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Influencers, inteligencia artificial y hedonismo ante el escupitajo punk

Pablo Wahnon

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La sociedad digital asegura un mundo feliz en el cual productos y servicios están más disponibles que nunca. La inteligencia artificial podrá además liberarnos y darnos más tiempo. ¿En qué la emplearemos?

03 Abril de 2023 08.38

“Lo quiero todo y lo quiero ya”, gritaba Luca Prodan a mediados de los 80, anticipando la era de alucinación hedonista pronta a comenzar. El mundo imposible de los 7000 millones de personas llegó de una forma completamente impensable. 

Todas las antiguas ideas económicas que aseguraban un 2000 a plena hambruna ante la imposibilidad productiva que significaría alimentar a la humanidad quedaron completamente obsoletas. Quizá porque extrapolar el presente al futuro sea la mejor forma de no acertar.  

Al contrario de las profecías malditas, el siglo XXI nació en abundancia. China comenzó a crecer vertiginosamente, lo mismo que India y Brasil. Por supuesto, las asimetrías sociales siguen, pero prácticamente todos tienen su smartphone. Se lo encuentra en villas miserias o hasta en tribus recónditas.  

“La máquina de ser feliz”, como dice la canción de Charly García, augura un mundo donde el hedonismo atraviesa clases sociales. La satisfacción está a solo un clic de distancia. Y ni siquiera un clic que eso ya es algo antiguo y ahora alcanza con apoyar un dedo. Cuando la satisfacción es la norma, la dopamina del cerebro entra en un círculo sin fin. “Dame un poquito, quiero un poquito nomás”, pide Charly.  

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Hay ya una generación hedonista que no entiende el significado de la palabra aburrimiento. Para ellos aburrirse es sólo un descanso entre dos estados de entretenimiento. Porque ser feliz es demasiado fácil, es algo que se da casi tan descontado como el aire.  A esa generación la llamaron Z, quizá una metáfora de que están durmiendo. Cuidadito cuando se despierten. 
 
Y ahí vino ella, una vez más, para que la teta de la felicidad no se termine nunca. Brillante, despampanante, con aires de grandeza y de locura, será nuestra compañera, la amiga que no nos abandonará. Nunca más estaremos solos. Se hizo presente, para el bien del mundo, como decía Leopoldo Lugones, la Inteligencia Artificial. Y todos ¿sabemos? ¿está en Tik Tok? lo que pasó. 

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El punk en una estética que interpela.

El último gran invento no se puede, como dice mi estimado Alberto Arébalos, desinventar. La Inteligencia Artificial ya no desaparecerá y hará que si trabajábamos 9 horas diarias ahora necesitemos solo dos horas, y el resto del tiempo, si las leyes laborales ayudan serán completamente nuestras. Que ya dos horas es bastante y estoy agotado. 

El prompt trabajador (palabrita nueva para nombrar al que se dedica a darle comandos de texto a un sistema de inteligencia artificial) tendría la oportunidad de aumentar muchísimo su fuerza creativa para cambiar el mundo. Pero ¿Qué es el mundo? 

En el mundo de la película Wall-E todos son completamente felices porque la tecnología ya lo había logrado. Viven en un crucero espacial y están felices con los contenidos de entretenimiento, la silla gamer, y comida infinita hasta que ya sus piernas iban perdiendo su capacidad de caminar. No hay que caminar el mundo cuando ya tenemos alguien que lo haga por nosotros.  
 

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Jordan, la mujer considerada la fronwoman del punk.

 En 1979 Isabel Cortabarría estaba realizando su viaje de egresada en Arquitectura por Europa. Algo que era común entre los graduados de la UBA que durante todo el año organizaban sorteos para costearse el viaje. Yo tenía sólo 11 años pero recuerdo perfecto cuando entre tantas anécdotas surgió lo que pasó una tarde en Londres. 

En un momento mi tía vio a una chica Punk, parte de un movimiento que había surgido muy pocos años antes y que comenzaba a consolidarse. Isabel quiso halagarla diciéndole algo bonito, y recibió un escupitajo que afortunadamente el vidrio del auto en el que iba atajó. Un escupitajo, palabra que para mi sería relativamente nueva, y suficientemente gráfica como para que la recuerde. Pero la palabra encerraba un mensaje que tardé mas de 30 años en comprender.  

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Chica Punk en el Londres de 1979 instantes antes del escupitajo

“El arte se anticipa, nos dice algo del mundo que aún no vemos”, me decía mi maestro José de España que tuvo el privilegio de estar con Picasso, Dalí y la totalidad de los pintores argentinos de los años 20 en adelante. El arte, además, nos sacude es el que nos quita del sueño cuando pensamos que estamos despiertos.

 ¿Y que decía ese escupitajo, verde y asqueroso? ¿Qué decían esos punk? ¿Cómo hablaban sin necesitar ni de emitir una palabra? 

Ahora veo claro que hablaban de que somos únicos. La personalización no es una tecnología sino parte de la esencia humana. Un modelo de inteligencia artificial podrá crear diseños y estilos espectaculares a partir de un modelo de datos pero no el punk de esta época, ese que aún no esta escrito ni anticipado desde los algoritmos.  

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Vivienne Westwood, la creadora de la estética punk.

A los 5 años mi hija Maia me dijo: “Si en el Ajedrez hubiera enroque de Reina sería cool”. Un sistema de IA nos gana al ajedrez pero jamás podrá decir esa frase, porque se apoya en un modelo de datos determinado. La reina siempre estará atrapada ahí en un tablero que debe obedecer.  

Nuestra cultura hedonista, ¿significa que logramos vivir en un mundo feliz o que nos están atrapando en el mundo de Wall-E?  

Atrapados por el Like el escupitajo punk nos muestra un enroque de Reina que no está en el smartphone ni en la inteligencia artificial. No quiero tu like, nos dice la punk, aunque seamos tarados y tardemos 30 años en comprender el mensaje. No quiero tu like, y no quiero tener que darte el mío, agregará después.  
 

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La estética punk siempre en guerra contra el status quo

Las plataformas y las personas influenciadoras nos tejen dentro de sus sistemas y sólo con un buen escupitajo podremos escapar. “Y ni se te ocurra regalarme anteojeras hiladas con tu Big Data”, me escupitea la Punk. “No me digas que necesito ser feliz porque cuando suba la montaña para llegar a la cúspide de la felicidad encontraré que no hay nada, estaré yo muy feliz y muy sola”, me está diciendo ahora; “y cuando lo piense veré que no estoy feliz sino atrapada en una montaña, o atrapada por mi smartphone o la plataforma que elegí sin darme cuenta del anzuelo que me lanzó”
 
Querer ser feliz y que tus hijos sean felices es dotarlos de miseria, es inyectarlos con dopamina para que no sientan el mundo. El camino de la felicidad es un engaño, y no esperes que yo te diga el camino. Porque si me lo preguntas, aunque tardé 30 años en comprenderlo, ahora sé muy bien que debo hacer todo lo contrario a lo que hacen políticos e influencers o una inteligencia artificial incapaz de enrocar: Debo darte un escupitajo. 

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