Mariana Chango es ingeniera civil, gerente general de Life Cinemas e inversora ángel. Sin embargo, al repasar su trayectoria queda claro que nunca encajó del todo en los moldes tradicionales, pasando de ser jefa de obra en empresas constructoras a gerente de marketing o gerente general de una empresa de cines. En entrevista con Forbes Uruguay, Chango repasó su recorrido desde la obra al negocio, reflexiona sobre los cambios en la industria del entretenimiento, su incursión en el mundo de la inteligencia artificial y lo que necesita Uruguay para potenciar su ecosistema emprendedor. Siempre con su característica mirada optimista y realista.
—¿Cómo una ingeniera civil llega a ser gerenta general de Life Cinemas?
—Siempre me interesaron las matemáticas y la física, por eso estudié ingeniería. Empecé mi carrera en obras, tanto en la Intendencia como en ANTEL, donde dirigía proyectos en todo el país. Me atraía más el trabajo en equipo y la gestión que el cálculo puro. A fines de los 90, cuando comenzaba la telefonía celular en Uruguay, me ofrecieron hacer un máster en telecomunicaciones y luego pasar al área comercial de ANTEL. Ahí descubrí otra faceta: me fascinó pensar estrategias, modelos de negocio y trabajar con emprendedores tecnológicos. Esa experiencia encendió en mí el interés por emprender.
Más adelante, me reencontré con Pablo Garfinkel, quien me invitó a sumarme al proyecto de Life Cinemas. Entré como gerenta de marketing en 2004 y, desde entonces, sigo vinculada a esa industria. Me atrajo el componente creativo y dinámico del sector, especialmente después de años en el ámbito público. Aunque hoy tengo un rol más directivo, nunca dejé de aprender ni de entusiasmarme. Incluso durante la pandemia —uno de los momentos más duros para el rubro— sentí que el liderazgo se ponía verdaderamente a prueba.
—¿Cuáles fueron los principales desafíos al entrar en una empresa que cambió tanto desde 2004 hasta hoy?
—Cambió totalmente desde el punto de vista tecnológico. Cuando entré, la proyección era todavía en 35 mm. Luego pasamos al digital y ahora estamos con láser. La atención al cliente también evolucionó mucho, como en todas las industrias. Hoy comprás entradas con el celular. Todo se volvió más fluido. Sin embargo, el concepto de espectáculo grupal sigue siendo el corazón del cine. Y creo que eso mantiene viva la experiencia, en contraste con el consumo solitario en casa. Cada vez valoramos más lo grupal. Así que, aunque cambió mucho en lo técnico, la esencia sigue siendo la misma.
—En los últimos años también cambió mucho el enfoque del marketing, ¿no?
—Sí, se trabaja mucho más en la experiencia. Como en muchas otras industrias, no se trata solo de entregar un producto, sino de ofrecer una vivencia. Antes el marketing consistía en anunciar películas. Hoy cada estreno importante viene acompañado de acciones especiales, merchandising, storytelling. Se arma todo un mundo alrededor, especialmente en las películas grandes.
—¿Qué implica liderar esta transformación?
—El desafío es mantenerse actualizado, estar disponible para el cambio. Hay que prestar atención a lo que viene, como la inteligencia artificial, que aún es difícil de prever. Las industrias de servicios comparten esa necesidad de estar atentas al mercado, a los consumidores, que cambian constantemente sus expectativas y demandas.
—¿Y tu rol como inversora y con Tokai?
