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Chase Lochmiller es CEO y confudador de Crusoe Energy, una empresa líder en el d
Negocios

La historia detrás de la startup que construye Stargate, el centro de datos de US$ 500.000 millones de OpenAI

Christopher Helman

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Crusoe Energy comenzó aprovechando el gas de venteo de los campos petroleros para minar bitcoin. Cómo fue que sus cofundadores, Chase Lochmiller y Cully Cavness, terminaron construyendo la primera fase del mayor centro de datos de IA del mundo para OpenAI y Oracle.

11 Mayo de 2025 08.30

Es un día ventoso, con 27 grados, a comienzos de marzo en un predio de 400 hectáreas en construcción en Abilene, Texas, bajo el nombre clave de Proyecto Ludicrous, donde 2.000 trabajadores se esfuerzan en lo que pronto será uno de los centros de datos de inteligencia artificial más grandes del mundo. Bajo su nombre oficial —el Proyecto Stargate—, OpenAI se asociará con Oracle Microsoft para crear lo que, aseguran, podría ser la primera generación de modelos de IA capaces de superar por completo la cognición humana.

Será una "fábrica de fábricas", dice Chase Lochmiller, CEO de Crusoe Energy, empresa líder en el desarrollo. Lo que quiere decir es que las IAs entrenadas acá se utilizarán para desarrollar más sistemas similares en el futuro, produciendo un flujo interminable de inteligencia como servicio.

Para fin de año, Crusoe espera haber instalado 100.000 unidades de procesamiento gráfico (GPUs) Nvidia en cada uno de los dos primeros edificios en forma de "H", de 500.000 pies cuadrados cada uno (unos 46.500 metros cuadrados). Lochmiller sólo tiene que encontrar el camino correcto, tanto para Crusoe —que tiene ocho años de antigüedad y factura US$ 300 millones— como para el jeep Polaris que navega entre grúas y camiones en el polvoriento terreno. "Es difícil seguir el ritmo de los cambios en este sitio. Estuve acá hace tres semanas y no se parecía en nada a esto", comenta.

Cada edificio de datos de Stargate consumirá 100 megavatios de electricidad, suficiente para abastecer a una ciudad de 100.000 habitantes. La mayor parte de esa energía provendrá de cientos de turbinas eólicas de 90 metros de altura que giran en el oeste de Texas, una región que en la mayoría de los días genera mucha más electricidad de la que necesita.

A veces, los propietarios de molinos con excedente incluso venden energía a la red a pérdida, compensando con créditos fiscales federales por energías limpias. "No es el mejor uso de esos electrones", señala Lochmiller, de 38 años, quien busca sacar provecho de esa energía barata para Stargate, que podría llegar a consumir varios gigavatios en Abilene. Y, por si el viento deja de soplar o la red eléctrica texana colapsa, Crusoe instaló cinco turbinas a gas de General Electric Vernova como respaldo.

Crusoe recaudó US$ 3.400 millones mediante una empresa conjunta con la gestora de activos Blue Owl Capital y la firma de inversión especializada en centros de datos Primary Digital Infrastructure, destinados a los dos primeros edificios. Pero eso es apenas una fracción de los US$ 500.000 millones que prometieron invertir en enero, durante los próximos cinco años, el fundador de Oracle, Larry Ellison; el CEO de Softbank, Masayoshi Son; y el CEO de OpenAI, Sam Altman, para construir el futuro de la IA y asegurar la ventaja global de Estados Unidos. Compartiendo una imagen aérea del sitio en X, Altman elogió los "edificios grandes y hermosos". Ese tipo de cosas son las que entusiasman al presidente Trump, quien en su discurso de febrero ante el Congreso celebró la inversión: "Algo que no habrían hecho si Kamala hubiese ganado", dijo.

