusa del empresariado o una falta de contemplación de los gobiernos?

El gobierno es consciente de que hay que bajar los costos. Intenta ordenar las distintas áreas, pero no logra el resultado que esperamos. Los mercados son difíciles de conquistar y cuando estamos allí, si entra un proveedor con precios más bajos, el ajuste lo tenemos que hacer las empresas. Entonces, no es una excusa. Queremos que la exportación sea sostenible en el tiempo. Un año hacemos récord, el otro no. Vamos en un subibaja. Pero tenemos que hacer algo. Hoy tenemos dólar bajo, costos de producción más caros, problemas de acceso a mercados, problemas logísticos. Todo es un cocktail que nos hace ajustar hacia adentro de las empresas. 

¿Esos son los desafíos hoy para el sector exportador? 

También falta dar a conocer el país, porque muchas veces el vino uruguayo va a las grandes competencias, saca la medalla oro y después va a la venta y se elige el francés o el italiano. Falta una política de Estado. En un país tan chico tenemos que unirnos todos para generar una estrategia. Exportamos a 178 mercados y se necesita visibilidad permanente. A Uruguay le falta marketing para mostrar todo lo que hacemos. Los ministros van a los foros internacionales y exponen las bondades, pero queda en ese núcleo macroeconómico y tenemos que llegar a la gente. Por ejemplo, recibimos noticias y publicidades sobre que la carne es mala, ¿qué hacemos para contrarrestar eso? No tenemos una fuerza de respuesta rápida.

Teresa Aishenberg, gerente general de la Unión de Exportadores. Foto: Nicolás Garrido.
Teresa Aishenberg, gerente general de la Unión de Exportadores. Foto: Nicolás Garrido.

Conviviste con gobiernos con diferente signo político, ¿en alguno hubo una señal diferente?

Si hablo de estrategia exportadora es un debe grande de todos los gobiernos. Puede ser que ellos crean que tienen su estrategia cuando asumen, pero la estrategia se hace entre todos. En el directorio de la Unión de Exportadores tenemos a la Cámara de Industrias, Comercio, Mercantil, Asociación Rural, Federación Rural, Confederación Granjera. Y en un momento tuvimos la Liga de la Construcción, Cámara de la Construcción y la Asociación de Bancos Privados todos unidos enfocados en la exportación. Depende del liderazgo de turno si se hace valer eso o no. 

¿Le falta liderazgo al sector empresarial?

Hoy lo que falla es la unión de todos. Van todos por separado al gobierno o al Parlamento. Si todos trabajaran juntos en temas concretos, tendrían más fuerza.

¿Hay un techo para las exportaciones?

No hay techo. En 1991 teníamos un techo de US$ 3.000 millones. No salíamos de ahí y le decíamos al gobierno que estaba en ese momento que nosotros íbamos a salir de eso, pero éramos caros y nadie nos compraba. No salimos. Vino otro gobierno y dijo “pongamos el techo de los US$ 5.000 millones”. Nos reímos, pero llegamos. El mundo cambió, algunos países no pudieron producir y el uruguayito estaba ahí presente, con la carga pronta

Después empezó a crecer servicios y si hablamos de software arrancamos con tres empresas en 1991 a las que les hicimos un plan estratégico, les conseguimos fondos para ir a la feria mundial de software y ahí arrancó lo que es hoy el Software for export. Eso derramó conocimiento. A futuro las zonas francas van a exportar mucho más y en los servicios no hay límite.

Cuando has viajado en las misiones comerciales ¿qué te sorprendió del comprador extranjero? 

Recuerdo una vez que llevamos productos de calidad de chacinados y quesos a Paraguay, y nos encontramos que los supermercados no tenían la cadena de frío como para mantenerlos, por lo tanto, no podíamos vender. Paraguay fue creciendo y hoy podemos decir que está en primer nivel en compra de productos gourmet. 

¿Qué aprendiste de la experiencia negociadora?

Aprendí mucho de todos los presidentes a negociar con Brasil. Muchas veces uno iba a las reuniones del Mercosur donde se reunían todos los sectores de los cuatro países a medir sus fuerzas: cuánto salía producir, por ejemplo, un tomate en Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay. Se hablaba de cada detalle. Luego se escribía el acta y en un momento, como me habían enseñado la importancia de observar, vi que no se traslucía todo lo de la reunión en las actas. Entonces, llamé la atención de eso. Me dijeron que, si votábamos por ellos, cambiaban el acta. 

