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Reunión de trabajo, liderazgo.
Liderazgo

Lo que el trabajo dice de uno mismo: cómo la rutina diaria moldea la personalidad

Dave Winsborough Colaborador

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Muchos creen que eligen su profesión por gusto, pero la ciencia muestra que el vínculo entre identidad y ocupación va mucho más allá de una decisión consciente. Los hábitos del día a día, los entornos laborales y la repetición de ciertas tareas terminan tallando la forma en que pensamos, sentimos y actuamos.

29 Octubre de 2025 08.44

Imaginamos con que los pilotos de aerolíneas son como Leonardo DiCaprio en "Atrápame si puedes": aventureros impecables, uniformados, que caminan por los aeropuertos con una sonrisa detrás de sus Ray-Ban antes de llevarnos por el mundo. Pero en la aviación comercial, la verdadera señal del éxito es la ausencia total de drama. Los que llegan con ínfulas y buscan poner a prueba el avión hasta el límite quedan afuera rápido. Lo mejor que puede pasar durante un vuelo es que no pase absolutamente nada.

Hace falta una personalidad particular para encontrar satisfacción en repetir los mismos procedimientos miles de veces, sin saltearse un solo paso. Y eso lleva a un par de preguntas inevitables: ¿los pilotos que tienen éxito eligen este trabajo porque ya tienen ese perfil? ¿O es el propio trabajo el que, con el tiempo, los convierte en personas que se sienten cómodas con la rutina y prosperan en ella?

Y no es una pregunta que solo interpele a los pilotos. Es una pregunta que vale para cualquiera: ¿elegimos nuestro trabajo o es el trabajo el que nos termina eligiendo a nosotros?

La danza entre atracción, selección y desgaste

El clásico consejo profesional de "seguí tu pasión" o "podés ser quien quieras" suena lindo, pero en la práctica es bastante absurdo. En realidad, los trabajos y las personas se eligen mutuamente a través de un proceso mucho más parecido a la selección natural.

La gente se siente atraída por los roles que percibe como adecuados; las organizaciones eligen a quienes muestran tener las cualidades necesarias, y quienes no encajan, terminan afuera. Ya sea porque los echan o porque se van solos. El psicólogo Stephen Woods y su equipo describieron este fenómeno como "gravitación e inhabitación vocacional". En otras palabras: nos inclinamos hacia trabajos que encajan con nuestra personalidad y, cuando eso ocurre, el puesto se nos vuelve parte de nosotros.

Pensemos en los contadores. Su trabajo requiere confiabilidad, atención al detalle y precisión absoluta. Quienes buscan aventura, camaradería o riesgo tienen pocas chances de postularse, pasar las pruebas o aguantar más de una temporada de impuestos. En cambio, las personas organizadas y responsables suelen encontrar en el equilibrio contable un lugar hecho a su medida.

Algo similar pasa con los emprendedores. Quienes no toleran el riesgo, la ambigüedad o el rechazo difícilmente sobrevivan en una startup. Pero quienes tienen una predisposición natural al caos logran quedarse, avanzar y, con el tiempo, se sienten cada vez más cómodos en medio de la incertidumbre.

No somos los únicos que elegimos un trabajo. Los trabajos también nos eligen a nosotros.

Quién sos es lo que hacés

Las investigaciones confirman lo que la intuición ya sugiere: quién sos moldea lo que hacés, y lo que hacés, con el tiempo, define en quién te convertís. Un estudio publicado en 2025 mostró que las personas que comparten una misma ocupación tienden a parecerse más entre sí a medida que pasa el tiempo, lo que refuerza la idea de que la personalidad influye en quién logra sostenerse o crecer en un determinado rol.

Colin Clive, como el Dr. Frankenstein, y Dwight Frye, como su asistente Fritz, se preparan para darle vida a su monstruo en una escena de la versión cinematográfica de 1931 de Frankenstein de Mary Shelley.
Quién sos es lo que hacés. Archivo Bettmann.