¿Por qué elegir a la relativamente desconocida Crusoe para construirlo? Oracle, Microsoft y OpenAI no quisieron hacer comentarios, pero está claro —al menos para los inversores y socios de Crusoe— que Lochmiller y el cofundador Cully Cavness tienen la ambición de construir centros de datos más grandes y rápidos que nunca, y la convicción de que encontrarán la energía suficiente para alimentarlos. El éxito está lejos de estar garantizado, y algunos clientes de Crusoe están frustrados con lo que describen como servicios de computación en la nube poco confiables. Incluso si esta primera fase de Stargate —que eventualmente tendrá 10 edificios y representará 1,2 gigavatios de capacidad informática, con un costo estimado en US$ 15.000 millones— avanza sin inconvenientes, ¿cómo podría Crusoe mantener el impulso y las cadenas de suministro necesarias para saciar el apetito insaciable de la IA por potencia de cómputo y energía?

Otro obstáculo: los aranceles generalizados que el presidente Trump impuso la semana pasada a unos 90 países (actualmente suspendidos), que podrían encarecer materiales clave como el aluminio y el acero estructural, elevando los costos para desarrolladores de centros de datos como Crusoe. La compañía asegura que lo ve como una ventaja competitiva. "Desde el principio, Crusoe tomó la decisión de fabricar en territorio estadounidense los componentes eléctricos críticos, incluyendo los conmutadores, porque creemos en construir cosas en América", afirma Lochmiller.

Trump
Los aranceles generalizados impuestos por Trump son vistos como una ventaja competitiva por Crusoe Energy.

 

"Crusoe tiene un factor de novedad", dice el consultor Daniel Golding, quien los describe como "la sensación del momento". Después de todo, Meta, Amazon y Alphabet ya reservaron más de US$ 200.000 millones para infraestructura de IA. No todo se va a construir, advierte el analista Zach Krause, de East Daley Analytics, con sede en Denver. Por ejemplo, en marzo, Microsoft anunció una leve desaceleración en el alquiler de centros de datos. Krause calcula que los proyectos que sí se completen agregarán unos 80 gigavatios de demanda eléctrica en todo el país para 2030, un crecimiento inédito del 10 %, equivalente a todo el consumo de Texas en un día caluroso de verano. Quienes recuerdan la Internet 1.0, recordarán también la sobreconstrucción de cables de fibra óptica y centros de datos, que evaporó miles de millones cuando el auge se convirtió en derrumbe.

Lochmiller y Cavness, de 37 años, fueron juntos al secundario en Denver y pasaban los fines de semana escalando. Lochmiller, de 1,85 metros de altura y una melena negra desordenada, se metió en el mundo de la inteligencia artificial cuando comenzó un posgrado en Stanford en 2013. Ahí lo impactó una afirmación del profesor Andrew Ng: "La IA es la nueva electricidad", y pronto estaría distribuida y sería tan indispensable como la electricidad misma para la civilización. La IA, además, consume enormes cantidades de energía, algo que Lochmiller experimentó en carne propia cuando acumulaba facturas alimentando los algoritmos de predicción bursátil y trading que desarrollaba en el fondo de cobertura KCG Holdings a comienzos de los 2000.

Mientras tanto, Cavness se había obsesionado con encontrar las fuentes de energía más baratas y limpias del mundo. Recorrió 25 países —incluidos Chile y Argentina—, e incluso evaluó la energía geotérmica en Islandia. Durante una caminata en 2017, ambos decidieron unir fuerzas para aprovechar fuentes de energía "aisladas" que de otro modo se desperdiciarían, con el objetivo de alimentar sistemas de cómputo. Nombraron su empresa en honor a Robinson Crusoe, el personaje ficticio del siglo XVIII que quedó varado en una isla del Caribe y usó su ingenio para sobrevivir.

