El mercado de acciones vivió una montaña rusa desde los mínimos que tocó en primavera. Pero, como suele pasar, algunas inversiones apenas se movieron del promedio. Los inversores volvieron a apostar por la bolsa en el último tiempo. Muchos me dicen que sienten miedos que les impiden invertir o operar con acciones.
Desde el mínimo del mercado bajista de 2009, los temores más comunes fueron una nueva recesión, otro desplome y el rumbo de las tasas de interés. Para quienes siguen de cerca los datos concretos de precios, estas caídas suelen tener varios puntos en común. Por eso, los invito a repasar la historia del mercado, en especial lo que pasó en las correcciones de 2011, 2015-2016, 2018, 2020, 2021-2022 y también las de este año.
Me enfoqué en el sentimiento alcista históricamente bajo que se dio entre marzo y abril, y marqué que esos niveles, por sí solos, no justificaban una compra. El Spyder Trust (SPY) quedó dos semanas seguidas por debajo de la banda de estrellas semanal, lo que marcaba una sobreventa extrema. Durante la caída del mercado en 2022, esas bandas fueron puestas a prueba, aunque no llegaron a superarse. Sí se rompieron durante el derrumbe de fines de 2018 y en 2020, con la crisis provocada por la COVID-19, antes de que el mercado hiciera piso.
La semana pasada, SPY llegó hasta la resistencia anual R1, en US$ 641,88, que era el objetivo pivote desde fines de abril, cuando SPY cerró esa semana por encima de su pivote anual de US$ 549,88. Como el mercado estaba dando señales de piso, empecé a mirar con mejores ojos los ETF que se mantenían por arriba de los pivotes anuales.
Es clave remarcar que, si bien el SPY tocó los mínimos de comienzos de 2024, el avance/descenso del S&P 500 mostró una firmeza mucho mayor y se mantuvo bien por encima de los mínimos de fines de ese año. Eso fue una señal alcista, ya que el indicador A/D resultó más fuerte que los precios. Si se hubiera tratado de un nuevo mercado bajista, esa diferencia no habría existido.
El indicador de alcistas-bajistas apareció varias veces a lo largo del año. Como señalé en "¿Deberían estar nerviosos los alcistas?", la última encuesta de la AAII mostró un 37,7% de alcistas y un 36,7% de bajistas, lo que llevó el indicador de alcistas-bajistas al 1%. Eso reflejaba que había más inversores que apostaban a una suba del S&P 500 en los próximos seis meses que los que pensaban que iba a bajar.
Entre marzo y abril, el indicador se movió entre -40 y -30, lo que mostraba un sentimiento alcista muy bajo y un pesimismo marcado. Lecturas extremas como esas, a fines de 2022, fueron la antesala del rebote del mercado en 2023 y 2024.
La semana pasada, el índice alcista-bajista marcó -16 y quedó por debajo de su media móvil ponderada (WMA). Ese cambio de ánimo generó preocupación en algunos sectores, justo cuando el mercado de acciones viene de un repunte y se acerca a septiembre, un mes que, en general, muestra un rendimiento flojo. En 2024, la bolsa tuvo una corrección al inicio de septiembre, aunque terminó cerrando el mes en alza.
Muchas veces, las tendencias estacionales y la incertidumbre por la dirección de las tasas de interés o el rumbo de la economía generaron movimientos perjudiciales en las carteras. La inversión de la curva de rendimientos, a mediados de 2022, mantuvo en alerta a muchos inversores durante buena parte de los últimos tres años. Para 2023, varios asesores anticipaban una recesión, algo que quedó reflejado en sus estimaciones para el S&P 500, a pesar de que los datos económicos no lo avalaban.
Según Morningstar, el S&P 500 cerró 2022 en 3.839,50 puntos. Las proyecciones de 23 analistas de firmas de inversión grandes para fines de 2023 iban desde los 3.650 puntos (un 5% menos) hasta los 4.750 puntos (un 24% más). El promedio estimado era de 4.080 puntos, lo que implicaba una suba del 6%. Pero el índice terminó el año con una suba del 26,4%. En ese arranque de 2023, las acciones tecnológicas de gran capitalización no estaban entre las favoritas.

