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Cómo funciona la startup de IA que puede eliminar todos los delitos en Estados Unidos

Thomas Brewster

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Con una red de más de 80.000 cámaras, drones propios y acceso en tiempo real a bases de datos públicas y privadas, Flock Safety ya trabaja con 5000 fuerzas policiales en casi todo el país. Promete frenar el crimen con algoritmos, pero enfrenta críticas por violaciones a la privacidad, negocios opacos y un enfrentamiento abierto con el mayor jugador del rubro.

9 Septiembre de 2025 17.00

En una sala sin ventanas dentro del Departamento de Policía de Dunwoody, en Atlanta, el comisario Tim Fecht presionó un botón y un dron DJI con forma de insecto se elevó en silencio desde la terraza de la comisaría. Ya tenía cargadas las coordenadas: un shopping de la zona, donde una llamada al 911 alertó a la policía por un robo.

Desde lo alto del complejo, Fecht enfocó a un hombre que miraba su teléfono. Luego observó a un grupo de personas que esperaban el tren. Todos estaban a cientos de metros, pero se veían con nitidez en la pantalla principal del centro de delitos del departamento, un espacio del tamaño de un aula, con paredes cubiertas de monitores que mostraban datos de delitos en tiempo real: transmisiones de cámaras de vigilancia, lectores de patentes, reportes automáticos de disparos y mapas digitales con la ubicación de los patrulleros en toda la ciudad. A medida que ingresaban más llamados al 911, la inteligencia artificial los transcribía en otra pantalla. Fecht podía acceder a cualquiera de ellos con solo unos clics.

A veinte minutos de Dunwoody, en una oficina donde las cámaras y los detectores de disparos de Flock Safety están dispuestos como piezas de museo, Garrett Langley, director ejecutivo y cofundador de 38 años, lidera la compañía responsable de todo. Con ventas estimadas en US$ 300 millones para 2024, la firma creció de forma acelerada desde su creación en 2017. En su última ronda de inversión, fue valorada en US$ 7500 millones. Desde entonces, Flock construyó una red silenciosa de más de 80.000 cámaras desplegadas en autopistas, calles y estacionamientos de todo Estados Unidos. No solo registran las patentes de los autos que pasan, también captan detalles como la marca y rasgos particulares: ventanas rotas, abolladuras o calcomanías en el paragolpes.

Langley asegura que sus cámaras permiten resolver un millón de delitos por año. Y en poco tiempo, esa cifra podría aumentar. En agosto, Flock lanzará sus propias cámaras aéreas, montadas en drones "fabricados en Estados Unidos". Estos dispositivos, producidos en una planta que la compañía abrió este año cerca de sus oficinas en Atlanta, agregarán una nueva dimensión a su negocio y buscarán competir directamente con el dominio del gigante chino DJI.

Jamel, la portada de la revista Flock, encabeza la lista de Forbes
Jamel Toppin para Forbes.

 

Langley lanza una predicción contundente: en menos de diez años, las cámaras de Flock, tanto fijas como aéreas, eliminarán casi por completo la delincuencia en Estados Unidos. Reconoce que los programas para promover el empleo juvenil y reducir la reincidencia también serán clave. Suena como una promesa exagerada de otro entusiasta de la tecnología que confía ciegamente en la inteligencia artificial, pero Langley insiste. Pese a la resistencia de activistas por la privacidad y de su principal competidor, el gigante tecnológico policial Axon Enterprise, que proyecta ingresos por US$ 2100 millones en 2024, sigue convencido.

Afirma que Estados Unidos puede y debe ser un lugar donde todos se sientan seguros. Y cree que eso se logrará una vez que una vasta red de tecnología de vigilancia Flock, fabricada en el país, cubra todo el territorio. "Hablé con muchos activistas que creen que la delincuencia es solo el costo de la sociedad moderna. Discrepo", dice Langley. "Creo que podemos tener una ciudad sin delincuencia y libertades civiles... Podemos tenerlo todo". Según explica, en los municipios donde ya se instaló el sistema de Flock, el delincuente promedio —jóvenes de entre 16 y 24 años que cometen delitos no violentos— "con toda probabilidad será atrapado".

Aunque no siempre funciona. En el Departamento de Policía de Dunwoody, los agentes no lograron identificar al ladrón. Sin embargo, el comisario Fecht y su jefe, el mayor Patrick Krieg, no tardaron en mencionar otros casos en los que, según ellos, Flock fue clave para atrapar a delincuentes. Citaron una banda que robaba cajeros automáticos y asaltaba farmacias en toda la Costa Este, hasta que las cámaras de Flock lograron rastrear uno de los vehículos usados para escapar. También hablaron de un hombre armado que iba hacia una zona de bares muy concurrida: un dron lo identificó por un tatuaje en el cuello, y lo detuvieron antes de que pudiera lastimar a alguien. Incluso recordaron a una mujer que había amenazado a su vecino con un arma.