Su primer objetivo: redirigir el llamado gas de venteo de las operaciones petroleras. A veces, cuando se perforan nuevos pozos, los propietarios optan por quemar pequeñas cantidades de gas natural en lugar de asumir el costo de conectarlos a un gasoducto. Esto desperdicia energía y genera dióxido de carbono. La gran idea de Crusoe fue redirigir ese gas natural hacia motores alternativos para generar electricidad... y minar bitcoin. Los inversores iniciales eran escépticos; Stefan Cohen, de Bain Capital, lideró la ronda inicial de US$ 4,5 millones en 2019, aunque reconoce que al principio ni siquiera él estaba completamente convencido: "El modelo de negocio no era abrumadoramente obvio para nosotros". Decidido a demostrar que era posible, Lochmiller invirtió US$ 600.000 de su propio bolsillo para armar una plataforma minera en un contenedor y montarla en un campo de gas cerca de Denver.

Con el tiempo, Crusoe comenzó a construir infraestructura de cómputo en terrenos cada vez más hostiles. Antonio Gracias, de Valor Equity Partners —inversor temprano en TeslaSpaceX y, más recientemente, en xAI, la empresa rival de OpenAI—, conoció al equipo en 2018, cuando instalaban sus primeros contenedores en el campo petrolero de Bakken, en Dakota del Norte. En plena tormenta de nieve, Gracias voló para ver qué estaban haciendo. El clima no intimidó a Lochmiller, montañista experimentado que había escalado el Everest apenas dos semanas antes. Gracias, que casi se prende fuego con uno de los calefactores, recuerda: "Era una locura en ese momento, y eso fue lo que me encantó".

Otro de los primeros inversores, Lee Jacobs, de Long Journey, supo que Crusoe tenía visión de futuro porque en su presentación inicial —cuando la empresa todavía estaba enfocada en el minado de bitcoin— ya hablaban de construir "el futuro del cómputo". Jacobs redobló la apuesta en diciembre pasado, participando en la recaudación de US$ 600 millones de Crusoe. "Siempre vieron lo que se venía: inteligencia como servicio, entregada a través de una tubería, como la electricidad", afirmó.

La compañía estuvo a punto de paralizarse en 2020, cuando los confinamientos por la pandemia de Covid-19 redujeron drásticamente la demanda de nafta. Las petroleras detuvieron la perforación y con ella el suministro de gas de venteo, el insumo clave del modelo de Crusoe. La empresa tuvo que moverse rápido para encontrar nuevas ubicaciones y dio con una solución: enfocarse en fuentes de energía más limpias.

Eso preparó el camino para el salto hacia la IA. En 2023, Crusoe tomó un préstamo de US$ 200 millones para adquirir las codiciadas GPUs Nvidia H100, con el objetivo de expandir sus incipientes servicios de computación en la nube, y contrató talento de gigantes de centros de datos como 365 MainDigital Realty. Cerraron el año asociándose con el desarrollador islandés AtNorth para establecer los servicios de Crusoe Cloud en el gélido país —lo que facilita el enfriamiento de las GPUs—. "Crusoe está construyendo centros de datos más grandes que los que Digital Realty hizo jamás", se asombra Bill Stein, ex CEO de esa empresa y ahora miembro del directorio de Crusoe. La clave del éxito a largo plazo, dice, será "firmar contratos de arrendamiento a 15 años con contrapartes de bajo riesgo", como en el caso de Stargate.

La gran oportunidad para Crusoe llegó en el primer trimestre de 2024. Lochmiller se enteró de que algunas grandes tecnológicas —se cree que eran OpenAI y Microsoft, aunque él no lo confirma— buscaban contratistas para construir un centro de datos especializado en IA, de escala masiva, y rápido. Otros desarrolladores rechazaron el pedido por considerarlo una locura: menos de dos años de plazo. La adquisición de tierras, los permisos, los tiempos de entrega de la cadena de suministro... todo parecía imposible.

Pero Lochmiller y Cavness respondieron a la licitación. Más que un giro, fue una evolución: ya contaban con centros de fabricación en Denver y Tulsa, relaciones con proveedores clave como G.E. Vernova y nuevos asesores. Estaban seguros de que Crusoe podía construirlo. En cuanto a la ubicación, rápidamente subalquilaron  400 hectáreas en Abilene al desarrollador Lancium, que ya tenía los permisos y planeaba construir un centro de minado cripto.

