Esta semana, el administrador de la NASA, Sean Duffy, confirmó que la administración de Donald Trump quiere aterrizar un reactor de fisión nuclear en funcionamiento en la Luna antes de que termine la década. "Estamos en una carrera hacia la Luna, en una carrera con China hacia la Luna", dijo Duffy. La idea de instalar reactores tiene más sentido que clavar una bandera en el polvo lunar. Duffy también habló de una posible "zona de exclusión" alrededor del reactor. En la práctica, eso significaría quedarse con un área estratégica, como los cráteres que guardan agua congelada.
¿El plazo de cinco años parece demasiado ambicioso? No tanto. La NASA, junto con sus contratistas, usó energía atómica durante décadas. Desde los años 60, impulsó misiones Apolo, sondas espaciales y módulos de aterrizaje en Marte con baterías radioisotópicas. Esos dispositivos transformaban en electricidad el calor que generaba el plutonio-238 y otros isótopos en descomposición.
Varios de esos equipos del programa Apolo todavía están en la superficie lunar. Y los de las sondas Voyager y Pioneer se convirtieron en los primeros objetos artificiales que salieron del sistema solar. Claro que hay una diferencia clave: aquellas baterías producían 100 vatios o menos. Los reactores de fisión nuclear, como los que menciona Duffy, son mucho más complejos. Generan calor a partir de la descomposición del uranio-d238 y alcanzarían los 100 kilovatios. Con eso alcanza para abastecer a unas dos docenas de hogares en la Tierra. Pero harían falta varios para alimentar una base lunar.
¿Realmente hace falta energía nuclear en la Luna? La NASA respondió que sí, y lo hizo hace más de diez años. En buena parte de la superficie lunar, la noche dura 14 días terrestres. En ese contexto, los paneles solares pierden confiabilidad. Y llevar combustibles como petróleo, carbón o gas no sirve de nada. No pueden quemarse en el vacío, ni siquiera si se lograra ponerlos en órbita.
La agencia validó la tecnología de microrreactores con el proyecto Kilopower. Más adelante, en 2022, entregó subvenciones por US$ 5 millones a tres consorcios para seguir trabajando en diseños de 40 kilovatios. Las condiciones del Proyecto de Energía de Superficie de Fisión eran bastante exigentes: el sistema no podía superar las 6 toneladas, tenía que entrar en un cilindro de 4 metros de diámetro por 6 de largo y debía operar durante una década sin necesidad de mantenimiento ni recarga.
Es una tarea compleja, afirma Sebastián Corbisiero, director técnico nacional de reactores espaciales del Laboratorio Nacional de Idaho. Su equipo fue el encargado de seleccionar a las empresas que participarán del estudio de la NASA, que se extenderá durante un año. "En la Tierra, los reactores no están diseñados para ser de baja masa y pequeños. En el espacio se necesita la menor masa posible para que quepan en un cohete", explicó.
Corbisiero considera que un reactor lunar representa un primer paso necesario para desarrollar sistemas capaces de sostener una colonia en Marte. Como concluyó su grupo de investigación en 2023, "La energía nuclear en superficie es necesaria para una presencia lunar sostenible", dijo.
Los tres consorcios que seleccionó el equipo de Corbisiero para el contrato de 2022 son Lockheed Martin, junto a BWXT —un grupo que ya venía trabajando con la NASA en DRACO, una nave espacial experimental de US$ 500 millones impulsada por un reactor nuclear—; Westinghouse, el histórico fabricante de reactores, que se asoció con Aerojet Rocketdyne para adaptar su microrreactor eVinci; y la startup X-Energy, que trabaja junto a Maxar y Boeing. Esta última desarrolla microrreactores para Dow Chemical y Amazon, aunque apuesta por usar un combustible propio no estandarizado, distinto del HALEU (uranio poco enriquecido de alto ensayo) que exigen las directivas de la NASA.
Corbisiero evita dar nombres y no se inclina por ninguna de las propuestas. Es probable que el sistema elegido use un motor Stirling para transformar el calor de fisión en electricidad, con circulación de sodio líquido como método de refrigeración a prueba de fallos. ¿Se podrá instalar uno en la Luna dentro de cinco años? "Sí, en mi opinión, es factible", asegura. De todos modos, todo dependerá de cómo avance el desarrollo del resto del sistema de vuelo Artemis —la primera misión tripulada, Artemis II, está prevista para principios de 2026— y de si la NASA logra el presupuesto necesario.
En la Tierra, construir microrreactores cuesta miles de millones de dólares. Aun así, Duffy sostiene que la administración de Trump está convencida de que Estados Unidos no puede darse el lujo de demorar la instalación de reactores en la Luna. China ya anunció que planea lanzar la misión Chang'e-8 en 2029, con el objetivo de probar tecnologías de construcción lunar mediante robots e impresoras 3D. La idea es tener una base operativa para mediados de la década de 2030. Según Duffy, tanto China como Estados Unidos buscan quedarse con las zonas más codiciadas, cerca de los polos, donde hay sol constante. "Allí tenemos hielo, allí tenemos luz solar. Queremos llegar primero y reclamar eso para Estados Unidos", afirmó.
*Con información de Forbes US.