Para celebrar su segunda investidura a comienzos de este año, el presidente de Coca-Cola, James Quincey, viajó a Washington con un gesto de agradecimiento bien simbólico: una edición conmemorativa de la bebida favorita de Donald Trump, la Coca-Cola Light. Pero la reunión se tensó cuando el mandatario le preguntó por qué la compañía no utiliza azúcar de caña en su gaseosa clásica, conocida popularmente como "Coca-Cola Mexicana". Quincey respondió que "no había suficiente suministro".
Trump no le creyó, según el libro 2024: How Trump Retook The White House, y enseguida llamó a uno de sus principales donantes y amigo desde hace más de 40 años, José "Pepe" Fanjul, el empresario azucarero de Palm Beach que tiene 81 años y vive cerca de Mar-a-Lago, para consultarle si eso era cierto. Aquella charla, según trascendió, fue el punto de partida de lo que ocurrió en los meses siguientes. Fanjul asistió a la ceremonia de investidura tras donar casi US$ 1 millón. Durante el verano, cuando Quincey volvió a Washington, Trump insistió con el tema del azúcar de caña. Poco después, anunció en redes sociales que Coca-Cola lanzaría una línea completamente nueva: "Este será un muy buen movimiento por parte de ellos, ya verás. ¡Es simplemente mejor!", dijo.
Fanjul y sus hermanos, dueños de un imperio azucarero e inmobiliario que incluye marcas como Domino Sugar y Florida Crystals, cuyo valor ronda los US$ 4.000 millones según Forbes, compiten por quedarse con el negocio de Coca-Cola desde entonces. Aunque la esperada línea con azúcar de caña cultivada en Estados Unidos comenzará a producirse pronto —la compañía ya confirmó su lanzamiento para este otoño—, todavía hay pocas certezas sobre dónde obtendrá ese insumo la firma con sede en Atlanta. Coca-Cola prefirió no hacer comentarios. Sin embargo, una fuente al tanto del proyecto le dijo a Forbes que la empresa "está intentando mantenerlo en secreto", aunque confirmó que los Fanjul "estarán involucrados".
Si bien probablemente no será un contrato exclusivo, los Fanjul figuran entre los mejor posicionados para capitalizar la expansión de Coca-Cola en el mercado del azúcar de caña en Estados Unidos.
Los hermanos Fanjul —Pepe, de 81 años, vicepresidente y presidente; Alfonso, conocido como Alfy, de 88 años, director ejecutivo y presidente; Alexander, de 75; Andrés, de 67; y Lillian, de 87, todos vicepresidentes sénior y directores del negocio familiar— son los dueños de la refinería de azúcar de caña más grande del mundo. La familia produce el 16 % del azúcar sin refinar que se genera en Estados Unidos a través de Florida Crystals, que en 2024 registró ingresos por US$ 5.500 millones. Además de sus ingenios, refinerías y propiedades inmobiliarias, el imperio de los Fanjul también incluye el reconocido resort Casa de Campo, en República Dominicana.
La familia Fanjul emigró al sur de Florida en 1959, después de la revolución encabezada por Fidel Castro en Cuba. A lo largo de los años, donó a candidatos de ambos partidos. Pero también cosechó numerosas críticas. Colin Grabow, investigador del Instituto Cato, publicó en 2018 un informe titulado Cartel cubierto de caramelo: Es hora de acabar con el programa azucarero estadounidense, en el que cuestiona con dureza el poder que ejerce el clan azucarero.
"Si los Fanjul representan el sueño americano, esa es una visión bastante cínica de lo que es", afirmó Grabow. "No se trata de la clásica historia estadounidense de entrar, forjar vínculos estrechos con los políticos e intentar someter las políticas gubernamentales a tu voluntad. El sueño americano es triunfar gracias a tu ingenio y trabajo duro, y no por tu capacidad para manipular las políticas gubernamentales", agregó.
Un vocero de los Fanjul respondió: "La familia Fanjul agradece las oportunidades que ofrece este país gracias a la determinación y una sólida ética de trabajo. Su historia es el sueño americano".
La familia viene siendo proveedora de Coca-Cola desde hace años, aunque nunca de forma exclusiva ni para un producto específico. Para la compañía, avanzar hacia una alianza exclusiva con Florida Crystals —la finca orgánica regenerativa certificada más grande de Estados Unidos y la única que cultiva azúcar en ese formato— representaría la chance de fortalecer una cadena de suministro sostenible y trazable.
