Donald Trump aprovechó sus primeros cinco meses en el cargo para atacar a viejos aliados como Canadá, México y la Unión Europea. Insistió en que Estados Unidos "ya no tolerará ser estafado".
Su trato con los socios comerciales fue más competitivo que cooperativo. Impuso o amenazó con aranceles excesivos con el argumento de que esos países generan déficits comerciales para enriquecerse a costa de los estadounidenses. Tiene razón cuando señala que los empleos en la industria manufacturera de Estados Unidos cayeron de forma abrupta desde principios de siglo. Esa caída golpeó a las ciudades fabriles del centro del país, que en respuesta se volcaron a las urnas para votarlo. Pero cuesta sostener que la globalización fue un juego de suma cero.
Desde hace 23 años, la revista Forbes publica la lista Global 2000, que ordena a las 2000 empresas más grandes del mundo según ingresos, ganancias, activos y valor de mercado, con el mismo peso para cada uno de esos cuatro criterios. Hace dos décadas, las compañías que integraban ese ranking sumaban ventas anuales por US$ 21,9 billones, ganancias por US$ 1,3 billones, activos por US$ 80,7 billones y una capitalización bursátil conjunta de US$ 26,6 billones. Desde entonces, todas esas cifras crecieron cada cinco años, y los números de este año marcan nuevos récords: US$ 52,9 billones en ingresos, US$ 4,9 billones en beneficios, US$ 242,2 billones en activos y US$ 91,3 billones en valor de mercado.
Gran parte de ese crecimiento impresionante —más del doble en ingresos— ocurrió en Estados Unidos, donde el índice S&P 500 se multiplicó por cinco en las últimas dos décadas. Allí tienen sede Walmart, la empresa con mayores ventas en 12 meses; Alphabet, la más rentable; y Apple, que fue la más valiosa hasta el 25 de abril, fecha en la que se recopilaron los datos para la lista. (Nvidia, que ocupa el puesto 47 en el ranking, la superó después, con una valuación de mercado cercana a los US$ 3,5 billones).
Hoy, varios líderes de las principales compañías de Estados Unidos y del mundo temen que una guerra comercial frene ese crecimiento. En mayo, durante la presentación de resultados, el director ejecutivo de Walmart, Doug McMillon, advirtió: "Unos aranceles más altos resultarán en precios más altos". Por su parte, Jamie Dimon, jefe de JPMorgan, dedicó casi toda su carta anual a sus preocupaciones geopolíticas y macroeconómicas antes de referirse a la situación de su banco.
"Estados Unidos será el primero, pero no si está solo", escribió Dimon sobre el lema de Trump "Estados Unidos Primero". "Si las alianzas militares y económicas del mundo occidental se fragmentaran, Estados Unidos se debilitaría inevitablemente con el tiempo". En la Cumbre Iconoclasta de Forbes, que se hizo la semana pasada en Nueva York, el multimillonario Ken Griffin, uno de los inversores más poderosos del planeta, sostuvo que el uso de aranceles "tiene un alto precio para el consumidor estadounidense" y opinó que "la administración debería avergonzarse" por haber criticado a McMillon tras su comentario sobre el aumento de precios.
No conviene subestimar el tono prudente de Dimon. JPMorgan lideró la lista Global 2000 de Forbes en los últimos tres años. Las acciones del banco subieron un 30% en el último año. En comparación, las 100 principales empresas de Estados Unidos que integran ese ranking aumentaron, en promedio, un 10,5% su valor de mercado. Ese rendimiento fue tres puntos porcentuales más bajo que el de las 100 principales compañías fuera del país.
Desde que Trump asumió la presidencia, el S&P 500 tuvo fuertes altibajos y apenas creció un 0,59%. En el mismo período, las acciones de Europa y China avanzaron cerca de un 20%. Si se mira la última década, las 100 acciones estadounidenses más destacadas de la lista registraron una rentabilidad acumulada promedio del 488%, frente al 143% que alcanzaron las 100 principales fuera de Estados Unidos.
Con US$ 4,4 billones en activos, JPMorgan es el banco más grande del país y la única compañía que aparece entre las 20 mejores del mundo en cada una de las cuatro categorías que toma en cuenta la lista. Las otras cuatro que completan el top cinco del Global 2000 son Berkshire Hathaway, el Banco Industrial y Comercial de China, Saudi Aramco y Amazon.