Cuando el desfile del 4 de julio —el más grande de Georgia— llegue a Dunwoody unos días después, las cámaras de Flock estarán vigilando a quienes intenten interrumpirlo. "Simplemente nos da la oportunidad de garantizar la seguridad de la comunidad durante grandes eventos como ese", afirma Krieg.

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Sin Manos Ociosas: Flock está invirtiendo $10 millones en pequeños negocios de Atlanta, incluyendo un restaurante de comida Tex-Mex y una cadena de salones de belleza. "Una forma de ayudar a prevenir la delincuencia es asegurar que los niños tengan trabajo", dice el director ejecutivo 

 

Recién regresado de unas vacaciones familiares por Europa, Langley —alto, atlético y de buen ánimo— se muestra optimista. El crecimiento de Flock fue explosivo, con un aumento de ingresos cercano al 70% respecto a los US$ 175 millones estimados en 2023. Todavía no es rentable y no tiene planes inmediatos de serlo. La prioridad, por ahora, sigue siendo el crecimiento, respaldado por una ronda de inversión de US$ 275 millones en marzo, liderada por Andreessen Horowitz. Ese respaldo fue suficiente para que Flock integrara el ranking Cloud 100 de Forbes, que destaca a las principales empresas privadas de computación en la nube de 2025.

Langley asegura que transformar a Flock en una compañía valuada en US$ 100.000 millones está "muy al alcance". Ilya Sukhar, uno de los primeros inversores y socio de la firma de capital de riesgo Matrix, que también integra el directorio de la empresa, coincide: "Es un poco cliché, pero parece que apenas estamos empezando", afirma. "No me resulta difícil imaginar que lleguemos a ese nivel", precisa. Cada cámara lectora de patentes de Flock cuesta entre US$ 3.000 y US$ 3.500, con un cargo adicional por FlockOS, el sistema operativo que permite acceder a todos los datos recopilados, ya sea desde un navegador o una app mobile. El precio varía según la cantidad de cámaras o usuarios. El Departamento de Policía de Dunwoody, por ejemplo, paga alrededor de US$ 500.000 al año por su paquete completo: 105 cámaras, detectores de disparos, el dron DJI y el software que lo integra todo.

El crecimiento de Flock no se apoya solo en sus 5000 clientes policiales distribuidos en 49 estados —todavía no instaló cámaras en Alaska—. También suma 1000 clientes corporativos, entre los que figuran grandes compañías como FedEx, Lowe's y Simon Property, el principal dueño de centros comerciales en Estados Unidos. A esa lista se suman asociaciones de viviendas y consorcios de dueños, pequeñas empresas, escuelas y organizaciones como la Federación Judía del Gran Atlanta, que instaló 64 cámaras Flock en distintas propiedades de la ciudad, incluido un centro comunitario que recientemente informó a la Policía de Dunwoody sobre un aumento en las amenazas antisemitas. Todos estos clientes pueden elegir dar acceso a la policía a las imágenes de sus cámaras, lo que amplía la red de vigilancia disponible para las fuerzas de seguridad. Muchos lo hacen.

 

Langley no tenía experiencia en tecnología policial cuando fundó la empresa en 2017 junto a dos excompañeros de Georgia Tech: Matt Feury, de 36 años, y Paige Todd, de 40. Antes de Flock, los tres habían trabajado juntos en una app que Langley cofundó para mejorar el ingreso de invitados VIP a eventos deportivos y recitales, donde Feury y Todd fueron sus primeros empleados. Aquella startup fue adquirida por Cox Enterprises, con sede en Atlanta, y ya no existe. La idea de Flock surgió después de un robo sin resolver en el barrio de Langley. El grupo empezó a desarrollar un prototipo básico: una cámara de teléfono Android dentro de una caja impermeable, que tomaba fotos de autos e identificaba las patentes, luego accesibles desde una app. Era rudimentario, pero funcionó como prueba de concepto.

Cuando Ilya Sukhar decidió invertir en Flock en 2018, la empresa todavía enfrentaba dificultades técnicas. Intentaban desarrollar la cámara que imaginaban: resistente al clima, con energía solar, siempre activa, capaz de sacar fotos nítidas en segundos y enviarlas a través de internet a un servidor en la nube de Amazon, donde se pudieran revisar y comparar de forma masiva. "Llevó tiempo descifrarlo", admite Sukhar. Para 2020, Flock ya tenía todo listo y avanzaba con rapidez en la construcción de una red nacional de cámaras. También había sumado a su primer cliente entusiasta dentro de las fuerzas de seguridad. A los policías les fascinaba la posibilidad de buscar vehículos sospechosos dentro de una base de datos alimentada por cámaras distribuidas por todo el país.