La adopción de criterios de sostenibilidad por parte de los Fanjul es más reciente. El clan arrastra décadas de denuncias por la presunta contaminación de vías fluviales a partir de vertidos químicos. Según el vocero, sus granjas filtran el agua y la devuelven "más limpia que cuando llegó". También se los acusa de afectar la calidad del aire por la quema de hojas de caña de azúcar, una técnica utilizada para preparar la cosecha y que puede liberar gases tóxicos. La familia sostiene que se trata de un método común, regulado por el estado, y que nunca realizan quemas a menos de tres kilómetros de una zona residencial o comercial.
La compañía también opera una planta de energía renovable que funciona con fibra de caña de azúcar y una de las 10 plantas de compostaje más grandes del país. "Somos parte de esas comunidades. Nuestros empleados viven en ellas y estamos comprometidos a protegerlas y servirlas", aseguró el vocero.
Las críticas a los Fanjul no se limitan al impacto ambiental. También enfrentaron denuncias por trabajo forzoso en República Dominicana, algo que la familia negó de forma sistemática. La empresa sostiene que actúa de manera proactiva para mejorar las condiciones laborales.
"Los Fanjul no alcanzaron el éxito de la noche a la mañana", agregó el vocero. "Durante los últimos 65 años, gracias al trabajo duro, la determinación y la experiencia, lograron que su negocio crezca hasta donde está hoy", remarcó.
La familia Fanjul empezó a cultivar y producir azúcar en Cuba en la década de 1850, y con el tiempo se convirtió en uno de los mayores productores del país. En 1936, Alfonso Fanjul Sr. y Lillian Gómez-Mena —herederos de dos de las familias azucareras más ricas de la isla— se casaron y unieron sus fortunas. Para 1959, el grupo ya controlaba 10 ingenios, tenía propiedades inmobiliarias en toda Cuba y operaba un corredor de bolsa en Nueva York. Pero tras la revolución, el régimen de Fidel Castro expropió todos sus bienes.
"Estaba sentado en la oficina familiar cuando la gente de Fidel Castro entró a discutir lo que iba a pasar. Nos sentamos con los abogados, yo tenía un bloc amarillo y un lápiz, y pusieron ametralladoras sobre la mesa", recordó Alfy en un discurso de 2013 en la Universidad de Fordham, su alma máter, de la que se graduó justo cuando terminó la revolución, en 1959. "Charlamos un rato, y entonces el líder agarró la ametralladora, señaló el mapa en la pared donde teníamos las diferentes propiedades de nuestra empresa, me miró y dijo: 'Vamos a desmantelarlo todo'", contó.
Después de huir a Nueva York, la familia Fanjul reunió US$ 640.000 —el equivalente a más de US$ 7 millones actuales— junto con otros exiliados cubanos de alto poder adquisitivo. Con ese dinero, compraron 1.600 hectáreas en Pahokee, a orillas del lago Okeechobee, en Florida. Luego adquirieron partes antiguas de pequeños ingenios azucareros en Luisiana y las trasladaron en barcazas. Su primer ingenio en suelo estadounidense comenzó a funcionar en 1960.
Alfonso Jr. tenía apenas 22 años cuando empezó a trabajar junto a su padre en el negocio familiar. Con el tiempo, se sumaron sus hermanos Pepe, Andrés y Alexander. La primera gran jugada del grupo llegó en 1984, cuando compraron las operaciones azucareras de Gulf and Western, un conglomerado que en aquel momento era dueño de Paramount Pictures. Para cerrar la operación, los Fanjul se endeudaron por US$ 240 millones —unos US$ 750 millones actuales—. "Eso nos puso en el mapa", dijo Pepe años más tarde en una entrevista con Vanity Fair.
Desde entonces, los Fanjul supieron cómo hacerse escuchar. Un ejemplo fue la relación de Alfy con la administración de Bill Clinton, luego de haber sido copresidente de su campaña en Florida en 1992.
El Día de los Presidentes de 1996, mientras Bill Clinton se encontraba en el Despacho Oval con Monica Lewinsky, sonó el teléfono. El presidente interrumpió lo que estaba haciendo y atendió. Era Alfy. Durante 20 minutos, se quejó con él por la propuesta de Al Gore de aplicar un impuesto de un centavo por libra a los productores de azúcar de Florida, con el objetivo de financiar la limpieza de los contaminados Everglades. Al parecer, el llamado surtió efecto: según informes de la época, Clinton retiró discretamente su apoyo a la iniciativa.
Grabow, del Instituto Cato, lo resume con una frase que apunta directo al poder de la familia: "La capacidad de llamar al presidente de los Estados Unidos y mantenerlo al teléfono durante un período prolongado dice algo sobre el tipo de influencia que estos tipos disfrutan", señaló.
