Este fue un gran año para los acuerdos en infraestructura de inteligencia artificial. Solo en el último mes, OpenAI, Oracle, Nvidia, AMD y otras compañías cerraron transacciones millonarias por cifras que alcanzan los cientos de miles de millones de dólares. Se trata de acuerdos complejos, poco convencionales y, muchas veces, circulares. Por ejemplo, la inversión de hasta US$ 100.000 millones de Nvidia en OpenAI, anunciada a fines del mes pasado, le permitirá a esta última comprarle GPU a Nvidia para desarrollar su propia capacidad de centros de datos. En una jugada similar que da vuelta el esquema tradicional, AMD y OpenAI anunciaron este lunes una asociación estratégica en la que OpenAI recibió una garantía de hasta 160 millones de acciones ordinarias de AMD, lo que equivale al 10 % de las acciones de la compañía. Esa participación se entregará por tramos, en función del uso que haga OpenAI de 6 gigavatios en GPU de AMD durante un período determinado.
Detrás de esta seguidilla de acuerdos hay una especie de mentalidad de estampida. "El mundo necesita mucha más computación", publicó Sam Altman, CEO de OpenAI, en X al anunciar el entendimiento con AMD. Altman insiste desde hace años en que "más computación es más importante ahora que nunca para tener éxito en nuestra misión".
"Hay tanta impaciencia y deseo de avanzar con rapidez, además del miedo a quedarse atrás, que se prioriza enormemente obtener el máximo rendimiento lo más rápido posible", afirmó Stella Biderman, directora ejecutiva de EleutherAI, una organización sin fines de lucro dedicada a la inteligencia artificial, que entrenó una versión de código abierto de GPT-3 en GPU de CoreWeave. "La principal demanda de GPU proviene de un pequeño número de organizaciones con muy buenos recursos que priorizan la velocidad y la tecnología más avanzada", completó.
Esa lógica los empuja a cerrar acuerdos de rescate, pensados literalmente para ayudarse entre sí. Gracias en buena medida a esos convenios, las valuaciones se dispararon. Los mayores beneficiados: fundadores, ejecutivos e inversores multimillonarios ligados a la construcción masiva de centros de datos de inteligencia artificial. Según Forbes, 20 multimillonarios vinculados al crecimiento del gasto en infraestructura de IA ya sumaron más de US$ 450.000 millones a sus fortunas desde el 1 de enero.
El cofundador y director de tecnología de Oracle, Larry Ellison, fue el que más ganó. Su fortuna creció en US$ 140.000 millones en el último año, impulsada por un alza del 73 % en las acciones de la compañía, frente al 15 % que subió el S&P. Ese salto se explica, en parte, por las proyecciones que indican que los ingresos por infraestructura en la nube —principalmente orientada a potenciar la inteligencia artificial— escalarían de US$ 18.000 millones este año a US$ 144.000 millones en los próximos cuatro años. La fortuna de Jensen Huang, cofundador y CEO de Nvidia, aumentó en US$ 47.000 millones este año, gracias a que las acciones de su fabricante de chips crecieron un 40 %. Michael Dell, en tanto, sumó US$ 35.000 millones, impulsado por el aumento del 39 % en las acciones de Dell y del 49 % en su participación estimada en Broadcom. Ambas compañías proveen buena parte de los componentes que se utilizan en los centros de datos de IA.
Pero los que más crecieron en términos de porcentaje sobre su patrimonio fueron los cinco multimillonarios de la empresa de computación en la nube CoreWeave. Las acciones de la compañía se dispararon un 250 % desde su salida a la bolsa en marzo, lo que prácticamente triplicó el patrimonio neto de sus cuatro cofundadores —Michael Intrator, Brian Venturo, Brannin McBee y Peter Salanki— y del primer inversor, Jack Cogen. Para desarrollar su infraestructura lo más rápido posible, CoreWeave tomó deuda por unos US$ 29.000 millones, aunque afirma que prácticamente todo ese monto está respaldado por contratos plurianuales —con una duración promedio de cuatro años— con empresas como Meta, Microsoft y OpenAI.
Masayoshi Son, de SoftBank, y Arkady Volozh, fundador del gigante ruso de búsquedas Yandex, también se beneficiaron de manera significativa. Sus fortunas crecieron un 142 % y un 166 % en lo que va del año, respectivamente. En abril, SoftBank anunció una nueva financiación por US$ 40.000 millones para OpenAI, aunque US$ 30.000 millones de ese monto dependen de que OpenAI pase a ser una empresa con fines de lucro antes de diciembre. La riqueza públicamente conocida de Volozh está hoy ligada a Nebius, una firma que construye centros de datos de inteligencia artificial y alquila GPU a empresas como Microsoft. De hecho, el mes pasado el gigante tecnológico firmó un acuerdo por US$ 17.000 millones con Nebius. Las acciones de esta compañía subieron un 340 % en el año. Ese crecimiento impulsó por primera vez a Vladimir Ivanov, exdirector de seguridad de la información de Yandex, al club de los multimillonarios. Su participación en Nebius está valuada en US$ 1.200 millones, lo que lo ubicó junto a su exjefe en esa lista.