No todos comparten el entusiasmo de las fuerzas de seguridad por la expansión acelerada de Flock. Defensores de la privacidad aseguran que la empresa está construyendo una distopía de vigilancia masiva sin precedentes. Uno de los grupos más activos, DeFlock, creó un mapa colaborativo con más de 29.000 ubicaciones de cámaras lectoras de patentes, dos tercios de ellas pertenecientes a Flock. También gestiona un canal en Discord, donde los usuarios comparten estrategias para impugnar los despliegues en sus barrios. Su fundador, Will Freeman, con base en Boulder, Colorado, afirma que lo que Flock está montando es "un desastre y contrario a los principios de la Cuarta Enmienda", porque "están buscando constantemente". Acusó a Langley de querer "vigilar a todo el país mientras se beneficia".

Otros activistas no hablan tanto, pero actúan: algunas cámaras fueron vandalizadas o robadas, y empleados de la empresa denunciaron amenazas físicas. Langley, que calificó a quienes amenazan a Flock como "terroristas", está tan preocupado por posibles ataques que decidió que las oficinas, fábricas y camionetas de instalación de cámaras no lleven ningún logotipo. Sin embargo, su mayor preocupación no está del lado del activismo, sino en el terreno corporativo: Axon, el gigante de la tecnología policial. La relación entre ambas compañías parecía sólida. Axon —empresa pública, creadora del Taser y con una capitalización bursátil de US$ 59.000 millones— había invertido en Flock en 2020 y prometido integrar sus lectores de patentes con su propia tecnología.

Todo cambió en enero. El director ejecutivo y cofundador de Axon, el multimillonario Rick Smith, rompió el acuerdo. Acusó a Flock de cobrar precios excesivos y de atar a los clientes a su ecosistema. En abril, Axon presentó sus propias cámaras lectoras de patentes, y anunció un cliente clave: el Departamento de Policía de Atlanta, que hasta ese momento usaba el sistema de Flock. Axon cobra un 20% menos por sus dispositivos y ofrece el primer año de software gratis a los nuevos usuarios.

Langley decidió salir a responder las críticas. Acusó a Axon de ser un monopolio que abusa de su posición en el mercado para bloquear a la competencia. "Planeo eliminarlos", aseguró. "Vamos a ofrecer un mejor producto a un precio más bajo", completó. No es el primero en hacer ese tipo de denuncias. En 2020, la Comisión Federal de Comercio (FTC) impugnó la compra de VieVu —una firma rival en cámaras corporales— por parte de Axon. Alegó que la operación crearía un monopolio. Aunque el organismo retiró la demanda tres años más tarde por demoras judiciales, tres gobiernos locales siguen adelante con sus propios reclamos: Baltimore, Holmdel (Nueva Jersey) y el condado de LaSalle (Illinois). Todos acusan a Axon de prácticas similares.

La empresa, por su parte, niega cualquier conducta anticompetitiva. En una reciente presentación ante inversores, sostuvo que controla menos del 15% del mercado policial, estimado en US$ 11.000 millones. El caso continúa abierto.

Flock también enfrenta sus propios conflictos regulatorios. En Illinois, las autoridades investigan si la policía violó la ley al permitir que agencias de otros estados accedieran a sus registros para detectar posibles infracciones vinculadas con leyes migratorias o abortos. Según la empresa, ya actualizó sus herramientas para bloquear ese tipo de intercambio de datos en estados donde esté prohibido. El año pasado, una investigación de Forbes reveló que Flock no obtenía con regularidad los permisos y licencias necesarios para instalar sus dispositivos, lo que habría violado normativas locales. Langley reconoce que la empresa "todavía está lejos de ser perfecta", pero sostiene que en casos donde hubo demoras con las agencias de transporte, esperar 12 meses para una autorización "no tiene sentido". Y lanza una queja: "Parece que nos penalizaron por salvar a un chico de ser atropellado y nos agarraron por cruzar la calle sin mirar".

Algunas jurisdicciones fueron más allá e intentaron prohibir o eliminar los sistemas de Flock y otras empresas similares. Este año, el ayuntamiento de Austin, Texas, decidió no renovar su contrato con la compañía. Uno de los concejales citó la investigación de Forbes y remarcó que el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) había accedido a datos de Flock.