Ahí aprendí que era importante observar permanentemente todos los detalles de la negociación y qué se escribía, qué no, y de ser necesario enfrentar la situación, porque generalmente en esos momentos en que se quedan redactando algo, uno se va a tomar un café.

¿En qué podés camisetear ser uruguaya cuando viajás al exterior?

Vi cómo se ha mejorado en hablar inglés. Hubo momentos en que las personas que viajaban no sabían y uno tenía que participar como traductor. Hoy al ver salir al gobierno a hacer presentación país y que cada funcionario hable un inglés perfecto, genera orgullo. 

Yo aprendí japonés y empecé a estudiar chino siempre con el espíritu de entender qué están diciendo en una negociación, porque si no entendés y ellos hablan entre ellos, por lo menos con tres o cuatro palabras tenés idea de qué están diciendo. 

¿Qué no debe faltar en la valija de los exportadores al ir en una misión? 

Antes era tarjeta y folleto. Hoy tienen que llevar un video que muestre la empresa y cómo se produce. En las primeras misiones del software me acuerdo que no iban bien preparados. A la segunda fueron y así se aprendió. Hoy el marketing es clave, pero el precio es importante porque si no llegás y te recuerdan, pero te dicen que vengas en otro momento porque tienen otro que es más barato. 

¿Cuál fue la mejor lección que aprendiste, pero de la peor manera?

Que en las crisis todo tiene arreglo, lo único que no tiene arreglo es la muerte. Lo demás se arregla todo. Por eso nada me afecta en los peores momentos, porque puede ser otro. 

Hoy está sobre la mesa la brecha de género. ¿Cómo llegaste lejos en un entorno tan masculino?

He tenido una actitud proactiva. Yo nací en un ambiente que tenía cuatro hermanos varones y dos hermanas mujeres. Cuando salí del colegio y entré en la Unión de Exportadores me encontré con el mismo ambiente. Fui cadete, fui recepcionista/telefonista. Después pasé a directora de Programa de Promoción de Exportaciones. 

En un momento pedí para competir por la gerencia; no era cantado que yo iba a quedar. Se reunieron todas las cámaras y ahí salió humo blanco. Me tuvieron a prueba un año y la carta de presentación fue dar superávit dentro de la gremial. Ahí me terminaron de dar el reconocimiento y arranqué una etapa de formar equipos y sumar tecnología para ser más eficientes en los servicios. Fue en soledad, pero siempre con mucho trabajo y diciendo “yo quiero”. Cada vez que había una misión, yo decía que quería ir.

Quienes han trabajado contigo dicen que sos proactiva, articuladora… 

Sumaría la capacidad de gestión. Siempre vine feliz a trabajar, porque es un lugar donde se plantean muchos problemas y eso me desafía. Cuanto más difícil, mejor. 

¿Cómo fue trabajar con tu padre, Mario Aishemberg, como presidente de la gremial?

Fue corto, no era la idea. Siempre dije: o jefe o padre. De chica me llevaba al edificio de la Bolsa a la empresa de mi abuelo de importación de materias primas a separar sellos de los sobres. Otras veces lo acompañaba a las reuniones de las embajadas. 

Fui haciendo escuela sin querer queriendo, porque él no quería que yo trabajara. Le salió el tiro por la culata, pero se adaptó. Tuve que romper con muchas referencias que no había sobre una mujer con hijos trabajando, pero al final tuve el reconocimiento porque lo pude hacer y logré los equilibrios.  

Hoy es raro encontrar una persona que se mantenga 50 años en una empresa. ¿Dónde te ves en los próximos 10 años? Tenés un emprendimiento de turismo rural y ganadero con la cría de la raza Brangus. 

Lo hice tan entretenido, tan pasional, que no me di cuenta. Y la capacitación ha sido importante en la reconversión. Voy a seguir planificando mis próximos 50, porque tengo mucha energía. He tratado de no mezclar lo de la posada con la Unión de Exportadores. En los próximos 10 años me veo en el desarrollo rural. 

Tu asignatura pendiente siempre fue escribir un libro. ¿Se viene uno?

La idea es dejar un legado. Quiero dejar experiencias positivas, negativas, mensajes para el futuro y que quede plasmado en un libro de 50 años de exportación, 50 años del país, y 50 años de mi vida trabajando como mujer en este ambiente laboral. 

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