En junio de 2024, OpenAI y Oracle anunciaron una alianza en la que el gigante de la inteligencia artificial usaría la infraestructura de Oracle Cloud para integrar IA a la plataforma Azure de Microsoft. Jared Sheiker, director general del inversor especializado en centros de datos Blue Oak (con activos por US$ 250.000 millones), quedó impresionado por la "audacia" de Crusoe. "Asegurar un contrato de arrendamiento a largo plazo con Oracle hizo que este proyecto nos resultara de inmediato extremadamente atractivo", afirma. Blue Oak participó en la recaudación de US$ 600 millones de Crusoe en 2024 y colaboró en la obtención de US$ 2.300 millones en financiamiento de JPMorgan para los dos primeros edificios y 200 megavatios de capacidad de cómputo. En total, Crusoe ya recaudó US$ 1.820 millones en capital, y su última valuación fue de US$ 2.800 millones.

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En total, Crusoe ya recaudó US$ 1.820 millones en capital, y su última valuación fue de US$ 2.800 millones.

 

Los edificios incluirán cuatro salas de datos de 25 megavatios de potencia informática cada una. Las fábricas de Denver y Tulsa fabricarán los racks de servidores e instalarán las GPUs en unidades montadas sobre plataformas móviles, que luego serán transportadas en camiones hasta Abilene para su instalación. Hacerlo en un ambiente controlado es mucho mejor que en un sitio de construcción polvoriento y ruidoso, explica Lochmiller: "No querés tener a los obreros trabajando unos encima de otros".

Las GPUs usarán enfriamiento por líquido. Tuberías de agua de 60 centímetros de diámetro recorren el interior del edificio y recircularán constantemente 4 millones de litros de agua fría a través de una red de cañerías que se adentran en los racks de GPUs como si fueran capilares, extrayendo el calor. Es mucha agua, pero solo es necesario llenar el sistema una vez por edificio. A modo de comparación: esa misma cantidad de agua es menos de lo que usa un pozo de fracking para gas de esquisto en una sola operación.

Pero Crusoe y compañía no son los únicos construyendo este tipo de instalaciones. Otros lo hacen aún más grande y más rápido. xAI, la empresa de Elon Musk, logró levantar una gigantesca "gigafábrica de cómputo" en Memphis en apenas 122 días. Bautizada Colossus, ya cuenta con una red de 200.000 GPUs para alimentar su supercomputadora de IA. Lochmiller afirma que la instalación de Musk es muy distinta a lo que está haciendo Crusoe: construcción desde cero, también conocida como desarrollo greenfield. "El centro de datos de xAI utilizó un edificio existente y lo readaptaron para cubrir las necesidades eléctricas internas de los racks", dice. "Fue muy creativo, pero es un proyecto completamente distinto al nuestro", agregó.

El CEO de Meta, Mark Zuckerberg, anunció que este año invertirá 65.000 millones de dólares en IA, principalmente en centros de datos. Su mayor apuesta es el Proyecto Sucré, en el norte de Luisiana: un centro de datos de 370.000 metros cuadrados con una capacidad proyectada de 2 gigavatios de cómputo y un costo estimado de 10.000 millones de dólares.

A más largo plazo, los desarrolladores de datacenters miran con atención los avances en energía nuclear para reemplazar a los combustibles fósiles. Amazon prometió 100.000 millones de dólares de inversión en IA y el año pasado invirtió 500 millones en X-Energy, una startup nuclear que busca construir reactores modulares de 5 gigavatios dentro de los mismos predios de los centros de datos. OpenAI y SoftBank también apuestan fuerte por la fusión nuclear: ambos son inversores en Helion, que ya firmó contratos para vender energía a Microsoft.