A fines de la década del 90, el negocio azucarero de los Fanjul ya generaba ventas por US$ 275 millones, y la familia controlaba más tierras que su principal competidor, US Sugar. Alfy y Pepe lanzaron una ofensiva de compras: en 1998, adquirieron una refinería en Nueva York y, en 2001, compraron Domino Sugar por US$ 200 millones. Ese mismo año fusionaron esas operaciones bajo el paraguas de ASR Group, que luego sumó otras marcas como C&H. Para 2007, Florida Crystals ya facturaba US$ 3.000 millones.
Hoy, ASR es la refinería de azúcar de caña más grande del mundo y pertenece por completo a Florida Crystals. Durante 26 años, la Cooperativa de Productores de Caña de Azúcar de Florida tuvo una participación minoritaria, pero los Fanjul la compraron en 2024. El monto de la operación no se hizo público.
Además de Florida Crystals, el negocio más importante de los Fanjul es Central Romana, un conglomerado agrícola y turístico con base en República Dominicana. La familia posee el 35 % de la empresa, una participación valuada en aproximadamente US$ 190 millones, según registros corporativos de Luxemburgo. Central Romana es el mayor productor de azúcar del país, aunque en 2022 la administración de Joe Biden prohibió la importación de su azúcar a Estados Unidos tras denuncias de trabajo forzoso en algunas de sus plantaciones.
La investigación del gobierno norteamericano identificó 11 indicadores de trabajo forzoso, que incluían abuso de vulnerabilidad, aislamiento, retención de salarios, condiciones laborales y de vida precarias, además de jornadas laborales excesivas.
Un vocero de Central Romana aseguró que la compañía siempre cuestionó esas acusaciones. También afirmó que la firma invirtió más de US$ 50 millones en viviendas gratuitas para sus trabajadores rurales, así como en escuelas e infraestructura sanitaria. Y agregó que la empresa paga sueldos 50 % por encima del salario mínimo legal en República Dominicana.
Las restricciones impuestas a Central Romana fueron levantadas en marzo, lo que convirtió a la empresa en uno de los pocos beneficiarios extranjeros del primer año del nuevo mandato de Donald Trump. Según un vocero de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés), la orden fue "modificada" tras constatar "mejoras documentadas en las normas laborales, verificadas por fuentes independientes".
"Central Romana tomó medidas para abordar las preocupaciones señaladas", declaró el vocero a Forbes. "La CBP seguirá vigilando de cerca el cumplimiento", indicó.
Pepe Fanjul mantiene un rol clave en el círculo cercano de Trump. Participó y organizó eventos de recaudación de fondos durante las campañas presidenciales de 2016 y 2020. El 30 de mayo de 2024, el mismo día en que Trump fue condenado en Nueva York por 34 cargos de falsificación de registros comerciales, Pepe fue anfitrión de otro evento de recaudación en su lujoso departamento del Upper East Side, en Manhattan.
Desde 2016, la familia Fanjul y sus empresas donaron más de US$ 7 millones a comités de recaudación de fondos y supercomités de acción política (PAC) vinculados a Donald Trump. Según datos de la Comisión Federal Electoral y del Departamento de Estado de Florida, desde 1977 aportaron al menos US$ 24 millones a campañas y PAC federales y estatales, con donaciones tanto a demócratas como a republicanos. Florida Crystals, además, destinó más de US$ 20 millones al lobby con políticos federales desde 1999.
En Estados Unidos, los precios del azúcar de caña están sostenidos por el gobierno desde hace décadas a través de subsidios al precio de mercado y préstamos por debajo del valor comercial. Según el Banco de la Reserva Federal de St. Louis, el azúcar en el país cuesta aproximadamente el doble que en el mercado internacional. Ese respaldo estatal no se terminará pronto: los préstamos también están incluidos en la ley firmada por Trump el 4 de julio, que subió la tasa de interés para el azúcar de caña sin refinar de 19,75 a 24 centavos por libra. El presidente también impuso un arancel del 50 % a Brasil, el principal exportador de azúcar sin refinar a Estados Unidos, aunque los Fanjul también compran parte de su azúcar en ese país.
La ayuda estatal es clave. Durante la última década, los precios internacionales del azúcar mostraron una gran volatilidad, y tanto Florida Crystals como sus competidores enfrentaron dificultades por las caídas de precio y las malas perspectivas para las materias primas. En ese contexto, ampliar su vínculo comercial con Coca-Cola representa un incentivo importante para los Fanjul. Y si Trump logra mantener altos los precios del azúcar en el mercado estadounidense, y limitar el ingreso de productos extranjeros, el negocio seguirá siendo rentable. Cuando deje la Casa Blanca, siempre podrán volver a hacer lo que mejor saben: cultivar relaciones con políticos de ambos partidos.
*Con información de Forbes US.