 

Por eso, el autoconocimiento no es un lujo, sino una herramienta clave para cualquier carrera. Si sabés que detestás la rutina, ser piloto comercial no parece una gran idea. Y si necesitás previsibilidad, el day trading puede volverse una tortura. Entender cómo sos es el primer paso para encontrar un trabajo que de verdad se ajuste a tus necesidades.

Pero la historia no termina ahí. El trabajo también nos moldea. Es lógico que el entorno laboral influya en nosotros y favorezca ciertos rasgos de nuestra forma de pensar y de actuar. Los policías suelen volverse menos confiados y más desconfiados con el tiempo. Los abogados, con los años, tienden a ser más meticulosos, aunque también menos agradables. Los gerentes ganan en asertividad, a veces hasta volverse dominantes. Los emprendedores se sienten cada vez más cómodos en medio del caos y toman decisiones en contextos de incertidumbre. Las enfermeras desarrollan una resiliencia notable, aunque muchas veces pagan ese costo con fatiga de empatía.

Con el tiempo, nos vamos pareciendo a quienes también se sienten cómodos en ese mismo rol. La verdadera pregunta es si querés convertirte en esa persona.

Cambiar la personalidad: posible, pero nunca del todo

Durante décadas, la psicología asumió que los rasgos de personalidad quedaban prácticamente definidos al comienzo de la adultez. Pero no es así. Investigaciones recientes muestran que la personalidad es relativamente estable, aunque puede desarrollarse con el tiempo.

Una revisión de estudios sobre el cambio voluntario de personalidad concluyó que sí, es posible transformarse. Las personas pueden cultivar una mayor responsabilidad, volverse más sociables o limar sus rasgos más neuróticos. El coaching, la conciencia de uno mismo y la práctica intencional realmente ayudan. No estamos condenados a ser siempre iguales ni a quedarnos atrapados en el entorno en el que estamos.

Muchísimas personas quieren estar más concentradas, ser más resilientes o sentir menos ansiedad, y hoy sabemos que las intervenciones estructuradas —como el coaching, la terapia o la práctica deliberada— pueden generar un cambio de personalidad real. Mejor todavía: estos cambios tienen un efecto dominó. Se traduce en mayor desarrollo profesional, más bienestar, mejor dinámica en los equipos y más satisfacción con el trabajo.

Así que sí, el trabajo te moldea. Pero no se trata de un proceso oscuro ni de desgaste. Es una oportunidad de crecimiento. El trabajo te exige evolucionar, y si lo hacés con intención, podés orientar ese cambio hacia un lugar que le haga bien tanto a tu carrera como a tu vida.

Tres cosas para recordar

Entonces, ¿qué significa todo esto para vos y tu trabajo? Hay tres ideas clave que conviene tener bien presentes:

  1. El encaje importa. Tu personalidad no es un detalle menor: es el sistema operativo que define en qué tipo de trabajo podés crecer. Cuanto mejor te conozcas, más margen vas a tener para tomar decisiones acertadas. El autoconocimiento es el motor de una carrera profesional sólida. Hoy existen herramientas accesibles que pueden ayudarte tanto a entenderte mejor como a cambiar.
  2. Moldeá tu personalidad. Adaptarse es posible. Podés ajustarte a las exigencias del trabajo, y sos más flexible de lo que pensás. El coaching, la retroalimentación y el esfuerzo deliberado realmente sirven. Pero tené en cuenta los límites: podés adaptarte, pero no convertirte en otra especie.
  3. Escuchá al desajuste. Si sentís constantemente que no encajás, no es un problema de carácter, sino una señal importante. La inadaptación crónica desgasta la energía, la motivación y la salud mental. Muchas veces, cambiar es más sano que resistir. Dejar un trabajo que no te cierra no es un fracaso: es una muestra de inteligencia.

Las carreras profesionales no giran en torno a "seguir tu pasión". Se trata, más bien, de encontrar un equilibrio entre quién sos y lo que el trabajo exige, y de saber cuándo ese trabajo te está transformando de una forma que te gusta... o no tanto.

Porque al final, no solo hacés tu trabajo. Tu trabajo también te hace a vos.

 

*Con información de Forbes US.

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