La rebaja de Moody's a EE.UU. podría borrar billones de Wall Street
Contributor Group Trefis Team Colaboradores
Contributor Group Trefis Team Colaboradores
La deuda de Washington se volvió mucho más cara. El mercado de bonos atraviesa un momento complicado y los intereses a 30 años treparon al 5%. El anuncio ya es oficial. Moody's le bajó la calificación a la deuda soberana de Estados Unidos. La calificadora argumentó que lo hizo por el aumento de los déficits fiscales, el desorden político y el crecimiento insostenible del endeudamiento.
Estados Unidos debe refinanciar billones de dólares en deuda que vencerá en los próximos años. Esa deuda pasará a pagar tasas mucho más altas. Si la historia sirve de referencia, las consecuencias podrían sentirse de manera rápida y extendida.
Una rebaja en la calificación, sumada a la desconfianza que despiertan las medidas económicas imprevisibles del gobierno de Donald Trump, podría reducir el apetito por los bonos del Tesoro, que dejaron de ser vistos como los más seguros. Se estima que, solo en las dos semanas que terminaron el 16 de abril, fondos extranjeros retiraron US$ 14.200 millones de bonos del Tesoro y deuda corporativa estadounidense.
El riesgo no se limita a los bonos del Estado. Todo el mercado está expuesto mientras los rendimientos de los bonos siguen escalando.
No va a pasar de un día para el otro, pero con el tiempo la caída podría borrar billones de dólares en capitalización bursátil. El panel "¿Cuánto pueden bajar las acciones durante un desplome del mercado?" muestra cómo reaccionaron las acciones más importantes durante y después de los últimos siete derrumbes bursátiles. Compañías gigantes como Nvidia podrían sufrir pérdidas todavía mayores.
Así es como el S&P 500 podría enfrentar una caída brusca.
Es cierto que los inversores extranjeros pueden ver a los bonos del Tesoro como más riesgosos. Pero quienes apuestan por la renta variable ya asumen un riesgo mucho mayor. Para ese grupo, cuando suben los rendimientos, los bonos ganan atractivo y eso empuja el capital fuera del mercado accionario. Ese corrimiento puede disparar ventas masivas y desatar un desplome. La historia lo muestra con claridad:
A comienzos de los años 80, los rendimientos de los bonos del Tesoro superaron el 15% cuando la Reserva Federal subió las tasas para frenar una inflación que ya estaba en dos dígitos. ¿Qué pasó? Las acciones perdieron terreno y los bonos pasaron a ser mucho más atractivos.
En el año 2000, durante la burbuja puntocom, los rendimientos de los bonos se mantuvieron en niveles razonablemente altos, pero recién captaron el interés de los inversores cuando explotó la burbuja. Los bonos del Tesoro repuntaron, mientras que el Nasdaq se hundió con una de las peores caídas de las últimas décadas.
Los efectos secundarios de ese escenario golpean fuerte:
Una rebaja en la calificación también pone en duda la etiqueta de "libre de riesgo" que tienen los bonos del Tesoro de Estados Unidos. Si los inversores globales —en especial los bancos centrales extranjeros— empiezan a desconfiar de la solvencia de los activos estadounidenses, podrían darse varios efectos:
Esa fuga de capital puede agravar la volatilidad, más todavía en un contexto macroeconómico ya débil. Si la caída del dólar se combina con una suba en las expectativas de inflación, por el aumento en el precio de las importaciones, el problema se puede intensificar.
Si los rendimientos se van por encima de lo que el mercado puede tolerar, la Reserva Federal podría quedar forzada a intervenir. En ese caso, tendría que comprar bonos del Tesoro para calmar la situación. Eso implicaría:
Eso implicaría:
Un impago técnico —como el que podría surgir si el Congreso no aprueba una suba del techo de deuda— sería devastador. Incluso si el incumplimiento fuera puntual y breve, las consecuencias serían graves:
Los antecedentes lo muestran: cuando hubo crisis profundas, el índice cayó con fuerza.
La economía estadounidense está hoy más frágil que hace más de diez años.
La deuda nacional asciende a US$ 36,2 billones, lo que equivale al 124% del PBI. En 2011, ese monto era de US$ 14,8 billones, cerca del 95% del producto.
En síntesis: Estados Unidos carga hoy con mucha más deuda que en 2011 y pagarla cuesta mucho más caro. Ese escenario podría contagiar también al sector privado. Mirá esta bomba de deuda de US$ 1,8 billones que puede cambiar por completo las estrategias de las empresas estadounidenses.
La rebaja de Moody's no desató la crisis. Refleja desequilibrios estructurales más profundos. Pero puede ser el chispazo que inicie una cadena de eventos delicados:
Billones por refinanciar → Rendimientos que suben → Intervención de la Reserva Federal → Miedo a la inflación → Fuga de capitales → Revalorización de las acciones.
A los inversores no les gusta la incertidumbre. Mucho menos cuando el riesgo se dispara como ahora.
Aunque los riesgos son reales, eso no implica que el colapso sea inevitable. Estados Unidos todavía cuenta con ventajas clave: emite la moneda de reserva global, posee un mercado de capitales profundo y líquido, y una economía adaptable, impulsada por la innovación. La Reserva Federal ya demostró que puede actuar con decisión en momentos críticos. Las tensiones comerciales por los aranceles empezaron a aflojarse, algo que el mercado comenzó a reflejar.
Además, las alternativas globales siguen siendo limitadas. Por eso, incluso con tasas más altas, los activos estadounidenses mantienen su atractivo. Si la inflación no se dispara y el crecimiento se sostiene, los mercados podrían absorber los nuevos niveles de rendimiento sin desmoronarse. En ese escenario más moderado, la rebaja de Moody's funcionaría como una advertencia, no como el inicio de una crisis.
*Con información de Forbes US.