El anuncio de Michael y Susan Dell sobre un compromiso de US$ 6.250 millones para financiar cuentas de ahorro destinadas a 25 millones de chicos sorprendió por su magnitud y refleja una de las características más distintivas de Estados Unidos. Los críticos del país probablemente no lo reconozcan, pero el gesto no pasa desapercibido.

Los Dell buscan ampliar el alcance de un programa que el Congreso aprobó el verano pasado. La iniciativa contempla la creación de cuentas de ahorro especiales para chicos nacidos entre el 1 de enero de 2025 y el 31 de diciembre de 2028. El Estado depositaría US$ 1.000 como monto inicial. Para acceder al beneficio, los recién nacidos deben ser ciudadanos estadounidenses y contar con número de Seguro Social.

Estas cuentas, conocidas como "cuentas Trump", podrían recibir aportes adicionales de padres, familiares o incluso empleadores. Los fondos se destinarían a inversiones en fondos indexados de acciones estadounidenses de bajo costo que repliquen el comportamiento del mercado local.

Las cuentas Dell comenzarían con US$ 250 y estarían destinadas a chicos de hasta diez años nacidos antes del 1 de enero de 2025. El acceso se limitaría a quienes vivan en códigos postales donde el ingreso familiar medio sea inferior a US$ 150.000. Al igual que las cuentas Trump, podrían recibir depósitos adicionales en el futuro y crecer sin pagar impuestos. Todavía quedan por resolver varios aspectos administrativos.

Lo que hacen los Dell refleja algunas de las características más particulares y sólidas de Estados Unidos. Es un ejemplo de lo que Alexis de Tocqueville observó hace casi 200 años, cuando visitó el país. Si los estadounidenses detectaban una necesidad o una oportunidad, no esperaban la autorización de las autoridades ni instrucciones, como sí era costumbre en Europa, con su pasado medieval. Simplemente lo hacían. Ese tipo de iniciativa le dio a Estados Unidos una energía difícil de igualar.

De chico, con una pequeña cuenta de ahorro, Michael Dell descubrió el poder del interés compuesto y entendió cómo su dinero podía crecer. Fue una lección temprana sobre mercados libres y generación de riqueza. Ya como emprendedor, vendió sus productos directamente a los clientes. Su filantropía sigue la misma lógica: llegar de forma directa a quienes lo necesitan.

Junto con su esposa, Susan, representa una aparente contradicción típica de Estados Unidos. Es el país más comercial que se haya creado, pero también el más filantrópico. Lejos de ser opuestos, el comercio y la filantropía comparten una misma raíz: responder a las necesidades y deseos de otros. Son dos caras de la misma moneda.

Los mercados libres y el tipo de iniciativa emprendedora que encarna Dell no solo elevan el nivel de vida, sino que también amplían los recursos disponibles para ayudar a los demás. Las cuentas Dell pueden despertar en millones de chicos el interés por el comercio y una comprensión más profunda del dinero y las finanzas, un terreno que las escuelas hoy no abordan.

A la hora de ayudar, la propuesta de los Dell está a años luz de ideas como la renta básica o distintos planes de redistribución. Su iniciativa genera capital y abre oportunidades. Las otras, en cambio, los destruyen.

Lo que hacen los Dell también puede preparar a las nuevas generaciones para aceptar la única idea capaz de salvar el sistema de Seguridad Social: las cuentas personales. Varios estudios demostraron que, con las garantías adecuadas, este tipo de cuentas puede ofrecer a los jubilados ingresos varias veces superiores a los que hoy otorga un sistema estatal frágil y financieramente insostenible.

Claro que será necesario mantenerse alerta para proteger estas cuentas, como las de Dell o las Trump, del avance de los políticos en Washington. Se necesitarán leyes que establezcan, sin margen de duda, que son propiedad individual y no del Estado. Punto.

*Con información de Forbes US.