La gran pregunta: ¿realmente se necesita tanta capacidad para entrenar modelos de IA? El lanzamiento viral de DeepSeek, una empresa china relativamente desconocida, reavivó el debate. La firma afirma haber desarrollado modelos tan avanzados como los de OpenAI, pero a una fracción del costo y con mucha menos potencia de cómputo. Esto encendió las alarmas sobre los miles de millones que se están invirtiendo en infraestructura de IA, en un momento en el que muchas empresas aún no logran obtener retorno real de esas inversiones.

Pero Lochmiller está convencido de que entrenar IA de manera más eficiente abrirá nuevas posibilidades. "¿Qué cosa no mejoraría con un poco más de inteligencia?", se pregunta. Incluso se imagina que en el futuro la gente pagará por inteligencia como hoy paga por agua o electricidad.

¿Está Crusoe a la altura? Algunos clientes expresan dudas sobre la confiabilidad de su nube. En marzo, uno de sus centros sufrió una caída que duró 45 horas. Un cliente, que pidió no ser identificado y usa Crusoe Cloud para acceder a GPUs, aseguró que la falla lo obligó a volver a otros proveedores. "Fue un problema grave. Estábamos bastante enojados", confesó. "No son tan confiables", añadió. Un analista de la industria también planteó objeciones: "Crusoe no está tan diferenciado como ellos quieren hacer creer. Pero hoy hay tanta demanda, que cualquier empresa que pueda ofrecer energía in situ ya se diferencia por eso".

Desde Crusoe aseguran que su servicio mantiene una disponibilidad del 99,98%. Y muchos clientes, de hecho, están muy satisfechos. "Crusoe es más rápido que muchas empresas hoy", afirma Varun Mohan, CEO de Windsurf (antes Codeium), una compañía de IA enfocada en programación. Según él, Crusoe puede entregar acceso a hardware en apenas 3 o 4 horas, algo vital en una carrera contra el reloj por lanzar modelos de IA cada vez más potentes. En cambio, gigantes como AWS o Google Cloud pueden demorar tres semanas... y obligan a compromisos contractuales de varios años.

Tampoco parece preocuparle a Lochmiller la amenaza de modelos de IA más eficientes como DeepSeek, que podrían reducir el consumo energético y por ende, la necesidad de nuevos centros de datos. Esa posibilidad plantea un riesgo de sobreconstrucción, y un eventual estallido del mercado —como ocurrió con la burbuja de servidores y cables de fibra óptica tras el primer boom de Internet, hace 25 años.

Pero él no pierde el sueño por eso. Después de todo, Crusoe financió su Proyecto Ludicrous con un contrato a 15 años firmado con Oracle y Microsoft. Este año, el CEO de Microsoft, Satya Nadella, explicó en X por qué cree que la demanda de datacenters de IA es inmune a los vaivenes del capital: se debe a la paradoja de Jevons. Llamada así por el economista británico William Stanley Jevons (fallecido en 1882), la teoría sostiene que cuando baja el costo de un recurso —el carbón en su época—, la demanda no disminuye... sino que explota. "La paradoja de Jevons ataca de nuevo", escribió Nadella en enero. "A medida que la IA se vuelve más eficiente y accesible, su uso se disparará. Se transformará en una commodity de la que no podremos tener suficiente", señaló.

Mientras observa la Interestatal 20 al sur del predio y el pueblo de Abilene al fondo, Lochmiller contempla el ir y venir de las máquinas niveladoras que remueven toneladas de tierra roja del norte de Texas. Trabajan para allanar lo que antes se conocía como Rattlesnake Ridge, donde se construirán los próximos centros de datos. Se necesita una irónica cantidad de trabajo manual para alcanzar el objetivo final de la revolución de la IA, que Lochmiller describe como "liberar espacio mental, liberar el poder creativo de las personas para enfocarse en niveles más altos de abstracción". Espera duplicar el número de trabajadores en el lugar: estima que en el pico de construcción, el año que viene, serán más de 5.000.

Con información de Forbes US.

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