A medida que suben las valuaciones, empresas e inversores transmiten confianza y aseguran que no enfrentan riesgos sustanciales de que todo esto termine por derrumbarse. Las grandes tecnológicas como Oracle, Microsoft y Google, que destinan fuertes sumas a infraestructura de inteligencia artificial, cuentan con negocios que generan ingresos y que permiten financiar esas inversiones. Aun así, Oracle arrastra la mayor deuda de su historia. En septiembre emitió otros US$ 18.000 millones y, en julio, la calificadora S&P rebajó su perspectiva a "negativa", aludiendo a preocupaciones por el flujo de caja libre. "Las perspectivas de crecimiento son sólidas, pero los riesgos incluyen un posible exceso de capacidad en los centros de datos si la demanda de computación de IA disminuye con el tiempo, el riesgo de concentración de clientes y proveedores, y un panorama competitivo aún en evolución", escribió S&P Global Ratings en su actualización crediticia de septiembre.
Los grandes prestamistas que financian infraestructura de IA, como Blackstone —que encabezó un financiamiento de deuda por US$ 7.500 millones para la empresa de computación en la nube CoreWeave— aseguran haber estructurado contratos herméticos para que sus clientes no puedan abandonarlos con facilidad. Michael Intrator, CEO de CoreWeave, lo explica con una frase tajante: "Se lo vendo a Microsoft. Microsoft pagará sus cuentas". Sin embargo, OpenAI, que este año firmó contratos de computación con CoreWeave por US$ 22.000 millones, y que es su principal cliente después de Microsoft y Meta, dispone de bastante menos efectivo.
OpenAI y otras empresas privadas también están recibiendo pagos millonarios y alcanzando valuaciones cada vez más altas. En octubre de 2024, los inversores valoraron a OpenAI en US$ 157.000 millones. En agosto, esa cifra ya había trepado a US$ 300.000 millones, y hoy ronda los US$ 500.000 millones, lo que la convierte en la empresa privada con la valuación más alta de la historia. Sam Altman, cofundador y CEO de OpenAI, repite hace tiempo que no tiene una participación significativa en la firma, que sigue siendo una organización sin fines de lucro. Sin embargo, es multimillonario por otras inversiones, entre ellas una participación de US$ 800 millones en la empresa de energía nuclear Oklo. Aunque Oklo todavía no genera ingresos, su tecnología podría alimentar centros de datos de inteligencia artificial si llega a operar.
Anthropic, uno de los principales rivales de OpenAI, también crece con fuerza. Esta semana anunció acuerdos comerciales con IBM y Deloitte, y mantiene alianzas clave con Amazon y Google, que además hicieron importantes inversiones. En septiembre, su valuación alcanzó los US$ 183.000 millones, muy por encima de los US$ 18.000 millones con los que cerró 2024. Sus siete cofundadores, que hace un año no eran multimillonarios, ahora tienen participaciones por US$ 3.700 millones cada uno. Con la expectativa de que alguna de estas compañías logre desarrollar una inteligencia artificial general con capacidades casi divinas, los inversores también están apostando fuerte por laboratorios que aún no generan ingresos. Entre ellos, Thinking Machines —fundado por Mira Murati, exdirectora de tecnología de OpenAI— recaudó US$ 2.000 millones en julio con una valuación de US$ 12.000 millones. Y Safe Superintelligence, creado por Ilya Sutskever, ex científico jefe de OpenAI, levantó el mismo monto en abril, pero con una valuación de US$ 32.000 millones.
"El problema se reduce a una sola cuestión: ¿quién asumirá el riesgo residual de la tecnología?", plantea Chris Moon, director general de DigitalBridge, una firma que gestiona US$ 106.000 millones en activos vinculados a infraestructura digital, incluidos centros de datos de inteligencia artificial. La sostenibilidad de este crecimiento depende de que las empresas logren transformar la innovación en IA en negocios rentables y estables. Ese desafío es especialmente crítico para OpenAI, que todavía no tiene claro cómo obtendrá beneficios ni cómo reunirá todo el dinero que necesita.
Mientras tanto, algunos ya empezaron a retirar ganancias. Según trascendió, OpenAI cerró la semana pasada una venta de acciones a empleados por US$ 6.600 millones. Los directivos multimillonarios de CoreWeave ya vendieron acciones por más de US$ 1.300 millones en total. Y Jensen Huang, de Nvidia, liquida acciones casi todos los días.
*Con información de Forbes US.