Durante seis años, Gonzalo Centurión transitó el camino clásico del emprendedor gastronómico. Abrió locales, formó equipos, ajustó precios y aprendió a convivir con una estructura de costos cada vez más exigente. Robusta Café, la marca que fundó en Montevideo, llegó a tener tres locales y una propuesta basada en calidad consistente, precios accesibles y el consecuente volumen de ventas. Pero esa misma experiencia fue la que lo empujó a buscar una alternativa distinta.

Según explicó a Forbes Uruguay, en un viaje de arquitectura Centurión descubrió una tecnología que ya estaba cambiando el consumo de café en la ciudad de Shanghai, China. Se trataba de Cofe+, un robot barista desarrollado por la startup Shanghai Hi-Dolphin Robot Technology, capaz de preparar bebidas de nivel profesional de forma autónoma y operar las 24 horas del día. 

Para el emprendedor no se trataba de una máquina vending tradicional, sino una solución pensada para reducir costos fijos sin resignar calidad. Meses después, esa idea se transformó en un proyecto concreto y Uruguay se convirtió en el primer país de la región en incorporar este sistema, siendo además la segunda instalación en Sudamérica.

¿Cómo funciona el robot cafetero?

La máquina prepara desde un espresso hasta un cappuccino o un café frío en unos 50 segundos. Funciona con un brazo robótico de cuatro ejes y un sistema de inteligencia artificial que permite programar cada receta con precisión. 

Se definen variables como la molienda, la cantidad de café, el tiempo de extracción, la temperatura de la leche y el tipo de espuma. Todo el proceso es monitoreado de forma remota, con sensores que controlan insumos, limpieza, temperatura interna e incluso niveles de humedad.

Más allá del impacto visual, el diferencial está en el modelo de negocio. Importar una Cofe+ a Uruguay implica una inversión cercana a los US$ 80.000, con impuestos incluidos, y un plazo de repago estimado en tres años. En comparación con una cafetería tradicional, que requiere alquiler, personal permanente, equipamiento y múltiples habilitaciones, el robot reduce drásticamente los costos fijos y prácticamente elimina el desperdicio de materia prima.

Centurión explica que en un local convencional solo entre alquiler y sueldos el costo mensual supera fácilmente los $ 100.000. En este esquema, esos gastos se reducen a una fracción. 

Si bien se necesita un operario para tareas de carga, limpieza y control, la operación no depende de turnos completos ni de la intervención constante de personal especializado. Además, la máquina dosifica exactamente lo que fue programado, evitando errores y pérdidas.

Para estructurar el proyecto, el fundador de Robusta creó una sociedad por acciones simplificada (SAS) integrada inicialmente por cuatro socios que financiaron la primera importación. 

A partir de allí, el modelo se abrió a pequeños inversores interesados en participar del negocio. La lógica no es invertir en una máquina puntual, sino en la empresa, con distribución de utilidades cada cuatro meses y un esquema totalmente digitalizado que permite seguir ventas, insumos y rentabilidad en tiempo real.

La primera Cofe+ llegó al puerto de Montevideo en octubre y comenzó a operar tras un período de armado y capacitación con técnicos de la empresa china. Las pruebas iniciales fueron contundentes. En la Fiesta del Mate, en San José, la máquina trabajó durante seis horas continuas y vendió más de 400 cafés sin registrar fallas técnicas. Actualmente, el robot se encuentra en fase de exhibición y testeo mientras se completan las integraciones de pago y facturación locales.

En el corto plazo, la máquina operará en Punta del Este durante la temporada, con base en el puerto. Luego regresará a Montevideo para un proyecto piloto en un kiosco de diarios del Centro, en coordinación con el sindicato de canillitas y con apoyo inicial de la Intendencia. La propuesta apunta a combinar café, tecnología y venta tradicional en espacios que hoy buscan reinventarse.

A mediano plazo, Centurión visualiza estos robots en hospitales, universidades, shoppings y zonas de alto tránsito. No se trata de saturar la ciudad, aclara, sino de ubicarlos donde el volumen lo justifique. Menos estructura, más datos, precios accesibles y una operación diseñada para escalar.