Hay un momento del documental Viananda (Prime Video) en que uno de los entrevistados habla del apocalipsis, en relación al mundo actual. Pero aclara que la palabra significa, según su etimología que proviene del griego, revelación o descubrimiento. Nada nuevo en lo que va de un siglo durante el que constantemente nos enfrentamos a las imágenes más crudas de la realidad.
El mundo hiperconectado e hiper informado o desinformado trae consigo una revelación que suele llevar a pensamientos funestos sobre el destino del planeta y la humanidad. El documental reflexiona sobre estos pensamientos y se plantea si son los únicos posibles. La forma en que está hecho, sin embargo, reafirma la idea de que hay ciertos códigos actuales de los que no se puede escapar.
Reflexivos y especialistas
Dirigido por dos amigos italianos, el realizador Francesco Garbo y el sicólogo y fotógrafo Gianmaría Zago, tratan de elaborar una reflexión multicultural sobre la esencia del ser humano ante el presente. Sus entrevistados son un psiquiatra chileno, un psicoterapeuta, una socióloga y antropóloga estadounidense, un monje budista (Matthieu Ricard, cuyos libros se encuentran en Uruguay) y un químico.
A través de varios capítulos temáticos, los entrevistados analizan y elaboran reflexiones sobre la existencia humana en la actualidad y el camino que nos condujo hasta este punto. Lo curioso es que los realizadores eligen presentar a los entrevistados por sus nombres y sus profesiones. Evitan dar más información que le permita al espectador entender por qué se eligió a esos y no a otros.
En el caso del psiquiatra chileno Claudio Naranjo, por ejemplo, su presencia resonaría de otro modo si se explicara que es uno de los principales nombres en la historia de las terapias gestálticas y que tiene una extensa obra publicada. La idea parece ser que sus palabras y las de los demás se valgan por sí solas y que sumen al discurso total. Y este discurso implica, entre otras ideas, que ante las catástrofes que trajo el ser humano (el consumo acelerado, el cambio climático, la destrucción de ecosistemas, etc.) la conclusión es que el cambio es individual, pero pensado por y para el impacto colectivo.
Por ahí aparecen reflexiones interesantes sobre las dinámicas de poder entre los seres humanos e, incluso, sobre la estructura del cerebro y del pensamiento. Hay ideas que podrían parecer perogrulladas, pero que vale tener presentes, como que los bienes comunes de la humanidad no son solo los parques, sino la calidad del aire que respiramos, la democracia o la ciencia. O que las millones de especies animales también son conciudadanos en este planeta, por lo que hay una suerte de deuda hacia ellos que no se paga debido a las dinámicas del poder inherentes a la humanidad.
En ese camino, entonces, aparece el significado del título. Viananda es un neologismo formado por dos palabras de lenguas distintas. Via, camino en latín. Ananda, que en sánscrito representa un estado de felicidad verdadera. La película explora posibles caminos o entendimientos que conducirían hacia ese estado de felicidad. Como todo, se dice más fácil de lo que se consigue en medio de la vorágine actual y es desde ese lado que se huele el aire new age en el proyecto (que incluye un libro complementario a la película).
Narrativos y meditativos
Los realizadores Garbo y Zago emplean tres grandes recursos para hilar reflexiones y representar el camino del que se habla. Primero están las palabras de sus entrevistados, quienes siempre aparecen sentados ante cámara de un modo muy tradicional, tanto que permite enfocarse en su discurso. A este recurso ellos lo denominan como "la línea didáctica" de su documental, algo que queda bastante claro a través de lo que van diciendo y por el tono que emplean estas personalidades que han seguido largos procesos de elaboración del pensamiento.
El segundo de los recursos que utilizan los realizadores son las imágenes documentales que muestran realidades distintas de nuestro planeta, de manera muy cinematográfica (le llaman la "línea narrativa" de la película). Y el tercero es lo que denominan "la línea meditativa", en la que mezclan animaciones y hermosas coreografías que apuntan a representar los temas de los que hablan los entrevistados.
Los tres recursos se van entrelazando y alternando de tal modo que se complementan entre sí. Y, más allá de las intenciones de los realizadores al trabajar su película de este modo, se hace inevitable pensar en el paso del tiempo y en la evolución del mundo en cuestión los últimos 43 años. Se hace inevitable preguntarse ¿pasó el tiempo y los problemas siguen siendo los mismos? No todos, porque Viananda introduce temas como la cultura patriarcal y la hiperconectividad. Pero hay elementos comunes que permanecen.
Desbalanceados o esperanzados
Al mirar las imágenes documentales de Viananda es imposible no pensar en el documental Koyaanisqatsi, de 1982. Dirigido por el cineasta estadounidense Godfrey Regio, se componía solamente de espectaculares imágenes que recorrían el mundo y mostraban la hiperpoblación, la contaminación, la destrucción de bosques, los ecosistemas dañados... lo mismo que muestran las imágenes en Viananda.
Para titular su documental, Regio apelaba a una palabra indígena que significaba "vida fuera de balance". Hoy, con tecnología digital en las manos de cada persona, se podría hablar de lo mismo. La primera diferencia es que la búsqueda de un sentido y un rumbo se hacen más palpables. La otra diferencia es que Koyaanisqatsi apelaba a imágenes y sonido para impactar y provocar reflexiones. Hasta cierto punto lo logró, porque tuvo una alta circulación, premios y provocó debates de todo tipo. Mientras tanto Viananda requiere de palabras para el mismo objetivo y debe luchar por sacar la cabeza en el océano del streaming para hacerse escuchar.
Exactamente una década antes la fotografía "La niña del napalm" mostraba a una pequeña niña vietnamita medio quemada por ese producto tras un bombardeo y revelaba una de las tantas caras horrendas de la guerra. La imagen dio la vuelta al mundo y contribuyó a alimentar el movimiento de presión en Estados Unidos para detener la guerra. Imaginar que en la actualidad una única imagen entre las millones que hemos ido consumiendo durante el siglo XXI, logre afectar a una sociedad como lo hizo aquella, es casi fantasía.
Y por eso Viananda requiere de discurso y reflexión para reforzar sus imágenes. En una era en la que estamos atosigados por un aluvión infinito de palabras e imágenes, parece razonable que los directores Garbo y Zago apelen a lo mismo.
En medio del estrés y la ansiedad que produce la sobreabundancia de oferta para consumo visual, se necesitan mensajes claros y directos, comprensibles de primera, afirman los directores mediante la forma de su documental. Con una dosis de cinismo se puede agregar que ni aun así es insuficiente. Al menos hay que agradecerles que pongan estos pensamientos sobre la mesa de un modo pausado y que muchas de las secuencias de imágenes que crean, permitan transitar del espanto al disfrute y de ahí al pensamiento.