Cinco de las ocho primeras empresas del ranking son bancos, aunque las llamadas "siete magníficas" tecnológicas dominan cuando se mide por capitalización bursátil. Estas gigantes tech suelen contar con menos activos, por eso no destacan tanto en ese rubro. El sector bancario es el más representado, con 328 entidades en el listado. Van desde JPMorgan hasta el Keiyo Bank de Japón, que tiene activos por US$ 43.000 millones.
Otras 134 compañías clasificadas como entidades financieras diversificadas también entraron en la lista. Entre ellas están Goldman Sachs (puesto 20), Charles Schwab (124) y Blackstone (418). En comparación, el sector tecnológico aparece menos representado: hay 186 firmas divididas entre software y servicios, hardware y semiconductores.
Entre las 100 empresas con más activos del mundo, 88 son bancos, aseguradoras u otras entidades financieras. Esa presencia masiva les da una ventaja estructural. Además, los bancos vienen aumentando sus ganancias desde hace años gracias a los altos márgenes de interés, favorecidos por un contexto de tasas en alza.
Aunque en los primeros puestos del Global 2000 de Forbes no hubo grandes cambios, más abajo en la lista sí se registraron movimientos importantes. Nvidia, el fabricante de chips para inteligencia artificial que no para de crecer, entró por primera vez en el top 100 tras subir 63 lugares y ubicarse en el puesto 47. La compañía sigue escalando posiciones desde que debutó en este ranking en 2006.
Disney (71) y Pfizer (73) también volvieron al top 100 después de repuntar en ganancias. El año pasado habían quedado muy relegadas: Disney en el puesto 155 y Pfizer en el 436. Aun así, las acciones de Pfizer —con una valuación de mercado de US$ 130.000 millones— siguen 60% por debajo del pico que alcanzaron a fines de 2021, en plena pandemia.
En el otro extremo, BP cayó 374 lugares y quedó en el puesto 421. Sus ganancias se desplomaron de US$ 9.200 millones a apenas US$ 399 millones, golpeadas por la baja en los precios del petróleo y paradas inesperadas en sus refinerías. Intel también sufrió una fuerte caída: pasó del puesto 107 al 488 después de acumular pérdidas netas por US$ 19.000 millones en los últimos 12 meses.
La empresa de chips, con sede en Santa Clara, California, quedó muy rezagada frente a Nvidia en la carrera por el desarrollo de inteligencia artificial. Lleva cinco trimestres improductivos. Solo en el tercero del año pasado perdió US$ 16.600 millones, arrastrada por amortizaciones vinculadas a su reestructuración. Ese proceso incluyó el despido de 15.000 empleados y la baja contable de algunos activos de producción.
En términos generales, Estados Unidos sigue muy por delante, con 612 empresas con sede en el país. Son apenas nueve menos que el año pasado, cuando sumaba 621. China aparece en segundo lugar, con 317 compañías incluidas, entre ellas varias con base en Hong Kong.
Fue un año flojo para las ofertas públicas iniciales, así que hubo pocas incorporaciones llamativas al ranking. Entre las más destacadas figuran Smithfield Foods (puesto 1383), la firma de computación en la nube con inteligencia artificial CoreWeave (1799) y SiriusXM Holdings (1822), que se separó de Liberty Media en septiembre pasado. La compañía mejor posicionada entre las nuevas es la irlandesa Smurfit Westrock, ubicada en el puesto 855. Se dedica a la producción de papel y embalaje, y nació de la fusión entre Smurfit Kappa y Westrock en julio del año pasado. Tiene casi un siglo de historia.
Los banqueros creen que si Trump cumple con sus promesas de desregular el sector, podrían concretarse más fusiones y salidas a bolsa. Eso movería el ranking del Global 2000 en 2026. Pero si siguen los anuncios caóticos de políticas económicas, las ganancias de las empresas podrían achicarse, ya que más fondos terminarían en manos del Estado a través de los aranceles.
Estados Unidos sigue siendo la economía más poderosa del planeta. Pero ahora queda en manos de Trump y del Congreso decidir si vale la pena ceder los beneficios que el país y sus aliados disfrutaron durante años gracias a la globalización. Porque, en el fondo, esos beneficios fueron ingresos fiscales que crecieron gracias a un Estado más duro en las reglas del comercio.
Nota publicada en Forbes US.