En 2023, la Comisión del Condado de Camden, en Misuri, aprobó una ordenanza que prohibía el uso de lectores de patentes por parte de la policía. Sin embargo, las cámaras de Flock que ya estaban instaladas no fueron retiradas de inmediato. Luego de que la empresa ignorara los pedidos del comisionado local Ike Skelton para quitar una de ellas, fue él mismo quien la retiró. La reacción fue inmediata. La fiscalía local lo acusó de manipulación de un servicio público y obstrucción de las operaciones gubernamentales. Si lo declaran culpable, no podrá volver a postularse para cargos públicos. El caso todavía no llegó a los tribunales, pero Skelton le dijo a Forbes que actuó en base a la ley y a la ordenanza que prohíbe estos dispositivos en el condado. También expresó su preocupación por lo que considera la creación de un "sistema de vigilancia que permite rastrear a las personas sin que lo sepan".

Nada de esto parece frenar a Langley. "La consecuencia de crear un producto que realmente cambia la vida de las personas es que habrá mucha gente a la que vamos a molestar en el proceso, porque lo que hacemos realmente importa", sostiene.

La compañía avanza con paso firme en el desarrollo de nuevos productos. Está incorporando la detección de accidentes de tránsito a su sistema de alerta de disparos, conocido como Raven, y también trabaja en mejoras en la calidad de las imágenes de sus cámaras lectoras de patentes. Pero la estrella del portfolio es Nova, el proyecto más ambicioso de Flock, surgido tras la adquisición de Lucidus, una startup con sede en Nashville, Tennessee, en febrero de 2025. Flock rediseñó por completo la herramienta, aunque la idea central sigue siendo la misma: Nova promete integrar registros policiales con todo tipo de información pública —desde datos de propiedad y ocupación, hasta números de la Seguridad Social e historiales crediticios— y permite búsquedas detalladas mediante inteligencia artificial.

Martin Howley, director de producto de Nova, cuenta una anécdota de un agente que investigaba un caso de asesinato. Gracias a Nova, los policías analizaron imágenes de drones y lograron identificar una ventana de seis horas en la que el cuerpo de la víctima fue arrojado en una zona específica. Esa información les permitió acotar la búsqueda de vehículos registrados por cámaras Flock en ese lugar y momento. En correos obtenidos por Forbes, un director de seguridad de Amazon Web Services calificó la tecnología de Lucidus como "una de las herramientas más asombrosas que vi para las fuerzas del orden", incluso antes de que Flock la mejorara. No todos comparten ese entusiasmo. Jay Stanley, analista senior de políticas de la ACLU, fue tajante: "Es una forma de evadir las leyes de privacidad y la Constitución".

La misión de Flock es seguir expandiéndose junto con su línea de productos. La empresa sostiene que no solo puede ayudar a resolver delitos, sino también mejorar la gestión del tránsito y acelerar la reparación de calles. Langley imagina una suerte de panóptico estadounidense benévolo, donde todos se sientan seguros y las ciudades aprovechen al máximo los datos disponibles para mejorar la calidad de vida. "Tenemos todas estas cámaras Flock desplegadas con fines criminales", dice. "¿Por qué no ir al departamento de obras públicas y decir: 'Dejen de mandar gente a buscar baches. Ya tengo todos esos datos. Construyamos juntos una ciudad mejor'?", se pregunta.

Lo que más lo entusiasma son los drones de Flock. En un parque industrial a 16 kilómetros al norte de Atlanta, muestra uno en una planta de fabricación de 9.000 metros cuadrados que costó US$ 10 millones. El modelo no tiene nada llamativo; se parece mucho a cualquier otro dron policial. Pero hay una diferencia clave: está fabricado en Estados Unidos. Eso podría ser decisivo si más estados siguen el camino de Florida, que prohibió el uso policial de drones fabricados en China. Langley reconoce que hoy ninguna empresa puede competir con DJI, pero asegura que va a intentarlo.

El primer intento de Flock en esta nueva etapa llegará a manos de sus clientes en agosto. En una prueba reciente, un dron despegó desde el techo de una de sus instalaciones en las afueras del condado de Riverside, California. El dispositivo se maneja desde un navegador web, solo con teclado y mouse, y la experiencia se parece mucho a la de un videojuego. No es casualidad: Flock contrató desarrolladores de la saga de disparos en primera persona Overwatch para diseñar el sistema. En la pantalla, aparecen etiquetas que explican lo que se ve: un centro de salud mental, un McDonald's. Luego, con apenas un movimiento del mouse, la cámara enfoca a dos hombres que juegan sóftbol en un campo ubicado a varios cientos de metros. El bateador falla un lanzamiento, pero después conecta un golpe fuerte. No sabe que lo están observando desde la fábrica de una empresa de vigilancia, a más de 3.200 kilómetros de distancia.

 

*Con información de Forbes US.

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