Esa mirada iba en contra de lo que mostraba la relación entre el ETF iShares Russell 1000 Growth (IWF) y el iShares Russell 1000 Value (IWD), una de las herramientas que uso para evaluar qué tipo de acciones convienen más. Cuando esa relación baja —como pasó entre fines de 2021 y comienzos de 2023 (línea a)—, se favorecen las acciones de valor. En 2022, el IWM subió un 2,7%, mientras que el IWF se desplomó un 27,4%. Cambiar de acciones de crecimiento a acciones de valor hizo una diferencia enorme.
El MACDS y el MACD-His formaron una divergencia alcista a comienzos de 2023, impulsada por el RS de ETFs de crecimiento como el Invesco QQQ Trust (QQQ). El ratio tuvo fuertes oscilaciones durante 2024 y los primeros meses de 2025, pero hace unas semanas alcanzó nuevos máximos, lo que mantuvo intacta la tendencia alcista de corto plazo.
Otra vez, en 2024, los expertos de Wall Street se mostraron demasiado pesimistas. Aunque el promedio de las proyecciones para el S&P 500 era de 4.861 puntos, el índice cerró el año en 5.881. Esa diferencia dejó en evidencia la incertidumbre que reinaba en el mercado.
A mi entender, el debate sobre los próximos pasos de la Fed alejó a muchos inversores de las acciones desde los mínimos de octubre de 2022. Varias veces, pareció haber una especie de pulseada mediática entre estrategas financieros sobre cuántas veces se iban a recortar las tasas de interés. Cuando estos expertos que aparecen en los medios se muestran inseguros, eso puede desalentar al inversor común. El jueves pasado, Reuters lo reflejó con un título directo: "Oferta matutina: Las apuestas sobre la flexibilización de la Fed alcanzan su punto álgido".
Hace tiempo creo que enfocarse en esas discusiones es una pérdida de tiempo para los inversores. Si uno compra acciones que lideran el mercado, lo que pase mes a mes con las tasas no debería tener un impacto relevante. La semana pasada, vi señales de que el índice tecnológico QQQ empezaba a mostrar potencial alcista, justo antes de las declaraciones tan esperadas del presidente de la Fed, Jerome Powell, en Jackson Hole, este viernes.
En la jornada del martes, el sector tecnológico mostró una leve resaca: el QQQ cerró con una baja del 1,4%, quedando apenas por debajo de la media móvil exponencial (EMA) de 20 días, en US$ 569,40. El pivote mensual se ubica en US$ 561,43, lo que representa un 1,4% menos que el cierre. El S1, en US$ 548,24, está un 3,7% por debajo, mientras que el soporte gráfico clave se encuentra en US$ 540 (línea a). El R1 anual, en US$ 572,08, ya se había alcanzado y figuraba como objetivo alcista en abril.
La línea de avance/descenso del NDX100 no marcó un nuevo máximo el 13 de agosto, cuando el QQQ llegó a los US$ 583,34. Aun así, la línea A/D se mantiene por encima de su EMA, ya que solo el 6% de las acciones del QQQ bajaron ese día, mientras que el 42% de las acciones del S&P 500 subieron. De hecho, los buenos datos de A/D del martes impulsaron hacia arriba tanto la línea A/D del S&P 500 como la del NYSE.
El RS de rendimiento relativo cayó por debajo de su EMA, lo que muestra que el QQQ no está superando al SPY, ya que la semana pasada quedó rezagado. El RS semanal (no mostrado) se mantiene positivo, como desde los mínimos de abril. La baja, impulsada por las acciones tecnológicas, podría derivar en una caída más amplia hacia fin de mes, aunque por ahora no hay señales concretas de que eso ocurra.
La acción positiva de las líneas A/D, tanto mensuales como semanales, indica —como ya se vio en febrero— que una corrección en el mercado sería apenas una pausa en la tendencia alcista. Aun así, la duración del repunte actual y los bajos niveles de efectivo, según la encuesta global FMS, alertan sobre un escenario más inestable en los próximos meses, en el que no conviene estar con una cartera completamente invertida.
*Con información de Forbes US.