—Tengo esa otra faceta: inversora ángel. En su momento tuvimos Tokai Ventures, un fondo no estructurado, que dimos de baja hace poco más de un año. Desde entonces seguimos invirtiendo como ángeles. Empezamos en 2008, cuando prácticamente no existía el ecosistema emprendedor en Uruguay. Pablo hizo una inversión en un fondo argentino y luego yo hice mi primera inversión en una empresa de un amigo, Micropagos. Fue algo muy intuitivo: él necesitaba apoyo y nosotros pusimos algo de dinero y trabajamos mucho junto a él. Esa empresa se vendió a otra con presencia regional. Nos fue bien y eso nos motivó. Desde entonces, con Tokai invertimos en unas 30 startups. Nos fue bastante mejor que la media, sobre todo porque nos involucramos activamente: en boards, comités estratégicos, etc. Es un aprendizaje constante. Lo que aprendés en una industria lo aplicás en otra.
—¿Por qué decidieron darle de baja?
— Fue un modelo muy exitoso, que funcionó muy bien hasta 2022. Pero cuando el ecosistema empezó a cambiar y comenzaron a fluir miles de millones por América Latina, sentimos que ya no teníamos un buen market fit, que nuestro juego pasaba por otro lado. Con todo el track record que traíamos, veíamos que podíamos aportar mucho más en la etapa inicial de las empresas, en el momento mismo del founding, ya sea comprendiendo, emprendiendo o acompañando. Como todo en la vida, entendimos que había que adaptar las estructuras a las nuevas realidades. Y aunque este modelo fue muy exitoso durante 15 años, llegó el momento de transformarlo. Hoy, estamos más enfocados en nuestra faceta como inversores ángeles.
—¿En qué estás invirtiendo hoy?
- Estamos empezando algo nuevo vinculado a inteligencia artificial. Es un proyecto aún en desarrollo con una empresa con trayectoria en IA. Estamos tratando de aplicar todo lo que aprendimos en estos 20 años de venture capital. Es un terreno que genera respeto, pero hay que subirse, porque si no te quedás afuera. Hay que amigarse con la incertidumbre.
—¿Cómo viste la evolución del ecosistema emprendedor?
—Está muy maduro. Hoy hay muchas instituciones, incubadoras, ANII, ANDE, Innova. Emprender es mucho más fluido y aceptado que hace 15 años. Hay redes, apoyo, referentes. Uruguay ha mejorado mucho en los últimos 5 o 6 años. Tenemos casos de éxito, pero estaría bueno ver más jóvenes emprendiendo, incluso saliendo de facultades.
—¿Qué le falta a Uruguay para dar ese pasito extra?
—No le falta nada. Tal vez que la Universidad de la República impulse más el emprendedurismo. Las privadas ya lo hacen. En la Udelar esa pata todavía no está. Pero por lo demás, hay inversión, acompañamiento institucional y un gran diferencial: nacemos con mentalidad exportadora. Como el mercado interno es chico, pensamos global desde el principio. Eso es un plus enorme.
—¿Cómo volcás todo ese conocimiento en tus proyectos y en tu forma de liderar?
—Todo se retroalimenta. El trabajo más tradicional te mantiene cerca del mercado, de las necesidades reales. Participar en muchos proyectos desde cero te da intuición sobre cómo avanzar. Y uno ayuda desde donde puede, con errores y aciertos. Es una parte que me encanta y que considero una fortaleza.
—¿Qué le dirías a la Mariana de hace 20 años?
—Que no tenga miedo. Cuando terminé la facultad, emprender no era una opción para un ingeniero civil. O tenías US$ 20 millones para una constructora o nada. A la Mariana de hace 30 o 40 años le diría que ojalá hubiera nacido 30 años después, con las herramientas que hay hoy.
—La inteligencia artificial nos da esa ventaja, ¿no?
—Sí, totalmente. Siempre fui una optimista tecnológica. Aunque hoy también tengo cierta cautela respecto a cómo vamos a manejarla... o cómo nos va a manejar.
—Pero igual sos de las que miran el lado positivo...
—Sí, absolutamente. Escucho muchos discursos sobre cómo estamos perdiendo lo humano, pero estamos mucho mejor que hace 50 años. Hoy el ser humano tiene muchas más posibilidades de desarrollarse, de conocer, de viajar, de enriquecerse. No solo económicamente, también espiritualmente.